'El Último de la Fila' vuelve para revivir sensaciones felices: “Hay una parte de memoria, de recordar la juventud”
Un cuarto de siglo después de su separación, Manolo García y Quimi Portet han vuelto a grabar juntos un disco: ‘Desbarajuste piramidal’.
“Trabajar a dúo disimula tus defectos y potencia tus virtudes”, dicen del regreso a la disciplina de grupo para este trabajo de actualización de sus clásicos.
Entre otras muchas cosas, les une un peculiar sentido del humor. “Llevamos 45 años riéndonos de las mismas chorradas”.
Uno de los más improbables regresos de la historia moderna de la música en España ha terminado materializándose: El Último de la Fila han vuelto. Improbable, por no decir imposible, pareció muchos años que Manolo García (68) y Quimi Portet (66) se juntaran de nuevo; la exitosa carrera en solitario del cantante y la divergencia musical que por separado han evidenciado —Portet se inclina por el catalán como idioma de sus trabajos como solista, más alternativos—, diluían por completo las esperanzas de los fans que ansiaban que uno de los grupos clave del rock nacional de los ochenta y los noventa retomara la actividad que cesó en 1998. Pero ha ocurrido.
El propio Manolo García refrenda que hasta ahora les había parecido innecesario unir de nuevo sus talentos: “Teníamos la sensación de que estaba todo dicho. No se puede rebañar el plato: es de mal tono”. Sin embargo, a finales de 2021, les pidieron que grabaran una nueva versión de “Aviones plateados” para un homenaje al periodista Ángel Casas.
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“Estábamos en deuda con él: nos sacó de la oscuridad en su programa Disco exprés cuando estábamos en grupos paleolíticos”, dice Portet. Se encerraron en un estudio y grabaron la maqueta. “Resultó un aireamiento tan gigantesco de nuestra férrea disciplina familiar —añade—, de nuestras carreras en solitario, que fue como un recreo. La grabación incluía sus comidas, su carajillo, su cerveza, sus patatas, sus momentos de conspiraciones… Lo pasamos tan bien que seguimos insistiendo. Al poco tiempo teníamos un botijo lleno de canciones y decidimos continuar”.
El resultado es Desbarajuste piramidal, un disco en el que han vuelto a grabar un buen puñado de canciones de El Último de la Fila. “Pensamos en cómo hacerlo”, apunta García. “Lo derivamos hacia Los Rápidos, Los Burros, hacia esos grupos germinales, que habían dado la semilla para que luego existiera El Último de la Fila; interpretar las canciones de El Último por Los Burros. Fue muy divertido”. La mayoría de canciones del álbum estaban incluidas en los tres primeros trabajos del dúo. “Empezamos a buscar canciones desde los primeros discos y cuando llegamos a veintitantas, paramos”, reconoce el guitarrista.
Lo que se escucha en Desbarajuste piramidal es como si El Último de la Fila se hubiera formado en 2023. “Estamos aportando a las canciones nuestra nueva manera de hacer, quizá más pausada, menos alocada, sin perder esa inocencia, esa parte ingenua y simpática, pero disfrutando más del capotazo que das, porque eres más consciente de lo bonito que es el trabajo que haces. Estás un martes por la mañana tomando un café haciendo una canción que luego inspira a otras personas. Qué bonito es saber que hay gente a la que estás aportando algo con esta cosa tan liviana. Que te pare la gente por la calle después de un concierto y te diga: ‘Anoche fui feliz’ es un premio que te da la vida. Por eso estamos aquí”, dice Manolo García.
Pasado y presente
La esencia del sonido del dúo se mantiene, transportando de nuevo, cuatro décadas después, unas letras incomparables, a veces surrealistas, a la vez mundanas e intelectuales, cargadas siempre de significado. “Si algo ha caracterizado a El Último de la Fila —explica Manolo García— ha sido su tarea recopilatoria de palabras en desuso. Ha habido una complacencia en la parte de los textos. No nos hemos limitado a unir unas melodías. Ha habido una intención lírica, una búsqueda”.
Explica Quimi Portet que en la decisión de regresar al estudio ha habido un claro componente nostálgico: a ambos les apetecía revivir sensaciones felices del pasado: “Hay una parte de memoria, de recordar la juventud. Cuando tienes 28 años la memoria ocupa muy poco: la primera comunión, un par de personas… Pero cuando tienes sesenta y tantos, la memoria ocupa gran espacio de ese disco duro y representa gran parte de tu gasolina emocional al ponerte a escribir. Por eso los poetas viejos escriben cosas del pasado y los jóvenes, del futuro. No somos ni poetas ni músicos jóvenes, y la memoria ha formado parte de este trabajo, pero solo en la selección de los temas. Cuando llegábamos al estudio peinados y con colonia, éramos nosotros en este momento, con nuestra sensibilidad de ahora, y abandonamos esa nostalgia. Saber compensar esas dos cosas ha ayudado a que el disco llegara a buen término”.
El Último de la Fila publicó en 1985 su primer disco, Cuando la pobreza entra por la puerta, el amor salta por la ventana. Hasta 1995 publicaron un total de seis obras imprescindibles, que definieron un nuevo sonido mezcla de rock y raíces aflamencadas. Desde 1998, tras la disolución del dúo, Manolo García ha lanzado nueve discos, cada uno de los cuales seguido de su correspondiente baño de masas por escenarios de todo el país. Otros tantos ha editado Quimi Portet, con un ángulo menos comercial. Por tanto, con Desbarajuste piramidal, ambos se someten de nuevo a la disciplina de grupo.
“Cuando decides empezar una carrera en solitario —dice Portet— tienes que aceptar que te enfrentarás no solo a tus virtudes, sino a tus defectos. Tendrás que aprender a vivir con ello. El trabajo en equipo, más cuando en el equipo hay una dinámica fácil (desde el principio vimos que éramos compatibles), disimula tus defectos y potencia tus virtudes hacia extremos a los que nunca habías aspirado llegar. Cuando trabajamos juntos ambos somos conscientes de ello. El Último de la Fila no es Manolo García ni Quimi Porter: es un monstruo extraño que se crea cuando trabajamos juntos; un monstruo con una autonomía singular que a nosotros se nos escapa un poco. Si somos insconscientes por separado, juntos lo somos aún más”.
Como las parejas
Mucho se especuló acerca de la razón de su separación. Se dijo que a Manolo García, como a tantos otros cantantes, le apetecía probar suerte por su cuenta; que Quimi Portet prefería cantar en catalán; que este había tenido una hija y las obligaciones paternas le impedían seguir el ritmo del grupo. Nunca ha quedado del todo claro. De lo que no hay duda es de que a lo largo de este tiempo la relación entre ambos ha sido cordial; el retorno al trabajo conjunto lo refrenda.
“Es como las parejas: debe haber respeto, admiración y complicidad”, declara Manolo García. Lo ilustra recordando la primera vez que vio tocar a su compañero, quien por entonces militaba en Kul de Mandril: “Yo estaba en Los Rápidos, y lo escuché desde la trasera de un camión donde me estaba cambiando; estábamos en algún festival infame [el festival Rock de Lluna, celebrado en Els Hostalets de Balenyà el 20 de junio de 1981]. Pensé: ‘Este pájaro es interesante’. Y como soy como soy, al acabar el concierto, fui a la barra del bar y le entré. Le dije: ‘Estamos buscando un guitarrista’. Él debió de pensar de mí: ‘Este pájaro es interesante’. El resultado es una cosa maravillosa. Admiración, respeto, complicidad”.
Además de esos ingredientes, ni Manolo García ni Quimi Portet han perdido otro también importante, que planea en muchas de sus canciones y rige sus comparecencias públicas: el humor. “Es básico”, sentencia Portet. “Es una anarquía que triunfa por breves instantes. Vivimos en una cosa extraña que se llama civilización, incomprensible, y el humor es lo único que nos salva del tedio. Se habla mucho de la salud mental: cómo vamos a tener salud mental unos tíos que volamos a 300 kilómetros hora por unos tubos de hierro. ¡Cómo puede ser que unos primates se desplacen de un continente a otro en siete horas! ¡Es imposible! Bueno, es posible, pero es imposible que tengan salud mental. El humor es un medicamento saludable: es una constatación del absurdo de nuestra existencia y una afirmación de la propia existencia personal como algo que tiene sentido”.
Y añade: “Lo usamos todos. Cuando empiezas a tener amigos, estos son las personas con las que te ríes, con las que tienes códigos, por estúpidos que sean, de esos que solo os hacen reír a vosotros y que los demás no entienden. Nosotros con sesenta y pico hacemos lo mismo. Tenemos unas chorradas que solo nos hacen reír a nosotros. Incluso los familiares se asustan un poco. Dicen: ‘Estos tíos, ¿todavía están riéndose de esta chorrada?’. Sí, todavía nos da la risa. El humor es básico incluso en nuestras letras más serias”.
Chistes privados
Y ponen algunos ejemplos de lo que entienden por “chorradas que solo nos hacen reír a nosotros”: “Teníamos un percusionista africano —prosigue Portet— con el que salimos de gira por Europa, que a la hora de comer era un tragaldabas de cuidado, y cuando terminaba, decía: ‘Yo ha comido bien’. Todavía lo decimos. Hace cuarenta años de eso. Es uno de nuestros lemas, nos hace reír mucho. Nuestros familiares nos miran con cara apenada, pero nosotros no podemos terminar una comida sin decir: ‘Yo ha comido bien”.
Manolo García aprovecha para acordarse del teclista y percusionista gaditano Juan Carlos García, miembro de la banda de El Último de la Fila, que amenizaba los largos viajes por carretera con su incansable gracejo. “Son chistes que aún perviven. Incluso hoy nos decimos: ‘¿Cómo estás?’, y el otro responde: ‘¡Pues anda que tú!’. Llevamos cuarenta y cinco años riéndonos de esta chorrada. Nos hace reír mucho la sonoridad de muchas palabras, así como la observación. Ambos somos muy observadores de lo que acontece a nuestro alrededor: tenemos telepatía, no hace falta ni que nos digamos nada”.
Aseguran que no se cierran ninguna puerta (¿gira?) ni se la abren. De momento sus seguidores habrán de conformarse con este extenso disco que nos devuelve a la edad dorada del rock español; a aquellos años en que unos jóvenes Manolo García y Quimi Portet intentaban abrirse paso en la música sin saber muy bien cómo, pero con creciente éxito. ¿Qué consejos les darían a aquellos veintañeros soñadores, basándose en la experiencia de tantos años? “Si nos hubiera venido un tío de 66 años dando consejos, le habríamos mandado a cagar”, responde Portet. “Y si nos hubieran querido escuchar, les habría dicho: ‘Pa’lante”.