"Todo lo que es fantástico tiene tendencia a evaporarse". Lo dice Pedro Andreu, batería de Héroes del Silencio al principio de 'Héroes: silencio & rock and rol'’. El documental, que se puede ver en Netflix, traza el recorrido de auge y caída de la banda de rock zaragozana que se coronó de forma meteórica a finales de los 80 y principios de los 90. Un relato coral dirigido por Alexis Morante en el que los propios miembros de la banda, Enrique Bunbury, Juan Valvidia, Joaquín Cardiel, Andreu y el último en incorporarse a ella, el guitarrista mexicano Alan Boguslavsky, cuentan lo que pasó.
Habían pasado ocho años intensos desde que publicaran el primer álbum de estudio, 'El mar no cesa' (1988), y se encontraban en plena cresta de la ola durante una gira america para presentar 'Avalancha' (1995), cuando la decisión se precipitó. Estaban sobre un escenario en Los Ángeles en el que les empezaron a llover objetos y monedas desde el público hasta que Bunbury decidió largarse tras recibir el enésimo golpe en mitad de una canción.Minutos más tárde, la decisión se hizo pública por primera vez en el camerino con los representantes japoneses de su discográfica (EMI) ofreciéndoles cumplir el sueño de dar el salto al país asiático. "Yo siempre digo que a mí me hubiera gustado ser grande en Japón. Y cuando tengo a la delegación japonesa delante y vienen a vernos, [les decimos] 'nos separamos', en sus putas narices", relata Enrique Bunbury en el documental.
Pero los Héroes ya estaba rotos y el silencio reinaba entre ellos antes de aquello. Si en el 94 habían sido capaces de ver venir la 'avalancha' refugiándose en las montañas de Benasque tras la muerte de su road manager Martín -que aportaba equilibrio y cuidados como una pata fundamental en el grupo-, componiendo el que sería su último disco; apenas fueron capaces de llegar vivos a su gira de presentación.
El agotamiento acumulado tras la gira anterior por Alemania, la voz cada vez más debilitada de Enrique -en París había dejado un concierto a medias porque no podía seguir cantando-, la mano izquierda cada vez más dolorida de Juan -que cuenta que apenas podía realizar los punteos o colocar los dedos en el traste correcto- y el cansancio acumulado propio de la convivencia intensiva cuando las personalidades se están madurando, el abuso de drogas y alcohol, les llevan ahora a la siguiente reflexión. "Tendríamos que haber parado ahí como un año", piensa Enrique.
Sumergidos en esa vorágine de amplificadores a todo volumen en los escenarios y silencio sepulcral en la furgoneta, la falta de energía y los diferentes caminos musicales hacia los que tendían Juan y Enrique les llevaron a la conversación definitiva. Estaban girando en México poco antes de llegar a Los Ángeles, Pedro había estado hasta ese momento en Zaragoza recuperándose de una operación de corazón y habían buscado un sustituto mientras, pero nada más aterrizar, se topa con el percal. "Cuando llega, lo primero que le planteamos es que nos queremos separar", reconoce Bunbury. "[Enrique] nos reúne a todos y nos dice que ya no le gusta la música de los héroes y que el grupo se ha acabado ya", narra Juan Valdivia.Con más o menos detalle, intencionado o no, cada cual narra una versión de los hechos, pero todas llevan a un punto similar.
"Yo escribí una serie de propuestas que es lo que yo veía que podíamos hace para mejorar la situación y cómo podíamos salvar la banda”, dice Enrique. Y Juan Valdivia, entrevistado aparte, enumera: "Uno: el rock and roll ya no se vuelve a hacer, los Rolling están pasados de moda y AC/DC y todo eso… eso ya nada. Dos: Gibson y Marshall son marcas del pasado y no sé qué…". "Igual no se supo explicar, pero eso desde luego parecían las diez normas, 'nada de Marshall', pero ¿eso qué significa?. 'Nada de voz…", cuenta Pedro Andreu aún perplejo. "Yo dije 'aquí alguien se está volviendo loco’, me levanté y me salí de la habitación [del hotel] y me fui a la mía", cuenta Valdivia. "En quince minutos creo que nos habíamos ido todos del grupo menos Pedro", apunta Bunbury.
Ya con las heridas abiertas y las carnes enseñadas, la banda decide no decir nada y aguantar el tirón de su última gira. Pero el suceso de Los Ángeles lo precipitó y, una vez contado a la discográfica, a los medios y al público, se disolvieron. "Nos despedimos y ya cada uno se volvió por una lado a Zaragoza. Se acabó ahí", cuenta Juan. Tuvieron que pasar veinte años para que la banda hiciera un cierre a la altura. Lo hicieron con una gira homenaje y despedida por el aniversario de la publicación de ‘El mar no cesa’. Su última vez juntos en el escenario fue el 27 de octubre de 2007 ante más de 80.000 personas. "Cerrar un trabajo bien es mejor que alargarlo indefinidamente", Bunbury dixit.