Bo Skovhus, uno de los mejores barítonos del mundo: "Cuando me retire, como Lear, adoptaré un perro enorme"
El danés viene al Teatro Real de Madrid para protagonizar la ópera ‘Lear’ (hasta el 7 de febrero)
Basada en la obra de Shakespeare, está considerada una obra maestra de Aribert Reimann (Berlín, 1936), con dirección de escena de Calixto Bieito
Hablamos con él sobre sus 35 años de carrera, su imponente físico, cómo es envejecer en esta sociedad, si hay que modernizar la ópera y qué piensa hacer cuando se jubile
Lo primero que hará cuando, dentro de dos o tres años, se retire será "adoptar un perro". Uno “enorme”, de esas razas contundentes que ocupan mucho espacio. Un poco como él en escena, cuyo imponente físico y voz de barítono le han puesto a sus pies todos los grandes papeles que ha deseado. Bo Skovhus (1962) nos cuenta a Uppers que tuvo muchos animales de niño y que quiere volver a esa sensación: “Lo echo de menos”, explica desde los ensayos de la ópera 'Lear', la obra de Aribert Reimann basada en la tragedia de Shakespeare que trata precisamente de la 'jubilación' del rey bretón y que se estrena este 26 de enero por primera vez en España. “Lo que ocurre es que mi mujer quiere uno pequeñito, así que puede que tengamos dos”, bromea.
Es uno de los barítonos más respetados del planeta, cuya voz ha ido adaptándose a la perfección a los cambios que la edad ha ido trayéndole. Sobre todo ha hecho personajes mozartianos, como Don Giovanni, Guglielmo o el Conde. Pero también Wozzeck, Conde Danilo, Billy Budd, Eisenstein o Hamlet. Todo, en gran parte gracias a su técnica. Así que no le es complicado, tras 35 años de carrera, verse reflejado en algunos aspectos en este Lear que siempre ha tenido el poder y que ahora decide buscar un heredero. O una heredera. Así que decide entregárselo a sus hijas mayores (Goneril, esposa del ambicioso duque de Albania; y Regan, casada con el cruel duque de Cornualles) cuando la elegida debería haber sido la menor, Cordelia (prometida del rey de Francia), la única que no le adula.
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Lear es un personaje que va desmoronándose en escena, sorprendido de la pérdida de control que la vejez supone en la sociedad en la que vive. De su arrinconamiento. Un poco inocente, soberbio hasta el final, autoritario y tendente a abusar de sus privilegios, se da cuenta de “lo injusto que es tratar así a los viejos”, explica Skovhus, "cuando él mismo los ha tratado así antes". El gran hombre que se creía por encima del bien y del mal recibe su misma moneda. Se rompe, se va rompiendo. No entiende nada, y lo entiende todo cuando ya es tarde: ahora le toca a él llevarse a casa lo sembrado.
¿Cómo es tu Rey Lear en tres adjetivos?
Poderoso, roto, de vuelta a su niñez.
¿Qué ha sido lo más complicado y lo más sencillo de interpretar este Lear?
Lo más difícil es meterme la música en la cabeza, Aribert Reimann no escribió una partitura normal, sino una con muchas notas al pie, así que estar atento a todo a la vez y cantar con los otros es complicado. Cuando lo tienes dentro, cuando por fin la música entra en tu cabeza, puedes dejar de hacer un papel y disfrutar, pero hasta entonces tienes que ensayar y ensayar. No sé cuántas veces he lanzado desesperado el libreto a una esquina.
¿Cómo es interpretar a un hombre que se está desmoronando?
Es muy interesante para mi interpretar a un hombre que va siendo cada vez más y más débil. No hay límites marcados, es sobre todo lo que yo me imagino que es ir haciéndose viejo cuando has tenido mucho poder, es muy trágico.
¿Por qué crees que envejecer ahora es un problema?
Cuando tienes el poder, quiere decir que tienes el control. Cuando lo pierdes, no lo tienes nunca más. Este Lear está dando el poder a sus hijas voluntariamente y se va retirando. Los nuevos que lo ostentan, lo usan sobre todo para dejar claro que él no sirve ya nunca más para nada. Esa es la parte más complicada que pone de manifiesto la obra: cómo esta sociedad dice que no es posible envejecer en un forma buena, bella.
¿Lo sientes en ti mismo tras 35 años de carrera?
No diría que para mí en especial es un problema envejecer, pero toda la sociedad sufre este modo de enfocar el paso del tiempo. Aunque tengas un buen trabajo y hayas trabajado duro, cuando envejeces y cedes el poder a otro, no tienes el control nunca más y de algún modo estás en sus manos por completo. Lo que están haciendo las sociedades modernas es aislar a las personas mayores. Estorban el orden de la sociedad. Algo que no pasaba antes y menos en las comunidades del sur, con grandes familias que acogían y cuidaban a sus mayores con las nuevas generaciones, de modo que podrían aprender unos de otros mucho más tiempo. Ya no pasa nunca más, los viejos molestan, no son lo suficientemente productivos. Es muy injusto.
¿Qué tal llevas el paso del tiempo en tu cuerpo y en tu voz?
Tras 35 años, sigo cantando. Eso ya es mucho decir, cuando muchos de mis colegas ya no pueden hacerlo. Es otra carrera y son otros papeles los que hago ahora, diferentes a los de mis comienzos, pero a mi entender mucho más interesantes. Toda la música nueva que estoy haciendo en los últimos años, mucha creada especialmente para mi, es un lujo. También este Lear.
¿Crees que tu potente físico te ha ayudado?
Por supuesto, aunque ya no tenga pelo nunca más (risas). Tampoco mi cuerpo es como era, pero me mantengo en forma con el deporte. Eso sí, cada mañana cuando me levanto, siento algún dolor en rodillas o cadera en los que no pensaba de joven. Aún así, trato de verlo con optimismo.
¿Cómo son los barítonos de otras generaciones más jóvenes?
Cantar es un negocio totalmente diferente ahora, era más fácil cuando yo empecé. No me hubiese gustado empezar hoy, la verdad: es muy difícil que alguien se fije en ti, hay muchos cantantes, una competitividad enorme. También las discográficas míticas, como Deutsche Grammophone, ya no graban como antes nunca más. Es difícil ser joven cantante de ópera hoy en día. Un mundo totalmente diferente.
¿La ópera debe modernizarse?
Ya lo está haciendo, sobre todo en los últimos años. Pero debe hacerlo más. Ahora los directores y las óperas son totalmente diferentes, era necesario y yo me alegro. Había que mostrar otras cosas de las piezas que se han enseñado una y otra vez, siempre igual. Es muy interesante ver la mirada personal del director, su personal interpretación del mito.
¿Debe abrirse a las nuevas generaciones o mantener su toque ‘elitista’?
Es importantísimo hacérselo fácil a las nuevas generaciones para que vengan a la ópera, también con los precios. Es urgente renovar el público, si no nos quedaremos sin espectadores dentro de pocos años. Ahora en muchas óperas hay entradas por 10 euros para menores de 26 años, y se agotan. Eso indica que la gente joven quiere sentir estas obras un día cualquiera, quieren disfrutar, no solo ir a tomar algo. Los tickets a veces son tan claros que es imposible para ellos integrar la ópera en sus vidas. Eso debe cambiar: la ópera para los jóvenes debe ser posible en todas las ciudades.