Imagina una flautista de Hamelín que en vez de flauta toca el violín. Imagina que quienes la siguen atraídos por su música no son solo niños, sino personas de todas las edades. E imagina por último que su historia no tiene dobleces: su único interés es acercar la música a pequeñas localidades donde la dificultad de desplazamiento y la escasa población hacen poco probable que sus vecinos puedan acceder a actividades culturales formativas con la regularidad que les gustaría.
Es la historia de Micaela Rubio, de 53 años, la impulsora de la Escuela de Música Alto Gredos que congrega bajo sus filas a 200 alumnos de la zona norte de la Sierra de Gredos. Un proyecto que lucha por mantenerse vivo en plena pandemia y que sirve de inspiración en tiempos polarizados: sus actividades, como coro o teatro, han servido para hacer comunidad entre los diferentes pueblos. Y también para generar nuevos puestos de trabajo que han permitido volver o quedarse a jóvenes que de otro modo tendrían que huir a la ciudad.
"En mi vida la música era una segunda opción. Yo soy de Elda (Alicante) y allí ejercí como higienista dental hasta que, a los 48 años y a consecuencia de un tumor en el brazo, me dieron la incapacidad. Como ya no podía ejercer mi trabajo, decidí cambiar de vida", cuenta Micaela por teléfono a Uppers desde Hoyos del Espino (Ávila), una localidad con 363 habitantes. La zona en la que ahora vive la conoce desde tiempos antes de mudarse. Durante varios veranos, había recorrido la mancomunidad tocando en paradores junto a la orquesta de cámara que dirigía antes de lanzarse a esta aventura. En esas giras estivales fue cuando entabló relación con diferentes alcaldes de la zona, y así el proyecto empezó a tomar forma.
Algo más de un año tardó en echar a andar lo que ahora es una asociación en las que hasta 10 profesores se desplazan a diario por San Martín del Pimpollar, Navarredonda de Gredos, Hoyos del Espino, San Juan de Gredos, La Angostura o San Martín de la Vega del Alberche, Zapardiel y Navalperal de Tormes para impartir clases. Dan materias que van desde solfeo, hasta la especialización en diferentes instrumentos musicales (piano, guitarra, bajo, violonchelo, batería…), bailes de salón, coro o teatro. "Hay pueblecitos de la zona donde hay apenas 10 habitantes y cinco de ellos son alumnos", cuenta orgullosa Micaela.
Acceder a esta formación, si no existiera la asociación, sería imposible para la mayoría. Para acudir a los conservatorios o escuelas de música municipales más cercanas, que están en Ávila, Arenas de San Pedro o Barco de Ávila, hay que tirar de coche con trayectos que pueden alcanzar hasta la hora y media. "En kilómetros no es tanta distancia, pero con la nieve se complica. Además, al ser nosotros los profesores quienes nos desplazamos hasta los pueblos, facilitamos que quienes no tienen coche o no pueden conducir, como las personas mayores, sí puedan realizar las actividades", explica la violinista
La pandemia ha hecho que, con el fin de evitar las aglomeraciones, sean ellos quienes se desplacen a un mayor número de pueblos. Dando lugar a jornadas que, como en el caso de Micaela, van de sol a sol y que se hacen especialmente duras con el frío y la nieve invernal. "En estas zonas a las seis de la tarde ya no hay nada, las calles están vacías, y así conseguimos que al menos llegue la música. Cuando durante el confinamiento no pudimos dar las clases, los vecinos de los pueblos nos decían cómo lo echaban de menos. Al volver nos comentaban '¡por fin vuelve la alegría al pueblo!. Y eso es muy reconfortante".
Los grupos y orquestas que han armado están creados a propósito para que sus vecinos se mezclen en procedencia y edad. "Cuando nos hemos juntado para las actuaciones había gente de pueblos vecinos que no se veían desde los 14 años y que ahora con 80 se reencuentran. Cuando los ves a todos reunidos ves el sentido de las asociaciones: están creando comarca. Se está viendo que la unión de todos los pueblos es lo que les da la fuerza para traer proyectos, ayudas europeas o traer gente de fuera. Si tienes hijos, por ejemplo, es importante llegar a un pueblo donde tienes casa y también diversidad cultural".
En el medio rural, donde la ganadería y el turismo tienen más papeletas para llevarse el apoyo económico y la inversión pública, Micaela explica que el arranque exigió un extra de esfuerzo por tratarse de un proyecto cultural. "Había que demostrar que veníamos para quedarnos. Tanto a los alcaldes, para que pudieran invertir en un proyecto cultural, como a la gente y los trabajadores que iban a formar parte de la asociación", explica. Muchos de ellos, músicos jóvenes, vinieron atraídos por la idea de poder trabajar, aunque fuera parcialmente, de lo suyo y en su tierra. "Hay muchos jóvenes a los que les gusta vivir en zonas rurales, pero si no hay trabajo se tienen que ir y así les hemos facilitado quedarse. Uno de los profesores que vino de rebote desde Madrid para hacer una sustitución se enamoró de una alumna, se quedó, y ahora tienen un hijo".
Un reclamo contra la despoblación rural especialmente necesario en la zona. Ávila pertenece a la comunidad autónoma que más padece esta lacra en España -el 70% de Castilla y León ya es un 'desierto demográfico' según los baremos de la Unión Europea-. Después de un invierno de incertidumbre económica que ha hecho tambalear el proyecto, su impulsora cuenta ahora aliviada y agradecida cómo los vecinos, alumnos y ayuntamientos han ayudado, cada uno en su medida, a mantenerlo a flote.
Su subsistencia se basa en cuatro pilares, según explica Micaela Rubio: "Las cuotas mensuales de los alumnos (15 euros la actividades grupales y 30 las particulares, con acceso al resto de actividades de la asociación). Luego tenemos las ayudas mediante convenios o colaboraciones con los ayuntamientos de la zona, que ahora nos apoyan todos. Una fuerte ayuda viene también por parte de la Diputación de Ávila, donde somos proyecto propotipo de escuela de música rural. Y por último, por parte de la Junta de Castilla y León. Sin la ayuda de todos ellos nosotros no podríamos existir", subraya la profesora que, violín en mano y al volante, traza los hilos que mantienen viva a una comunidad en tiempos de aislamiento.