"No estoy seguro de que deba decirlo, pero son una banda de versiones de blues, eso es lo que son los Stones". Así se despachaba hace unos años sir Paul McCartney para explicar por qué los Beatles tenían mayor amplitud de miras que Sus Satánicas Majestades. El comentario levantó algunas ampollas, aunque básicamente tenía razón. Los Rolling Stones, al menos en sus inicios, eran exactamente lo que decía Macca, y a mucha honra, tal y como quedaba documentado en aquel histórico primer álbum homónimo de la banda de Mick Jagger y Keith Richards, publicado el 16 de abril de 1964, hace ahora justo 60 años.
Por aquel entonces ya habían pasado más de dos años desde que Jagger se encontrara con Richards en la estación de tren de Dartford y descubrieran que ambos compartían un amor profundo por los discos de Muddy Waters, Howlin' Wolf, Bob Diddley o Chuck Berry. Acordaron juntarse para tocar esa música y ahí empezó todo. Después se acercaron a Brian Jones, que tenía su propio proyecto, sumaron a Charlie Watts, baterista de jazz algo mayor que ellos, y finalmente se hicieron con los servicios del discreto y eficaz bajista Bill Wyman.
Los Stones se rodaron en clubes y antros nocturnos en los que empezaron a cimentar una base de fans, atraídos por su electrizante interpretación del rythm & blues y, todo hay que decirlo, el magnetismo escénico de Jagger. Grabaron un primer single, 'Come on', y se ganaron la atención de Lennon y McCartney, que les cedieron su 'I Wanna Be Your Man', convirtiéndose en un éxito que alcanzaría el número 12 en las listas.
Fundamental para el gran salto de la banda fue la aparición del productor Andrew Loog Oldham, un joven de 19 años que tuvo la brillante idea de presentarles como la contrapartida 'malosa' de los Beatles. Una versión sucia, salvaje e irreverente de los 'fab four'. Poco importaba que musicalmente estuvieran muy alejados, porque lo decisivo fue fijarlos en el imaginario colectivo como los rivales, como la alternativa al gran fenómeno del momento.
Cuando llegó el momento de grabar el primer álbum, Oldham también tuvo en mente otro de los grandes hallazgos de los Beatles: componer sus propias canciones en vez de (solo) tocar las de otros. Así, presionó a Jagger y Richards para que incorporaran temas propios, aunque en este primer disco solo hay tres: 'Tell me (You're Coming Back)', y otros dos -'Now I Got a Witness' y 'Little By Little'- acreditados a Nanker Phelge, un pseudónimo que utilizarían durante unos años.
El resto, todo eran versiones de blues y Rythm & Blues, grabadas con toda la precariedad que permitía el Regent Sound Studio londinense. Fueron cinco sesiones de tomas en directo entre enero y febrero de 1964, sin que nadie les molestara ni les pusiera condiciones. Temas como 'I just want to make love to you' de Willie Dixon, 'Honest I do' de Jimmy Reed, 'Mona (I need you baby)' de Bo Diddley, 'I'm a king bee' de Slim Harpo, 'Carol' de Chuck Berry, 'Can I get a witness' del trío Holland-Dozier-Holland y 'Walking the dog' de Rufus C. Thomas jr., sonaban en sus manos frescas, crudas y con un aire 'amateur' que, de alguna manera, sentaría las futuras bases del punk.
El álbum, en su edición británica, apareció en las tiendas sin título y sin el nombre de la banda en la portada. Simplemente una foto de los cinco miembros de perfil, serios, con caras de malas pulgas. En la contraportada, un texto que contribuiría a construir su leyenda: “los Rollings Stones son mucho más que una banda de rock. Son un estilo de vida”. Contra todo pronóstico, se convirtió en un éxito inmediato, despachando más de 100.000 copias la primera semana y poniendo fin a la racha de 50 semanas consecutivas en el número uno de los Beatles. Se mantendría en lo más alto durante tres meses. A EEUU llegaría con el nombre del grupo en la portada, un título ('England´s Newest Hit Makers') y algunas modificaciones en el repertorio.
El impacto de ese primer álbum fue monumental, convirtiendo a los Stones desde ese momento en un símbolo de rebeldía y libertad. Lo mejor aún estaba por llegar, pero semejante comienzo ya hacía presagiar que un profundo cambio cultural en el mundo del rock estaba en marcha. 59 años después, en 2023, la banda publicaba su 31º disco, 'Hackney Diamonds', que se cerraba con una versión de 'Rolling Stone', de Muddy Waters, solo con la guitarra de Keith y la voz y la armónica de Mick, que suponía un perfecto cierre del círculo abierto en 1964.