El extraño caso de 'Aquí no hay playa' y el anuncio del reciclaje: “La canción ya no es nuestra, es de todos”

  • Este verano una campaña publicitaria nos ha hecho evocar el éxito de The Refrescos de 1989. “A partir de mi canción han hecho otra muy, muy similar”

  • El tema se ha hecho más grande que la banda que lo creó. “Eclipsó al grupo”, admite Bernández (59), su cantante y compositor. “Ya no es mío, es de todo el mundo. Como puede verse”.

  • Mientras, The Refrescos siguen actuando por toda España y preparan disco nuevo.

Este verano todos hemos tenido la sensación de que 'Aquí no hay playa', el éxito de The Refrescos de 1989, volvía a acompañarnos, 34 años después, ahora como base musical de una campaña de publicidad que fomentaba el reciclaje. A decir verdad, la campaña predicaba con el ejemplo: lo primero que reciclaba era la canción, que no es 'Aquí no hay playa'; pero se le parece mucho.

“Es buenísimo”, dice el siempre optimista Bernárdez (Bernardo J. Vázquez, 59), cantante, alma e imagen del grupo. “La gente me llamaba: ‘Oye, que está sonando…’, y yo: ‘Nadie me ha pedido permiso’. La escuché, y no es ‘Aquí no hay playa’. Pero está hecho de puta madre, con los mismos arreglos, el mismo sonido, el mismo tempo, una voz parecida, los giros son muy parecidos, pero no lo es. Pero te recuerda a eso. Yo mismo la escucho y… Es, pero no es. Me quito el sombrero: los tíos, a partir de mi canción, han hecho otra que se le parece”.

Ni siquiera la alta exposición de esa canción melliza le ha beneficiado aportándole más conciertos. “A estas alturas no me da más promoción. Es una canción que ya no es mía, es de todo el mundo. Como se puede ver”. En realidad, Bernárdez sigue sin comprender la arraigada relación entre “Aquí no hay playa” y todo lo que tiene que ver con el verano. “Es una canción sobre Madrid”, alega. “Es la antítesis de una canción del verano. Dime tú qué tiene que ver Madrid con el verano. Es graciosísimo. Jamás la enfoqué así. Soy de Vigo, y cuando llegué a la capital [a mediados de los ochenta para estudiar Periodismo], en verano echaba de menos la playa”.

Lo cierto es que “Aquí no hay playa” fue la canción del verano de 1989; ese agosto llegó, en consecuencia, al número uno de la lista de Los 40 Principales. Causó sensación, no solo por su espasmódico ritmo ska y lo divertido de la letra, sino porque veníamos de unos años en que Madrid se había arrogado la posición de ombligo de España (para algunos, del mundo) en lo tocante a la música y la cultura en general. Y llegaban The Refrescos y le ponían una pega.

“A finales de los ochenta, nuestro grupo era otro rollo”, dice. “Como la Generación del 27 con respecto a la del 98. Para mí la movida madrileña era una movida de pijos. Uno era hijo de un ministro de Franco, otro de un director de cine… Guay, pero yo prefería juntarme con gente de Entrevías, Vallecas, de la periferia. Eso me llamaba más. Ahí se entendía la música de un modo más social. A nosotros nos molaban los Specials, los Jam… grupos británicos con letras comprometidas. Aquí se cantaban moñadas sobre chicas y Cadillacs. Por eso nosotros fuimos el paso siguiente a la movida, aquella movida promovida por el ayuntamiento”.

Aun así, reconoce el valor de ese estallido multicolor que fue la movida. “Rompió con la España en blanco y negro, algo importante aunque fuera superficial. La música que ponían en Radio 3 era una ventana maravillosa, aunque ya sabemos que Radio 3 pone música de Ikea, que no molesta a nadie. Había mucha menos gente que ahora y por las noches coincidíamos los mismos en los mismos sitios. Yo salía solo, y un día acababa con el grupito de Alaska, Almodóvar y McNamara, otro con distinta gente… A mí me parecía impresionante. Venía de Vigo, de unos años en que lo que había eran barbudos reivindicativos e hijos de fascistas con pistolas. Yo tenía compañeros en el instituto que llevaban pistola; sería de su padre. Suena a Sarajevo, pero eso era aquí, en los setenta”.

El niño que quería ser director de orquesta

De niño, Bernárdez quería ser director de orquesta. “Ponía música de Mozart y me encerraba en el despacho de mi padre a dirigir. Esa era mi ilusión”, rememora. Estudió Solfeo, Guitarra y Canto Coral en el conservatorio. Sin embargo, pronto recibió la llamada del rock, que desvió su académico camino. Su primer grupo lo formó con el hermano pequeño de Germán Coppini y el batería que tocaba con los futuros fundadores de Siniestro Total.

“A los dos meses de llegar a Madrid eché en falta eso”, añade. Buscando piso en un periódico se topó con el anuncio de una banda que buscaba cantante. “Ahí conocí a Albertín Sobórnez y a Pardini, bajista y guitarrista de The Refrescos. Al principio cantaba sus canciones y poco a poco fui aportando las mías”. De una de ellas, “Aquí no hay playa”, compuso letra y música. “La idea se me ocurrió paseando al perro de mi hermana; era una perra, en realidad, pero queda mal decir: la perra de mi hermana”.

Antes de que se incluyera en su primer disco, The Refrescos (1989), la habían tocado muchas veces en directo, palpando desde el principio el escozor que producía en parte de la audiencia. Algunos la tomaron como una afrenta a los Madriles e incluso como una réplica a “Todos los paletos fuera de Madrid”, de Séptimo Sello (1985). “Tuvimos problemas en los garitos”, recuerda. “Hay gilipollas en todas partes; en Madrid, como hay más gente, hay más gilipollas. Decían: ‘Os metéis con Madrid’. No pasaba desapercibida, aunque para nosotros era una canción más”.

Cuando la canción empezó a programarse en la radio, el éxito fue instantáneo, sorprendiendo incluso a su creador, que ya por entonces empezaba a cansarse de la música y sopesar el centrarse en la profesión periodística (trabajaba en el departamento de documentación del diario Marca). “Ya estaba harto. Los de Polydor nos ofrecieron un contrato y dije: ‘Vale, yo firmo, pero no me voy a dedicar a esto’. Y mira las vueltas que da la vida”. Aquel junio salieron de gira, y al regresar en octubre a Madrid se encontró con que la gente lo reconocía por la calle. Contribuyó a su repentina fama el hecho de que en esos días estuviese presentando un programa de televisión, Cajón desastre (que sustituyó en la parrilla a La bola de cristal).

Una canción más grande que el grupo

Al fin, la canción se hizo más grande que el grupo. Mucha gente no conoce otro tema de The Refrescos que no sea “Aquí no hay playa”, ni tiene noción del sesgo de crítica social de su discografía. De hecho, The Refresos son dos cosas: “Aquí no hay playa” y Bernárdez con sus gafas. “Eclipsó por supuesto al grupo”, admite. “Pero es bueno. ¿Qué canción conoces tú de Muchachito Bombo Infierno? Recuerdo que nos quejábamos al jefe de producto de la compañía ¡de que estábamos sonando mucho! De pronto, nuestros conciertos dejaron de atraer a peludos y se llenaron de niñas”.

En una ocasión, Julián Hernández, de Sinistro Total, le comentó a Bernárdez que sus padres, durante un caluroso viaje por Egipto, escucharon al guía comentar: “Y como dice el refrán español: ‘Vaya, vaya, aquí no hay playa”. Bernárdez sigue sin salir de su asombro: “¡El refrán español! Habrá ocurrido con otros grupos, pero muy pocos. Fue desmesurado. Con la compañía andábamos a la greña. Querían llevarnos a Rockopop, el programa de Beatriz Pécker, y decíamos que no; ese rollo nunca nos gustó. Muchos grupos de la época nos defraudaron como personas. Para estrella, Michael Jackson. Entonces decían: ‘También os han llamado del programa de Concha Velasco…’. Decíamos: ‘¡Ese, ese, vayamos a ese!’. Queríamos conocer a Los Diablos, a Georgie Dann, a Mari Carmen y Sus Muñecos… Es nos llamaba más la atención”.

Sea como fuere, The Refrescos vivieron su etapa dorada en los primeros noventa. Hicieron buenas migas con otros próceres del momento, como Javier Andreu (La Frontera), Los Enemigos, Tennessee… Las tornas cambiaron a mediados de la década, cuando la incipiente escena indie arrinconó a los músicos que habían empezado en los ochenta. “Recuerdo un concierto con Los Planetas en Granada. La bajista tocaba de espaldas. El público estaba aburrido, porque era una fiesta. Salimos nosotros y arrasamos. El indie me parece pop de toda la vida pero de gente que va de guay. Todo lo contrario de mi forma de ser. Hay músicos buenísimos, pero no va conmigo”, dice Bernárdez.

Después de tres álbumes en Polydor, rompen con la compañía y siguen tocando en directo. Tras el disco ¿A qué piso va?, publicado en una independiente en 1996, el cantante dice que lo deja. La banda se deshace. “No podía más”, explica. “Estaba harto del showbusiness. Llevábamos muchos años juntos. Quería cortar con eso. Yo era superpopular, y me desagradaba. Aparte, me gusta cambiar, hacer cosas distintas”.

Se dedicó un tiempo a la docencia (diseño gráfico, marketing) y, con especial énfasis, a estudiar interpretación en la academia de la reputada Cristina Rota. “Me enganchó mogollón”, reconoce. Precisamente ese periodo actoral, aunque le apasionaba, le ayudó a percatarse de que su papel en el mundo es cantar. Por un lado, Rota reforzaba la personalidad de sus pupilos mediante técnicas cercanas al psicoanálisis; la fama dejó de ser un problema. “Te hace muy fuerte”, explica. Por otro, le hizo ver que renunciar a su capacidad para hacer disfrutar a los demás era absurdo. Durante una clase en que Bernárdez interpretaba un monólogo muy íntimo e intenso, observó indignado cómo sus compañeros se reían. La profesora le dijo: “Si tienes el don de hacer reír a la gente, algo tan difícil, ¿por qué quieres hacerla llorar?”.

Un retorno casual

Lo sopesaba el bueno de Bernárdez cuando un día se cruzó por casualidad en el supermercado a Fernando López, cantante de Modestia Aparte. Este le contó que iban a actuar en La Riviera, y le invitó a subir al escenario a unirse en alguna canción. Bernárdez aceptó. “Salí, vi la alegría de la gente y pensé: ‘¿Cómo he dejado esto?’. Y volví. Me di cuenta de que este mundo es el que me hace feliz”. Primero formó The Gambas, que publicó un disco en 2008 (Alegría social, título paradójico en plena crisis). Poco después, en 2009, los renacidos The Refrescos se unieron a una gira itinerante con otros músicos de finales de los ochenta, organizada por el líder de Modestia Aparte.

Aunque no se queja en absoluto (“A mí siempre me va bien”, dice), se ha topado con dos realidades que obstaculizan el que las bandas veteranas puedan dar a conocer su material reciente. Una es la fiebre de los grupos tributo. “No se aceptan los discos nuevos de The Refrescos, o de Javier Andreu de La Frontera, o de La Guardia. No, la gente quiere aquellas canciones, las toque quien las toque. En Nueva York ponen carteles en los bares que dicen: ‘Aquí tocamos música original’. Allí está mal visto. Me hace gracia ver tributos a Hombres G, que siguen en activo. Me parece bien todo, al final es música, pero es un problema que la gente solo quiera eso. Ese rollo de conocer lo nuevo ya se ha perdido”.

Por otro lado está el creciente interés de los más jóvenes por estilos musicales que nada tienen que ver con el pop o el rock. En este caso se muestra comprensivo. “Al contrario que el indie, el reggaetón sí que es ruptura generacional. Y social. Yo lo defiendo, aunque no lo entiendo. Un chaval de veinte años, ¿qué va a escuchar, la música de viejos nuestra? ¿Tú escuchabas bolero cuando tenías veinte años? A mí ahora me flipa el bolero, pero a los veinte años, si ya me parecía antigua la música de los Rolling Stones y los Beatles…”.

Así las cosas, el título elegido para su último trabajo hasta la fecha tiene todo el sentido: Retro power (2021). “Ahora hago los discos que me da la gana, porque soy consciente de que ninguno va a superar el ‘Aquí no hay playa”, sentencia. Actualmente Bernárdez, padre de tres hijos (el mayor, de 25; y dos más pequeños, de cinco años y de nueve meses), vive solo de la música; de la que compone y graba para The Refrescos y la que factura para otros grupos. Prepara nuevo disco para 2024. Mientras, se lo pasa pipa repartiendo alegría allí donde toca y llenando recintos tan especiales como la Plaza Mayor de Madrid, donde actuaron el pasado mayo.

“Ahora cada bolo es un regalo, un disfrute. Tenemos la suerte de que siempre es en sitios maravillosos. Y siempre en fiestas. ¿Yo de qué me quiero rodear, de gente enfadada, de gente ñoña…? No. De gente feliz, que grite, que cante, que se ponga hasta las trancas. Siempre tocamos ante gente feliz. El otro día lo comentaba con Amancio y Roberto, de Tennessee: esta vida es un regalo. Nos hace felices, nos mantiene jóvenes, te rodeas de gente feliz. Es un regalo. Y pienso seguir disfrutándolo. Me voy a morir tocando ‘Aquí no hay playa”.