Sus compañeros de 'Golpes Bajos' recuerdan a Germán Coppini: "Nos juntamos los más golfos"

  • El día de Nochebuena de 2013, hace justo diez años, nos dejaba el cantante y letrista víctima de un cáncer de hígado.

  • “Era un tío tremendamente tímido. Y un obseso de la literatura”, dice Teo Cardalda.

  • “Debería estar mucho más reconocido, y sus canciones deberían escucharse más”, opina Pablo Novoa.

Entre toda la fauna humana que pobló la música española de los ochenta y noventa, Germán Coppini ocupó un lugar único, porque fue famoso y también maldito. No a la vez, porque primero gozó de breve fama en Siniestro Total y Golpes Bajos, y después la industria del pop lo envió al rincón de los castigados, donde a duras penas subsisten quienes, pese a su talento, no reciben la atención que se merecen. En el más ingrato oscurantismo pasó gran parte de su vida y la terminó, prematuramente, el 24 de diciembre de 2013, hace ahora diez años, víctima de un cáncer de hígado.

Pero aquellos pocos años de éxito de Germán Coppini López-Tormos, nacido en Santander el 19 de noviembre de 1961, dejaron una huella imborrable en quienes supieron apreciarlo. Con Siniestro Total, banda que fundó en Vigo con Julián Hernández y Miguel Costas (y antes en Coco y los del 1.500), grabó celebrados clásicos del gamberrismo punk como “Ayatolah”, “Matar jipis en las Cíes”, “Todos los ahorcados mueren empalmados”, “Me pica un huevo” o “Las tetas de mi novia”. Más sofisticado en sus gustos (no participó en la composición de los temas esperpénticos), en 1983 creó Golpes Bajos con Teo Cardalda, amigo del colegio Nebrija, centro conocido en Vigo por acoger alumnos rebotados de otros. Durante unos meses, compaginó ambas formaciones.

“El curso era muy divertido, y muy peligroso”, recuerda Teo Cardalda. “En esa época éramos adolescentes. Nos juntamos los más golfos. Hacíamos muchas trastadas, mucho más inocentes que las de hoy. Putadas a profesores, nos cogimos los primeros pedos...”. Quedaban para ensayar en un anexo de la casa de los padres de Teo, lugar que pronto se convirtió en punto de encuentro de mucha gente de la movida musical viguesa. “Mi padre entraba y decía: 'Aquí huele a porro' y al final acababa pidiendo un cigarro”, añade Teo.

Desde el principio ambos se dieron cuenta de que congeniaban en lo personal y lo musical, a pesar de sus marcadas diferencias. “Ya era muy especial. Muy, muy especial. Un amante absolutamente tremendo de la música. Tenía en su habitación una colección de vinilos espectacular, cosas de The Cramps, The Clash... Era un tío tremendamente tímido. Yo, en cambio, era mucho más abierto y me gustaba el rock sinfónico, mientras él seguía en Siniestro pegando unos gritos de la hostia. Pero le gustaba Roxy Music”. El anuncio de que Coppini dejaba finalmente Siniestro Total fue acogido con estupor en la ciudad: muchos no entendían como podía abandonar la banda más famosa de Vigo en su mejor momento. “En Golpes Bajos se sentía más realizado”, dice Cardalda.

Lector compulsivo

Hay dos facetas en las que Coppini destacó entre la caterva de músicos de la época. Una, su particular estilo como letrista: elegante, intelectual. “Sus textos tienen una magnitud fuera de lo normal”, opina Cardalda. “Escribía muy bien, como se aprecia en canciones como 'No mires a los ojos de la gente', 'Malos tiempos para la lírica', las de Devocionario... Era un obseso de la literatura. Los últimos años de su vida se los pasó leyendo todo el puñetero día”.

El otro aspecto que definía a Germán Coppini era su voz, su forma de cantar. Recuerda Teo Cardalda que cuando entraron al estudio a grabar el primer EP de Golpes Bajos, en 1983 (que ya contenía “No mires a los ojos de la gente” y “Malos tiempos para la lírica”), Germán estaba acatarrado, lo que acentuó el carácter afectado de su voz. “Le salió engolada, muy personal, y nos encantó. Y los temas los cantó de una manera tan especial que se quedaron así”, señala Cardalda.

Junto a Germán Coppini como cantante y Teo Cardalda como multiinstrumentista, integraban Golpes Bajos el guitarrista Pablo Novoa y el batería Luis García. “Yo lo conocí por medio de Teo; ambos iban al mismo cole y tocaban juntos”, explica Novoa. “Los chavales de Vigo que tocábamos nos conocíamos todos”.

“Tenía una cultura literaria y musical bastante amplia”, añade el guitarrista. “Había recibido una educación en ese sentido más extensa que la mayoría nosotros. Leía cosas que los demás descubrimos tiempo después. Y tenía talento suficiente para desarrollar esa cultura que había adquirido. Cantaba de una manera muy personal. No tenía a lo mejor unas condiciones vocales para ser un cantante melódico al uso, pero encontraba su sitio; sabía adaptar las melodías a su forma de cantar. Se basaba mucho en la música italiana, que era su influencia principal” (su abuelo paterno era italiano).

Novoa evoca las largas jornadas en el local y en el estudio donde Coppini dedicaba horas a pulir sus letras: “Se tomaba muy en serio todo. Era muy profesional. A veces era incluso demasiado lento trabajando, de tantas vueltas que daba a las letras. Se ponía el listón muy alto”.

Sin embargo, tras un par de años de actividad, Golpes Bajos se separaron por discrepancias entre los dos fundadores. Teo Cardalda formó Cómplices con su pareja, María Monsonís; Pablo Novoa inició en los noventa La Marabunta y acompañó en directo a muchos artistas; Luis García entró en Semen Up; y Germán Coppini, tras lanzar un EP en 1986 con Nacho Cano, probó suerte en solitario y al frente de grupos como Lemuripop o Néctar. Una suerte esquiva, a pesar de grabar media docena de excelentes discos, los últimos en sellos independientes. (En 1998, Coppini y Cardalda revivieron Golpes Bajos para grabar un disco en directo.)

“No se le ha hecho justicia”

Cardalda asistió al sepelio de Germán Coppini en el cementerio de la Almudena, en Madrid. “Fue un entierro jodido, muy temprano, con mucho frío. Eché de menos a mucha gente que creo que debería haber estado allí”, dice. Horas antes quiso estar unos minutos a solas ante el féretro abierto de su antiguo compañero. “Fue una sensación extraña: me vinieron a la cabeza alegrías, tristeza, felicidad, broncas...”.

Cardalda piensa que “no se le ha hecho justicia. Este país en ese sentido es una mierda. En Francia, en otros países, hay mucho más respeto por artistas que ya no están de moda. Es cierto que él tenía obsesión por hacer continuos cambios de registro, cada disco era diferente, pero a pesar de ser un artista que arriesgaba tanto, siempre debe haber un respeto general. Germán estuvo dando bandazos por las compañías. Eso sí, luego se murió y me llamaba todo Cristo para preguntar”. Una de las excepciones es Iván Ferreiro, admirador de Coppini y que en 2018 publicó el disco Cena recalentada, en el que revisaba las canciones de Golpes Bajos. También se le recuerda desde otras disciplinas: del 30 de noviembre al 9 de diciembre se organizó en Madrid la exposición El cuarto de los huéspedes, en la que artistas plásticos reinterpretaban canciones de Coppini.

Para Pablo Novoa, el paso del tiempo hace una criba de nombres, no siempre justa. “De cada generación quedan tres o cuatro y alrededor de ellos por lo menos otros tantos que tienen el mismo valor pero de los que pocos se acuerdan. Creo que, como Eduardo Benavente o Poch, Germán Coppini debería estar mucho más reconocido. Ya no es reconocimiento: deberían escucharse más sus canciones”.