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Quince discos clásicos de tu adolescencia que cumplen 40 años

Hagan la prueba. Si piensan unos minutos en la década de los 80 se darán cuenta de que muchos de los acontecimientos socio-político-culturales más icónicos que asociamos a esa época se agrupan o tienen lugar en el mismo año: 1984. A bote pronto, los Juegos Olímpicos de Los Ángeles y los cuatro oros de Carl Lewis, la guerra de las Malvinas, el asesinato de Indira Gandhi, el lanzamiento del Discovery, los zombis danzarines de Michael Jackson o la cogida mortal de Paquirri

Si nos ceñimos al cine, este es un año clave de lo que hoy conocemos como nostalgia ochentera. Se estrenaron ‘Cazafantasmas’, ‘Gremlins’, ‘Indiana Jones y el templo maldito’, ‘Terminator’, ‘Karate Kid’, ‘La historia interminable’, 'El club de los cinco' y ‘Pesadilla en Elm Street’, por citar algunas de las más célebres. Y si nos centramos en la cosecha musical, bueno, no somos muy partidarios del viejo dicho de que cualquier tiempo pasado fue mejor, pero es que en 1984 se produjo una explosión de álbumes maravillosos de tal magnitud y trascendencia que cualquier comparación con la actualidad resulta odiosa. Repasemos algunos de aquellos clásicos incontestables de nuestra infancia/adolescencia que cumplen 40 años.

ALASKA Y DINARAMA – Deseo Carnal

Solo unas semanas ante de que empezase a emitirse en TVE el mítico programa de ‘La bola de cristal’ apareció en las tiendas el álbum que convertiría definitivamente a Alaska en la reina de La Movida madrileña. Para ser claros, si hubo un disco que encapsuló en sí mismo los anhelos de toda una generación de jóvenes españoles ávidos de libertad y experimentación fue este. En su particular pugna con Mecano por el trono del pop español de los 80, Alaska y Dinarama tomaron la delantera con su segundo álbum, plagado de algunas de las mejores y más populares canciones que legó la década. La almodovariana ‘Cómo pudiste hacerme esto a mí’ y la eterna ‘Ni tú ni nadie’ brillan con inagotable intensidad todavía hoy, pero Nacho Canut y Carlos Berlanga se las ingeniaron para volcar en esta obra todas sus obsesiones, desde Andy Warhol a Bowie, pasando por Marc Bolan, Siouxsie, los boleros, el cine negro, el melodrama clásico y el Hi NGR.  

BRUCE SPRINGSTEEN – Born in the USA

Cuenta la leyenda que después de haber escrito decenas y decenas de canciones durante dos años para ‘Born in the USA’ Bruce Springsteen le presentó a su manager y productor Jon Landau lo que consideraba la selección definitiva. Este le dijo que estaba muy bien pero que necesitaban un tema más, un single de éxito. El ‘Boss’, harto ya de todo, le contestó con cajas destempladas que fuese y la compusiera él mismo. Pero tras aplacar sus ánimos Bruce hizo lo que le pedían. Se sentó a escribir y en una sola noche volcó todo el cansancio y frustración que tenía acumulados. De ahí salió ‘Dancing in the Dark’, el hit que impulsó al álbum a las mayores cifras de venta de su carrera. Springsteen, el rockero de culto, se convertía en fenómeno de masas, en el ídolo pop que aparecía en las carpetas de las jovenzuelas al lado de Duran Duran y Wham!. Y lo hacía de la mano de una obra mayúscula atiborrada de bazas ganadoras que, más allá del envoltorio comercial tan de la época, mantenía una voz crítica y comprometida con los desamparados, aunque muchos se empeñaran en confundirla con celebración patriotera.

BRYAN ADAMS – Reckless

Al bueno de Bryan Adams hubo un momento, a finales de los 90, en el que algunos empezamos a pillarle manía, hartos ya de que repitiese hasta el hastío la fórmula de power ballad que tantos réditos le había reportado la ciertamente empalagosa ‘(Everything I Do) I Do It For You’ (1991). Casi llegamos a olvidar que en los 80 había firmado el disco de rock mainstream más perfecto que ha habido jamás. Se llamaba ‘Reckless’ y era una sucesión imbatible de hits ideales para las emisoras de FM. No tenía ni mucho menos la profundidad o la hondura de Springsteen, con el que a menudo comparaban al canadiense, pero ni falta que hacía. Porque si de algo iban sobradas ‘Summer of 69’, ‘ Run to You’, ‘Heaven’, ‘Somebody’ o ‘One Night Love Affair’ era de melodías con garra, estribillacos inolvidables y un enérgico trote rockero con el que era imposible no venirse arriba.

DEPECHE MODE – Some Great Reward

Depeche Mode se tiraron varios años en busca de una identidad, experimentando con elementos del tecno y el synth pop, a la caza de un estilo propio. Hasta que lo encontraron en ‘Some Great Reward’, título que no por casualidad evocaba a George Orwell. Porque el increíble sonido que parieron aquí era futurista, industrial y vanguardista. Casi toda la música electrónica que habría de venir en el futuro tendría una deuda con las bases que sentaron en este álbum. Temas como ‘People Are People’, su primer gran éxito en EEUU, ‘Master and Servant’ o ‘Blasphemous Rumours’ jugaban con beats desencajados, sintes metálicos y sonidos fantasmales, sin por ello dejar de ser extremadamente pegajosos. La banda de Dave Gahan y Martin Gore facturaría después discos más perfectos, pero en esta colección de canciones ya empezaron a ser una de las bandas más grandes de los 80.

DIRE STRAITS – Alchemy

De cuando los discos en directo no solo significaban algo sino que eran una especie de ‘prueba del algodón’ para las grandes bandas. Los Dire Straits de ‘Alchemy’ ya no eran aquel cuarteto de pub-rock que trajo un soplo de aire fresco en medio del sofoco punk, sino una virtuosa orquesta semiprogresiva al servicio de la guitarra heroica de Mark Knopfler, nunca más majestuosa que aquí. De hecho, este doble álbum en vivo fue el santo grial del rock de guitarras para toda una generación, justo antes del monstruoso salto cuantitativo -que no cualitativo- de ‘Brothers in Arms’ (1985). Y era todo lo que tiene que ser un disco en directo. No una aplicada pero simple reproducción de las canciones, sino una reinterpretación, probando nuevos arreglos, añadiendo partes y transformando emociones.

MADONNA – Like a Virgin

Madonna Louise Ciccone había tenido un éxito considerable, sobre todo en EEUU, con su primer disco, pero todavía no se había convertido en la estrella mundial que cambiaría para siempre el panorama de la cultura popular. Necesitaba ese álbum que convenciera tanto al público como a la crítica de que el pop tenía una nueva reina. Así que llamó a Nile Rodgers (Chic) para que diese el toque mágico que ya le había dispensado al ‘Let’s Dance’ (1983) de Bowie al conjunto de temas ganadores que tenía en cartera. Ahí estaban el new wave adictivo de ‘Material Girl’, el funk-pop bailable de ‘Dress You Up’ o la elasticidad puramente pop de ‘Like a Virgin’. Madonna convirtió esta canción, y por extensión el álbum que la incluía, en todo un símbolo de la liberación sexual de la mujer. Y también fue la primera vez (luego vendrían muchas más) que se convertiría en blanco de las iras de los sectores más conservadores. Cuando miles de jóvenes en todo el mundo empezaron a imitar su forma de vestir y de peinarse quedó claro bastante claro que los 80 habían encontrado a la contrapartida femenina de Michael Jackson. 

METALLICA – Ride the Lightning

Si fuese por los integrantes de la tribu del ‘thrash’ Metallica nunca se habría movido un milímetro del territorio perimetrado en su debut, ‘Kill’Em All’ (1983). Nos referimos a esos fans que casi consideraron un insulto la evolución musical que culminó con la explosión comercial del denominado ‘Black Album’ (1991). Pero lo confines del ‘thrash’ eran muy estrechos para una ambición como la de la banda de James Hetfield y Lars Ullrich, algo que quedaba ya meridianamente patente en su segundo álbum, este ‘Ride the Lightning’ en el que fluía la creatividad y la energía en muchas más direcciones, sin necesidad de atenerse a inútiles corsés estilísticos. Incluso se atrevían con lo que ya parecía una balada en toda regla, la imponente ‘Fade to Black’. Puede que Metallica estuvieran en este álbum en su mejor momento, capaces de sonar poderosamente extremos desplegando un extenso arsenal de riffs asesinos y al mismo tiempo procurándose un buen lote de estribillos melódicos y pegadizos.

PRINCE – Purple Rain

En España siempre fuimos más de Michael Jackson que de Prince. El hecho de que aparentemente se llevaran muy mal incluso parecía animar más a elegir bando. Y Jacko, por aquel entonces al menos, nos caía mejor, pero si el genio de Minneapolis hubiera moderado un poco esa incontinencia creativa -editaba no menos de un disco al año- que terminaba saturando al público y se hubiera centrado en hacer más álbumes como ‘Purple Rain’ quizás otro gallo hubiera cantado. Porque aquí, en esta obra pluscuamperfecta, estaba el Prince más centrado, el adelantado a su época que innovaba a cada paso pero también el que era capaz de facturar hits endiabladamente certeros como ‘When Doves Cry’, ‘Let’s Go Crazy’ o el épico tema titular. Este disco marcó su pico de popularidad más alto (se mantuvo 24 semanas consecutivas en el número uno de EEUU), uno que jamás volvería a escalar, y aún hoy suena tan sexy y alevoso como entonces.

QUEEN – The Works

En la película ‘Bohemian Rhapsody’ se da a entender que antes del Live Aid de 1985 Queen poco menos que habían dejado de existir, y que aquella célebre actuación fue una especie de regreso triunfal por la puerta grande. Como licencia artística puede ser una buena idea, pero el problema es que se pasa por el forro que ‘The Works’, y su correspondiente gira, ya había significado el auténtico punto de inflexión en la carrera de la Reina en esa década. No solo les proporcionó una nueva oleada de popularidad en Europa y Latinoamérica (no así en EEUU, donde nunca volverían a tener éxito con Freddie Mercury en vida), sino que apuntalaba su estándar sonoro de los 80, una contundente combinación para todos los públicos de guitarras rock y sintetizadores pop. Además, recuperaban su innato olfato para facturar himnos imperecederos (momentáneamente perdido en el anterior ‘Hot Space’, de 1982) aportando dos de sus grandes clásicos de su carrera, la nostálgica ‘Radio Ga Ga’ y la ultrapegadiza ‘I Want to Break Free’.

RADIO FUTURA – La Ley del Desierto / La Ley del Mar

Poco tenía que ver el grupo que había grabado el hedonista y luminoso ‘Música moderna’ (1980) -sí, el que contenía el himno ‘Enamorado de la moda juvenil’- con el cuarteto (Santiago Auserón, su hermano Luis, Enrique Sierra y Solrac) que perpetraría ‘La ley del desierto / La ley del mar’. Atrás queda el bisoño entusiasmo nuevaolero de aquel debut. Lo que se propone es la destilación definitiva de todas las influencias asimiladas en años de curro en el local de ensayo -funk, punk, reggae, pop, rock-, y una primera aproximación a las métricas y ritmos afroamericanos que dominarían con más autoridad en el futuro. Pero aquí todavía estamos en una transición. En un cruce de caminos maravilloso, si tenemos en cuenta que de él surge ‘Escuela de calor’, o cómo mezclar a The Clash con Kiko Veneno y parir uno de los mayores clásicos del pop-rock español. O el mestizaje pionero de ‘Semilla negra’. O la elegante brillantez de ‘Historia del play-back’. Con este álbum comenzaba la hegemonía, más breve de lo que a todos nos habría gustado, de Radio Futura como el grupo patrio más audaz, ambicioso e influyente de la década.

SCORPIONS – Love at First Sting

Ah, ¡qué grandes eran las baladas heavy!, ¿verdad? ¿Quién se resistía a utilizarlas como infalible banda sonora para probar el asiento trasero del coche? Y todo empezó con la maldita ‘Still Loving You’, de los Scorpions, para muchos la verdadera culpable del aumento de la natalidad en muchos países en los años 80. Pero es que lo tenía todo. Emocionaba sin pasarse de cursi y era dulce sin resultar indigesta. Bah, da igual que la hayas escuchado un millón de veces en la radio, su magia sigue venciendo cualquier resistencia que podamos querer oponer desde nuestro flanco más cínico. Lo bueno es que ‘Still Loving You’ no estaba sola en ‘Love at First Sting’, el álbum que consagró a estos muchachotes alemanes como la banda de hard rock ideal para estadios. En sus surcos habitaban también depuradas bombas melódicas plagadas de ganchos irresistibles del calibre de ‘Rock You Like a Hurricane’ o ‘Big City Nights’, que han resistido el paso del tiempo mucho mejor que sus horteras videoclips con chicas enjauladas en bikini.

THE SMITHS – The Smiths

A The Smiths les bastó poco más de cuatro años para revolucionar el panorama del pop británico de la época. En plena era del sintetizador, la banda de Morrissey y Johnny Marr izó la bandera de las guitarras arpegiadas, y frente al hedonismo de usar y tirar de sus coetáneos ellos propusieron una visión enferma de melancolía y romanticismo mórbido, pero con los pies bien plantados en la realidad de la Inglaterra de Thatcher. Lo más curioso es que todos los elementos claves de su universo ya estaban en su maravilloso primer disco, al que solo le sobraba alguna estridencia propia de la juventud. Sus canciones no se ajustaban claramente a la estructura clásica de verso-estribillo, pero eran capaces de hablar de tú a tú al adolescente solitario e incomprendido que podíamos ser cualquiera con una empatía pocas veces vistas en el pop. Y con canciones tan memorables como ‘This Charming Man’, ‘Hand in Glove’ o ‘Reel Around the Fountain’ era imposible no enamorarse de un tipo como el joven Morrissey, por mucho que ahora odiemos en lo que se ha convertido.

TINA TURNER – Private Dancer

En los 80 éramos tan estúpidamente jóvenes que a Tina Turner ya la llamábamos entonces “la abuela del rock”. Pero solo tenía 44 años cuando ‘Private Dancer’ convirtió su melena leonina, su minifalda de cuero y sus altísimos tacones en una de las imágenes más icónicas de la época. Hasta tu abuela (la de verdad) llegó a saber quién era Tina Turner, aunque para llegar a ese punto tuvo que recorrer una larga travesía del desierto. La de Tennessee ya había conocido las mieles del éxito más de 20 años atrás, como parte de Ike & Tina Turner, pero tras separarse del energúmeno de su marido se vio forzada a empezar de cero. Así que a principios de los 80 Tina era poco más que una vieja gloria que sobrevivía como podía en los circuitos secundarios. ‘Private Dancer’ supuso no solo su resurrección artística, sino también la personal, dejando muy claro que su prodigiosa voz podía acoplarse perfectamente al rock, al soul, al pop y a lo que la echaran. Y que con 44 años se podía ser más sexy y desafiante que cualquiera.

U2 – The Unforgettable Fire

Aunque hoy muchos no lo recuerden hubo una época en la que U2 lo molaban todo. En los 80, cuando simplemente eran cuatro jóvenes irlandeses dispuestos a comerse el mundo ondeando una bandera blanca, era muy difícil resistirse al carisma que desprendía Bono. No podías ver el vídeo del concierto de Red Rocks y no hacerte fan de ellos inmediatamente. ‘The Unforgettable Fire’ les retrataba justo en el momento previo a la gran explosión que les convertiría en la banda más grande del planeta. Aunque para ser justos también fue cuando colocaron las cargas. Dejaron atrás la urgencia abrasiva del post-punk y se doctoraron en el arte de la textura atmosférica de la mano de Brian Eno y Daniel Lanois. Eran U2 encontrándose a sí mismos, ampliando el campo de batalla y dejando en el camino temas tan inmortales como ‘Pride (in the name of love)’ y ‘Bad’. En el horizonte ya te atisbaba la imponente silueta del árbol de Joshua.

VAN HALEN – 1984

En los 80 Eddie Van Halen era a la guitarra lo que Jimi Hendrix había sido en los 60. Es decir, Dios en la tierra. No había guitarrista más imaginativo, creativo e innovador. Estaba varios cuerpos por encima del resto, y hasta Michael Jackson le había convocado para grabar el gimnástico solo de su ‘Beat It’. Pero Eddie había llegado a la conclusión de que para petarlo definitivamente en la MTV iba a necesitar un arma nueva, uno que no era del gusto de todos los miembros de su banda ni de todos los fans: el sintetizador. Y precisamente un riff de sinte masivo y omnipresente es lo que iba a definir a ‘Jump’, a la postre el mayor éxito de Van Halen y el principal responsable de que se despacharan más de 10 millones de copias de ‘1984’ solo en EEUU. ‘Panama’ o ‘Hot Teacher’ compensaban con sus riffs y solos de guitarra por doquier la sobredosis de teclados. Eso sí, perdido el pulso por el dichoso sintetizador, el cantante David Lee Roth decidió abandonar la banda, que a partir de entonces emprendería una segunda etapa más comercial pero igualmente fructífera.