Desde hace tiempo es habitual ver niños en las primeras filas de los conciertos de Bruce Springsteen. No se encuentran tan fácilmente en los de artistas más o menos próximos generacional y espiritualmente al de New Jersey, como Bob Dylan, Neil Young o Tom Waits, pero es que la conexión del 'Boss' con sus fieles es otra cosa, va más allá de lo explicable. Para ellos, Bruce es una religión y, como ocurre con toda religión, esa devoción se traspasa de padres a hijos de forma natural. Los más pequeños asisten a las misas paganas que son los shows del ídolo junto a sus apóstoles de la E Street Band con esa mezcla de asombro y éxtasis del auténtico creyente, asegurando que el culto nunca decaiga y siga traspasando generaciones.
No nos referimos aquí a seguidores casuales o simpatizantes que van de vez en cuando a un concierto de Springsteen cuando pasa por su ciudad. Eso está muy bien, sí, pero aquí hablamos de un compromiso mayor, más férreo. Por ejemplo, de organizar las vacaciones según las ciudades que vaya a visitar en la gira. De hacer cola cola durante varios días para asegurarse un lugar privilegiado en el recital. De vivir y respirar a BRUCE (así, en mayúsculas), no como una moda pasajera, sino como algo que te va a acompañar durante toda la vida y que, probablemente, te hará mejor persona.
Sonia Santamaría, publicista de 40 años, es una de estas fans. Ya lleva en la mochila 63 conciertos de Bruce en distintas ciudades de todo el mundo. Y la cuenta está a punto de incrementarse con los recitales de Madrid (12, 14 y 17 de junio en el Civitas Metropolitano). El primero fue en la Monumental de Barcelona, en 1992, cuando fue arrastrada allí por sus hermanos mayores y sus padres: "Yo de pequeña le tenía un poco de manía porque sonaba constantemente en mi casa. Me llevaron a Barcelona con 9 años y recuerdo que me dije: '¿Qué hago yo aquí?". Pero aquel fervor familiar fue calando y a partir de 1999, en la Reunion Tour con la E Street Band, la comunión ya fue total.
Desde entonces no ha dejado de seguir a Bruce por todo el mundo. Pero no se trata solo de los conciertos, que también, sino de todo lo que hay alrededor. "Yo disfruto el antes, el durante y el después. Mi marido me pidió matrimonio en un concierto y Bruce me regaló la armónica. Gracias a Springsteen tengo muchos amigos en muchas ciudades, he conocido a gente muy diferente que no habría conocido de otra forma. Al final se crea una comunidad muy bonita. He viajado a EEUU sin entrada y le he visto en Filadelfia, Boston, México, Nueva York, Los Ángeles. Muchos te dicen 'pero qué loca estás', y yo les digo que hay mucha gente como yo", nos cuenta Sonia.
Ahora es ella quien lleva a los conciertos a su hija Nara, que tiene 9 años y ya se estrenó en la gira del año pasado, en el show de Múnich. En primera fila, claro. Ella le regaló a Bruce un peluche y él le dio una púa (puedes ver el momento en el vídeo que encabeza este artículo): "A ella le encanta. Las canciones las tiene en la memoria y las corea como el que más. En ningún momento dijo que estuviera cansada. Es cierto que en mitad del concierto me dijo que se hacía pis, y yo le dije 'pues méate encima'. Y ella me contestó '¡pero mamá, cómo me lo voy a hacer encima!'. Mi marido la sacó y luego les dejaron volver sin problemas a la primera fila".
Sonia se ha preocupado de que a Nara no le pasara como a ella, que de pequeña estuvo tan expuesta a la música de Springsteen que casi llegó a aborrecerla. Nada más contraproducente que forzar a un niño a escuchar lo que te gusta a ti. "Yo se lo he metido muy despacio. Ella lo ha escuchado siempre, pero yo también la he llevado a los Cantajuegos, a conciertos de Camilo, de Ana Mena, que son artistas que por edad le tienen que gustar... Yo lo que quería es que ella pudiera escoger. Ahora ya tiene 9 años y es ella la que dice ‘mamá, quiero ir a verle, quiero ir a hacer cola, quiero estar la primera’... y eso es un poco porque lo ha mamado de mí, pero yo nunca la he obligado. Al revés, le he puesto todo tipo de música".
Los conciertos de Madrid servirán también para sacarse la espinita de haber vivido en sus carnes la cancelación del de Marsella, el pasado 31 de mayo. Una afonía del rockero le obligó a suspenderlo pocas horas antes del inicio. Sonia y Marta estaban allí haciendo cola cuando recibieron la noticia como un jarro de agua fría: "Pensaba que habían puesto una bomba y nos estaban desalojando. En tus planes no entra que Bruce, que es como tu superhéroe y le llevas viendo millones de años, no actuara, porque ha cancelado dos conciertos en su vida".
Aunque al menos aprovecharon para hacer turismo en la ciudad. "Una de las cosas que le estoy transmitiendo es que gracias a los conciertos podemos visitar muchos países a los que no habríamos ido de otra forma. El año pasado aprovechamos que fuimos al de Barcelona para que viera la ciudad. Este año me la he llevado a Marsella y ha visto Marsella, ¡pero no el concierto!".
Este verano también tienen previsto asistir al concierto de Wembley en Londres, el 26 de julio, que será el final de la gira. Ya saben que no será el último concierto que puedan disfrutar de Bruce Springsteen con la E Street Band, porque tienen pendiente para 2025 el aplazado de Marsella, pero más allá de ahí, y como ocurre con todas las leyendas del rock veteranas, nadie puede asegurar nada. "Nara me dice: mamá, ¿voy a verle tantas veces como tú? Claro, ella no es consciente de la edad que tiene Bruce... Yo no quiero pensarlo, porque siempre decimos que es la última gira y siempre hay una más".
Pero sí, hay una sensación en el el ambiente de que el final se acerca. Al menos el final de los grandes conciertos multitudinarios con la E Street Band. Springsteen tiene ya 74 años y a esa edad cada oportunidad de verle puede ser la última. "Imagino que después hará otro tipo de espectáculos, como lo que hizo en Broadway, que también tuve la suerte de verlo. No girará con la banda o con tanta gente, quizás lo haga solo. Yo creo que esta gente nunca cuelga las botas", se atreve a pronosticar Sonia. Palabra de creyente.