Cuando el alcohol y las drogas pueden al rock 'n' roll: por qué tantos músicos no viven para contarlo
El periodista Ian Winwood aborda en 'Bodies' el problema estructural que afecta a la industria musical más allá del aura mítica de sus ilustres muertos prematuros
En el sector se asumen unas dinámicas irresponsables en torno al alcohol y las drogas que resultarían inaceptables en cualquier otro tipo de trabajo
Ron de los Stones, whisky de AC/DC y vino de Pearl Jam: las bebidas de tus grupos favoritos de rock
Forma parte de la leyenda romántica del rock 'n' roll aquello de vivir rápido, morir joven y dejar un bonito cadáver. A ese club de ídolos fallecidos antes de tiempo pertenecen miembros tan distinguidos como Jimi Hendrix, Jim Morrison, Janis Joplin, Kurt Cobain o Amy Winehouse. Todos ellos con algo en común, más allá de marcharse con 27 años: el consumo en cantidades ingentes de alcohol y drogas. Se asume que beber y drogarse va en el pack del oficio del músico, como si fueran un peaje necesario para llevar al límite su arte, pero, más allá de la fascinación que ejerce ese aura mítica, todas esas muertes prematuras revelan un problema estructural mayor: algo falla sistemáticamente en la industria musical para que tantos artistas se hayan quedado trágicamente en el camino.
MÁS
A explicar el por qué de esta anomalía en forma de suicidios, sobredosis y muertes accidentales que afecta no solo a músicos, sino también a técnicos, managers, prensa o montadores, se entrega el periodista musical Ian Winwood en 'Bodies: Vida y muerte en la música' (Liburuak, 2023). Y lo hace con conocimiento de causa, pues en sus tres décadas de trabajo él mismo ha sido testigo y protagonista de esta tendencia irresponsable y disfuncional que se extiende por todo el show business.
Desenfreno rocanrolero ¿interesado?
Winwood examina las razones de que en la industria musical se hayan dado por sentadas unas dinámicas inconscientes que resultarían inaceptables en cualquier otro tipo de trabajo, como que se te ofrezca alcohol de manera automática aunque no lo pidas o que alguien sea capaz de conseguir droga en menos de 15 minutos. “Frank Turner dice que lleva toda la vida trabajando en un entorno en el que es mucho más fácil conseguir alcohol que fruta. Si te acabas todo el alcohol, alguien te traerá más, pero si pides una tostada con queso o una taza de café, la cosa se complica”, explica el periodista en elDiario.es.
Las causas quizás haya que buscarlas en los mismos orígenes del rock'n'roll, cuando "Jerry Lee Lewis, Chuck Berry y Carl Perkins viajaban en coches de ciudad en ciudad y tomaban speed para aguantar. Esta dinámica nunca ha desaparecido. Si yo fuese ligeramente conspiranoico podría pensar que para que el negocio siga reportando beneficios a la industria, ya va bien que se perpetúe este desenfreno rocanrolero. Así, los músicos no dedicarán su tiempo libre a consultar los libros de cuentas ni a descubrir porqué cobran un porcentaje tan pequeño de los beneficios", relata Winwood.
Un serio problema de salud mental
Un estudio de la Universidad de Sydney llegó a la conclusión de que los músicos suelen fallecer 25 años antes que otras personas, después de haber examinado a un total de 12.655 músicos que murieron entre 1950 y 2014. Además, encontró que la tasa de suicidio entre ellos es entre dos y siete veces mayor que en la población general. Nada de esto es casual. Al menos ya no se ignora que hay un problema de salud mental en la industria musical. En los últimos tiempos han surgido colectivos como MITC (colectivo de terapeutas de la industria musical), formado por psicólogos especializados en los problemas de los músicos y su entorno, aunque surge la duda de si lo que realmente necesitan estos músicos es un psicólogo o un sindicato.
“Ni siquiera es necesario que te drogues o te alcoholices para acabar totalmente colapsado”, puntualiza Winwood. La propia dinámica del negocio, al límite de la explotación, fomenta esa tendencia al colapso. La habilidad de la industria para exprimir a los músicos ha encontrado nuevas vías de expresión en el siglo XXI: desde las apretadas agendas de promoción a las giras interminables, pasando por la propia autoexigencia del artista.
“Los músicos llevan años soñando con la posibilidad de acceder a esa situación y si se quejan de algo o en su cabeza escuchan una leve voz que les sugiere que esto no debería funcionar así, se sienten desagradecidos. Sienten que no deben quejarse de algo por lo que tanto han luchado y que tanto deseaban”, resume el periodista. Por ello se pregunta si se necesitan más cambios estructurales y más conciencia colectiva en vez de tanta glorificación del lado oscuro del rock.