Mercedes Ferrer: “En los ochenta la gente era guapísima, las drogas muy buenas. No me arrepiento de nada”
La veterana rockera nos habla de las largas noches madrileñas, de su amistad con Yoko Ono y Nacho Cano y de su último disco, ‘Fieras feroces’, en el que muestra su desencanto por la sociedad actual
“Nos estamos despidiendo de la naturaleza”, explica. “Cada vez que abrazo un árbol, me pongo a llorar fuerte. Lo abrazo y digo: ‘Papá”
“Hay ciertas cosas que hace el ser humano que son un poco sobrenaturales. Es posible de que no sea de este planeta. Hay un gen extraterrestre en el ser humano”, dice
Pocas historias hay en el rock español tan fascinantes y enigmáticas como la de Mercedes Ferrer. Todos en el mundillo de la música —en especial aquellos que empezaron, como ella, en los ochenta—, se rinden ante su singular talento. “Es una precursora del rock femenino en España, de trayectoria impecable”, nos dice Rafa Sánchez, con quien grabó el tema “Tela de araña” (1988) y realizó una gira. Se ha codeado con los más grandes. Eficaz compositora y telúrica cantante —y muy guapa; nos guste o no, el atractivo físico es un plus en el rock, en hombre y mujeres—, lo tiene todo para ser una superestrella; sin embargo la canción por la que el gran público la conoce es de otro. Su carrera está llena de luces y sombras.
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En vísperas de cumplir 60 años (este 30 de mayo), Mercedes parece propulsada por un motor de ocho cilindros. Para atendernos, con un par de vinos de por medio, interrumpe durante unas horas la masterización del concierto que ofreció en el Lunario del Auditorio Nacional de México el 21 de noviembre de 2009 junto a Mikel Erentxun, y que planea publicar este 2023.
Al mismo tiempo, está volcada en presentar su última grabación, Fieras feroces, un miniálbum de cinco canciones, todas con su firma, materializado gracias a una operación de crowdfunding de sus fans, y en el que colaboran, entre otros, Aurora Beltrán (Tahures Zurdos), el batería Javier Estévez (Subtónica, exEstirpe) y el productor David San José (hijo de Víctor Manuel y Ana Belén).
Fieras feroces es una obra enjundiosa que plasma el mundo actual a través de la mirada, a veces de sorpresa, otras desencantada, de su creadora. Sus cinco canciones son “Hacer parecer” (“Hay una superficialidad absurda en la sociedad actual. En Instagram ves a la gente en unos yates inmensos, solo para despertar envidia, y vete a saber si se han subido solo para hacer la foto”); “Supremacía moral” (“Ya no nos van a valer las ideologías. Con la Inteligencia Artificial nadie va a poder hablar del bien y del mal.
Los raperos, con sus barbaridades, se han ocupado de eliminar todo resquicio moral”); “Cuenta vacía” (“Habla de la precariedad poéticamente. Hemos entrado en la economía precaria, de necesidades básicas sin cubrir”); la aflamencada “Fuerza distinta” (“Es feminista, aunque sin intención. Está diciendo que la violencia es débil”) y “La incertidumbre”, en la que conecta gente sin techo, Big Data y cambio climático.
Asegura, pese a todo, que no contempla con pesimismo el momento actual, aunque determinadas cuestiones, como el maltrato al planeta, le sumen en profunda tristeza. “Lloro mucho”, confiesa. “Me he permitido llorar. Cada vez siento más esa sensación de adiós a la naturaleza en su acepción más amplia. Y me pongo a llorar tan fuerte cuando toco un árbol milenario… Ayer mismo. Lo abrazo y digo: ‘Papá’. Es el verdadero Padre Nuestro. Respiramos gracias a que existe. Estamos en el punto en que puede ser que nos extingamos antes de lo que creemos, porque lo hemos hecho mal. ¿Qué hemos hecho mal? Todo. Hemos llegado muy tarde al reciclaje, a los plásticos, al mar, a los incendios, a todo. Cuando era pequeña ya se hablaba de eso. Hay un crecimiento exponencial humano en la tierra para que todo esté superpoblado y no nos lleve absolutamente a nada”.
Enajenación colectiva
En su opinión, vivimos en un mundo en el que la complejidad de los individuos nos está conduciendo a una especie de enajenación colectiva. “Por eso ahora están apareciendo tantas vertientes en la psicología: el obsesivo-compulsivo, el que se victimiza, el psicópata, el sociópata, el pasivo-agresivo, el bipolar… Los animales no son así. Hay ciertas cosas que hace el ser humano que son un poco sobrenaturales, están por encima de la naturaleza. Los animales se adaptan al medio, pero el ser humano es un inadaptado. Ha tenido que aprender a través de su cerebro, lo que da una pista de que es posible de que no sea de este planeta. Es probable que se confirme lo que decían Asimov y otros: hay un gen extraterrestre en el ser humano. Si analizas la historia de Jesucristo te das cuenta de que había cosas raras: ¿de dónde venía? Muy normal no es esa historia. Hay muchas incógnitas en el ser humano”.
Similar fatalismo le produce la música de hoy. “El urban solo necesita de un ordenador. Por ese lado, nos está quedando una sociedad que procastina muchísimo. Es un momento muy perezoso. Todo lo que había que hacer para montar una banda, algo que antes estaba rodeado de romanticismo, ha desaparecido. Es un cambio muy dramático. La cadena de valor está rota. Muchos músicos se han quedado sin trabajo, lo mismo que arreglistas, técnicos, productores… Hacer música no es estar delante de un ordenador. Soy una persona muy ecléctica, he aprendido mucho de la electrónica, pero siempre como complemento, nunca poniéndola en primer plano. La belleza de estar en un estudio con músicos no tiene parangón”.
Mercedes nació en Madrid, hija y nieta de madrileños, y estudió Letras Modernas en La Sorbona. Allí se empapó de la cultura del rock, aunque la vocación le venía de antes. “Yo ya sabía que me iba a dedicar a la música. París fue como una constatación”, explica. Regresó a España en 1984, justo para zambullirse en la efervescente movida madrileña, aún en su esplendor. Con el batería Carlos Torero formó La Llave, grupo al que luego se unirían reputados intrumentistas como el bajista Fernando Illán y el saxofonista Arturo Soriano (quienes ocupan un lugar destacado en los anales del rock nacional como productores de Rosario y Antonio Flores). En 1985, La Llave se presentó al Trofeo de Rock Villa de Madrid y lo ganó. Sin embargo, un año después, la banda se disolvió.
Las largas noches de los ochenta
En 1986 Mercedes publicó su primer disco en solitario, Entre mi sombra y yo, en la multinacional Epic, al que seguiría el imprescindible Tengo todas las calles, de 1988. Entró así por derecho propio en la escena musical de finales de los ochenta, desenfrenada y hedonista. Recuerda aquel ambiente como “increíble, muy intenso, maravilloso”.
Vivió a tope las largas noches en las terrazas del paseo de la Castellana (conocida entonces como “Costa Castellana”) en compañía de Nacho Cano (“era el rey del mambo”), Marta Sánchez (“nadie lo sabe, pero nos hicimos amigas íntimas”), Miguel Bosé, Tino Casal… “La gente era guapísima, las drogas muy buenas, el éxtasis muy bueno… Fue un momento único de lo que se llamó la beautiful people. Mi disco Tengo todas las calles estaba impregnado de esa atmósfera. No paré de ir a Barcelona, a Ibiza… No me arrepiento de nada. Lo viví con una intensidad tan grande, incluso el peligro… Me dio tantas ideas… El miedo a morir incluso”. Era una más en aquel vibrante mural de rostros felices y actitudes flamígeras.
El 14 de junio de 1989 tropezó con una persona que cambiaría su vida. Aquella noche primaveral, Mercedes actuó en la sala Zeleste de Barcelona en un concierto de homenaje a John Lennon, en el que también comparecieron Luz Casal, Javier Gurruchaga, Ramoncín, Pablo Carbonell (Los Toreros Muertos), Jorge Martínez (Ilegales), Carlos Segarra (Los Rebeldes), así como veteranos de nuestro rock como Micky, Leslie (Los Sírex) y Santi Carulla (Los Mustang). Todos interpretaban clásicos del desaparecido exbeatle ante una encendida audiencia y una espectadora de excepción: Yoko Ono.
Evoca Mercedes que durante su actuación “hubo una magia especial en el escenario”. Tanto fue así, que, para sorpresa de los asistentes, Yoko Ono subió a la tarima, dando con ese gesto su total bendición. Luego hablaron, y Yoko Ono le animó a que se trasladara a Nueva York a desarrollar allí su carrera. Unos meses después, Mercedes siguió su consejo. Visitó a Yoko en su casa de Nueva York, donde la artista japonesa vaticinó que la música en castellano llegaría a ocupar un lugar importante en el mundo. Alternando estancias largas en Estados Unidos —la más prolongada, entre 1991 y 1994— con regresos a España para grabar sus discos, en esa etapa en la independiente DRO/GASA, Mercedes Ferrer resurgió con más fuerza que nunca.
Porque lo mejor estaba por llegar. En 1996, su amigo Nacho Cano la invitó a colaborar en el disco El lado femenino, en el que varias mujeres de la música interpretaban canciones del exintegrante de Mecano. Le ofreció la mejor canción del álbum, a la postre una de las más bonitas del pop español de los noventa, el mayor éxito de Nacho en solitario y por la que Mercedes Ferrer será siempre recordada: “Vivimos siempre juntos”.
“Nacho tiene un talento, una simpatía, una personalidad… Es un grande”, dice. “Me enorgullece muchísimo, porque es un trabajo de dos. Fue la jugada perfecta. Es como el gol Maradona de ‘la mano de Dios’. Cuando alguien mete un gol así, no lo olvidará en toda su vida. Nos lo merecíamos. Nacho ha sufrido mucho, y al final nos unimos en esta maravilla. Aún me emociona. No creo que seamos personas normales. Cuando nos conocimos, echamos chispas. Somos muy parecidos en muchas cosas: muy incomprendidos, gente emprendedora, luchadora, con mucha voluntad… en un país descreído, con poca imaginación. Somos gotas de agua. Dijimos: ‘Vamos a hacer algo grande’. Sabíamos que lo estábamos haciendo, totalmente”.
Los álbumes de Mercedes se han sucedido desde entonces hasta rondar la decena, en diferentes compañías y algunos, los más recientes, autoeditados. “No he tenido hijos, he tenido discos”, dice. “El tiempo de gestación de un disco es muy parecido al de un parto; de hecho, es exactamente igual, y cuando el disco sale la sensación es que has parido, por supuesto. Es una creación. Les pasa también a los chicos”.
Ahora Fieras feroces la sitúa de nuevo en la línea de fuego del rock español, y espera que pronto dé lugar a una gira. De momento ya está confirmada su actuación, junto a Aurora Beltrán, en el festival Ellas Son Artistas que se celebrará el 13 de octubre en A Coruña. Mientras, su acusado instinto creador sigue marcándole el rumbo: “Con la edad, me he vuelto más selectiva. No he perdido nunca la curiosidad. Es lo bonito del oficio de artista. El no perder la curiosidad te hace mantenerte joven”, dice.