En 1967, Jann Wenner fundó, junto a su mentor el crítico musical Ralph J. Gleason, la revista que se convertiría en sinónimo no de música, sino de gusto musical. La diferencia es significativa. La 'Rolling Stone Magazine', hoy con versiones en distintas partes del mundo, incluidas varias en español, ha sido durante varias décadas un indicador del talante intelectualmente aspiracional de la clase media cultural. Y lo ha sido con irreverencia desacomplejada, e incluso en muchas épocas, con genuina vocación de agitación periodística y cultural en el sentido más amplio y más político. Si hablamos de la conquista de lo cool, la Rolling Stone ha transitado varias veces ese camino, de ida y de vuelta.
Y en gran medida, ese posicionamiento único en la historia del periodismo, se debe a Wenner. Amigo de Dylan, de Jagger, de Springsteen, elegido por Yoko para salvaguardar el legado de Lennon, descubridor de Annie Leibovitz, editor de Hunter S. Thompson, autor de algunas de las mejores 'Rolling Stone interviews'... Si sus méritos hablaran por sí mismos, la historia hubiera seguido su curso. Pero además habló él y Troya sigue ardiendo.
"A ver, déjame pensar...", le dijo a Wenner al periodista David Marchese de 'The New York Times', un antiguo colaborador suyo, cuando le preguntó por qué los protagonistas de su libro eran siete hombres blancos, ni una sola mujer, ni una sola persona racializada. Y lo pensó. Ese es el problema, que lo pensó. Y sus meditadas declaraciones dejaron entrever una serie de prejuicios a estas alturas imperdonable para esa entelequia (ciertamente moralizante y punitivista) que conocemos como opinión pública.
"Los seleccionados tenían que cumplir un par de criterios, pero era simplemente mi interés personal y mi amor por ellos. En cuanto a las mujeres, ninguna era lo bastante elocuente a este nivel intelectual". ¿En serio? Aretha Franklin, Joni Mitchell, Carol King... ¿Madonna?
Al periodista le flipa sobre todo el tema Joni Mitchell y se lo hace saber, además de darle la oportunidad de reformular, pero Wenner se sigue hundiendo en las arenas movedizas de sus prejuicios: "No es que no sean genias creativas. No es que sean poco elocuentes, aunque, ve tú a tener una conversación profunda con Grace Slick o Janis Joplin. Anda, dale. Sabes, Joni [Mitchell] no era una filósofa del rock ‘n’ roll. Ella, en mi opinión, no pasaba la prueba. Ni por su trabajo ni por otras entrevistas que hizo. Las personas que entrevisté eran filósofos del rock". Aquí suena la música del Titanic tocada con flauta.
Pero hay más, sobre el hecho de que todos sus entrevistados sean blancos, el que fuera director de la revista nunca le dio demasiada bola al hip hop, dice: "De los artistas negros, ya sabes, Stevie Wonder es un genio, ¿no? Supongo es lo que pasa cuando usas una palabra tan amplia como “maestros”, el error está en usar esa palabra. ¿Quizás Marvin Gaye o Curtis Mayfield? Quiero decir, simplemente no se expresaban a ese nivel". Dale con lo de la supuesta incapacidad para expresarse. O sea, Springsteen es Springsteen pero tampoco es Demóstenes. Ni Vattimo. Pero observemos cómo cae Wenner: "Solo por relaciones públicas, quizá debí haber seleccionado un artista negro y una mujer para incluir aunque no estuvieran a la altura de ese mismo estándar histórico, solo para evitar este tipo de críticas. Y lo entiendo. Tuve la oportunidad de hacerlo. Tal vez soy anticuado y me importa un carajo o yo qué sé". Esto último guay ¿no?
Pero Wenner, que ha sido expulsado en tiempo récord del consejo del Salón de la Fama del Rock, institución que él mismo ayudó a crear -además de ser durísimamente criticado por artistas negros, por la propia Rolling, que dejó de dirigir hace cuatro años y por su propio hijo- ha emitido un comunicado de disculpas. Lo que está bien, claro, pero no soluciona nada. Se arrepiente mucho de haber usado mal las palabras, dice. Y realmente el comunicado no puede haber sido más penosos e incluso contraproducente.
Mientras tanto, otros fans simplemente lamentan que una revista que avivó con sus portadas la fama de mujeres icónicas, de Janis Joplin a Taylor Swift, y que puso a artistas como Tupac Shakur bajo su mítica cabecera se vea salpicada por estas por lo menos erráticas declaraciones. Como dicen, somos amos de la palabras que callamos y esclavos de las que pronunciamos. Y cualquiera creería que un comunicador de su increíble trayectoria sería consciente de la diferencia.