En enero de 1984, un entonces desconocido grupo alemán llamado Alphaville, que nunca antes había publicado disco alguno, lanzó un single titulado “Big in Japan”. El tema fue ganando adeptos, hasta que el 9 de abril se situó en el número uno de los sencillos más vendidos en su país, desplazando del primer puesto a “Relax”, de Frankie Goes to Hollywood. Se mantuvo en lo más alto tres semanas. Su éxito fue expandiéndose gradualmente por el mundo: en agosto llegó al número ocho de la lista del Reino Unido; en España alcanzó la segunda posición. Alphaville aún no había lanzado ningún álbum (lo haría ese septiembre) y “Big in Japan” ya era un clásico de los ochenta.
Alphaville lo formaban, al principio, el cantante Marian Gold y los teclistas Bernhard Lloyd y Frank Mertens. Procedían de distintas partes de Alemania (Gold, cuyo nombre real es Hartwig Schierbaum, había nacido en la región de Renania del Norte-Westfalia), pero se habían conocido en Berlín, adonde llegaban nítidamente los ecos del synth-pop (pop de sintetizadores) en boga en Reino Unido. La buena maña con que replicaron esos sonidos queda patente ya en ese primer single, “Big in Japan”: su cadencia contagiosa, lenta pero bailable (muy similar a la de “Safety dance”, de Men Without Hats), y sus teclados esplendentes captaron enseguida la atención del público.
Y aunque cantaban en inglés, más inadvertida pasó la letra de la canción, la cual, quizá por el satinado envoltorio musical que la rodeaba, se interpretó como festiva o romántica, cuando era todo lo contrario.
El texto evoca imágenes que nos transportan a una ciudad en invierno, azotada por la nieve y el viento, y un personaje principal que dice estar esperando a su hombre esa noche “aquí en el zoológico”. El título recoge una expresión frecuente en la jerga del rock, y que hace referencia a bandas ignoradas en sus lugares de origen pero que, por alguna razón, son grandes en Japón. El galimatías aportaba un indudable halo de misterio a la canción, muy celebrado en tiempos de los nuevos románticos y el post-punk.
En 2019, Marian Gold explicó el significado de la letra en una entrevista a Classic Pop. “Refleja mi época en el Berlín Occidental a finales de los setenta, con aquel trasiego de drogas alrededor de la estación de tren y el zoológico, y todas esas cosas underground”, aclaró. La estación del Zoo era en los setenta un punto negro en el mapa de las drogas en Berlín; tanto es así que inspiró una novela (Los niños de la estación del Zoo, de 1978) y esta, a su vez, una película (Yo, Christina F, de 1981). Un ambiente de extrema sordidez que incluso atrajo a músicos como Lou Reed, Iggy Pop o David Bowie, que se afincaron en la ciudad alemana varios años.
En otra entrevista, concedida a Songwriting, Gold se mostró aún más explícito: “Tenía un par de amigos y en aquella época vivíamos en condiciones muy serias en Berlín Occidental. Básicamente vivíamos en la calle, y algunos de nuestros amigos eran drogadictos. Estaban metidos en el círculo de la heroína que había alrededor del zoológico de Berlín, y comencé a escribir sobre ellos. Esta canción trata sobre el ambiente de las drogas de finales de los setenta. Es una historia ficticia sobre una pareja de amantes que intentan alejarse de las drogas pero nunca lo logran; se imaginan en una especie de país de ensueño donde están libres de drogas, pero nunca logran llegar allí y es bastante dramático”.
El empleo de la locución “big in Japan” cobra sentido en ese contexto: “Esa frase sobre ser grande en Japón ha sido malinterpretada por todo tipo de personas a las que les gusta la canción”, añadió el cantante. “Ese verso tiene un significado concreto. Significa que si eres un completo perdedor, le estás diciendo a otras personas: 'No soy un perdedor, porque en Japón soy muy grande'. Es la mentira del perdedor, y encajaba perfectamente en la historia de estos adictos, de los que trata la canción, de una manera muy trágica”.
La explicación induce a pensar que Marian Gold también estaba metido, en mayor o menor grado, en tan insano corrillo. A mediados de los ochenta, Gold abandonó Berlín y regresó a su tierra, más concretamente a la ciudad de Münster; un movimiento que considera su tabla de salvación: “No sé qué pasó con nuestros amigos, porque perdimos el contacto cuando dejé Berlín. No estaba muy interesado en mantener el contacto porque solo quería salir de esa escena y alejarme de las drogas. Hacer eso probablemente me salvó la vida”.
Gold se estableció en Münster cuando se casó con Manuela, aquel mismo 1984. A pesar de que Alphaville obtendría otro gran hito ese año con la preciosa balada “Forever young”, la pareja no vivía en la abundancia. Un periodista de la revista sueca Poppis describió así su casa, donde acudió a entrevistar al músico: “Marian Gold, el cantante de Alphaville, y su esposa Manuela viven en un apartamento de dos habitaciones en Münster (…) No tienen muchos muebles: una cama, un colchón en el suelo, un sofá de cuero y un sillón, regalo de bodas de los padres de Manuela”.
Aquel primer matrimonio duró solo seis semanas; no puede decirse que Gold haya sido afortunado en el amor, pues si bien con su segunda pareja estuvo once años, a día de hoy se ha casado cuatro veces y tiene siete hijos.
Alphaville fue un grupo extraño por otras razones. Uno de los dos teclistas originales, Frank Mertens, desertó de la banda antes incluso de que viera la luz el primer álbum, agobiado por la atención del público. Ofrecieron pocos conciertos y contadas entrevistas. Gold confiesa que también le costó lidiar con la fama. “El éxito llegó como una avalancha”, confesó en 2017 a The Washington Times. “Al principio no éramos las estrellas que todos esperaban que fuéramos. Éramos gente muy normal. Fue un sueño hecho realidad, pero tuvimos muchas dificultades psicológicas para manejar la situación”.
Desde aquel sonado debut del que se cumplen ahora cuarenta años, Alphaville ha publicado ocho discos, el último de los cuales, Eternally yours, salió en 2022. Contiene versiones de sus canciones más conocidas con arreglos sinfónicos. Bernhard Lloyd salió de la formación en 2002, dejando a Marian Gold como único miembro original. A sus casi 70 años (los cumple el 26 de mayo), la imagen de Gold apenas recuerda a la del chico aniñado de ojos rasgados y gruesos labios que inmortalizó el vídeo de “Big in Japan” (dirigido por Dieter Meier, componente, por cierto, del dúo suizo Yello); luce barba cerrada, recia anatomía y, en general, un aspecto muy viril. En 2023, y para celebrar las cuatro décadas desde su formación, la banda estuvo actuando por toda Alemania, presentando Eternally yours, acompañada de una orquesta sinfónica, en una gira que concluye este 3 de febrero en el Mercedes-Benz Arena de Berlín.