Que el mercado de los vinilos está de moda es una realidad que ya nadie discute. Sabemos que el año pasado ya se vendieron más unidades en este formato que en CD por primera vez desde 1987. En un principio, esta segunda juventud del viejo plástico negro se atribuía al interés de coleccionistas y melómanos veteranos enamorados del crujido de la aguja sobre los surcos, pero ahora sabemos que paradójicamente solo la mitad de los que compran vinilos tienen tocadiscos para escucharlos. ¿Cómo se explica entonces este fenómeno?
Un estudio de la empresa consultora de entretenimiento Luminate Data certificaba que en Estados Unidos se compraron 41,3 millones de discos de vinilo en 2022, en contraste con los 33,4 millones de compact disc. Pero solo el 50% de los consumidores que los adquirieron posee bandeja para reproducirlos. El dato es curioso porque parece sugerir que, más que por deleitarnos con su calidad de sonido, estamos comprando vinilos como piezas de coleccionismo, como elemento decorativo o por pura moda.
El vinilo ha pasado de ser un producto para connoisseurs a algo para todo el mundo, especialmente jóvenes pertenecientes a la Generación Z, los nacidos entre 1996 y 2012. Si hasta hace poco los LP más vendidos eran reediciones de clásicos del pop y el rock como Fleetwood Mac, The Beatles o Led Zeppelin, hoy son los discos actuales los que copan primeros puestos de la lista. 'Midnights', de Taylor Swift, fue el vinilo más vendido de 2022, con 945.000 copias vendidas, seguido de los álbumes de otras doe estrellas actuales: Harry Styles y Olivia Rodrigo.
El caso de de Swift sirve para entender mejor por qué el 50 por ciento de los compradores de vinilo no cuentan con un sistema para poder escucharlos. Los fans están dispuestos a gastar dinero para apoyar a su artista favorita e invierten más en música que el oyente promedio en Estados Unidos. Cuando se trata de una devoción como la que generan estos artistas, no importa si hay tocadiscos en casa, lo importante es tener el objeto que lanzó el ídolo, no importa cuál sea.
Lo cierto es que quien compra un disco de vinilo disco ya lo han escuchado antes en algún formato digital o en un servicio de streaming, por lo que el formato físico queda para un futura escucha o más bien por los extras, por la portada de gran formato, como elemento decorativo del hogar en plan 'old school' o como objeto de coleccionismo, pues hay joyas descatalogadas, rarezas o ejemplares que se distribuyeron en cantidades muy pequeñas por los que se pagan auténticas fortunas.
Así que podemos concluir que, aunque ya no sean los únicos que compran vinilos, quienes siguen escuchándolos por el placer de hacerlo son, en general, los viejos melómanos que aprecian el mayor rango dinámico de la sonoridad y la precisión las ondas sonoras del plástico negro, además de disfrutar de la experiencia más activa que supone tener que levantarse a darle la vuelta al disco cuando termina una cara. Sí, seguramente también hay jóvenes que han aprendido a apreciar este ritual pero, mientras las cifras no digan lo contrario, de momento parece que prefieren ahorrar para comprarse el tocadiscos mientras van haciéndose con los vinilos.