La ruta del bakalao, 40 años después: "Los de 60 y 70 seguimos yendo a las sesiones"
Hablamos con Bernardino Solís, propietario de la sala Spook, abierta desde el 84, sobre cómo la movida valenciana se ha mantenido viva
Ni el abuso de drogas, ni las broncas, ni Chimo Bayo. Los pioneros de la ruta valenciana, la del Bakalao, llevan años reivindicando el valor cultural de su movimiento. El que arrancó a mediados de los 80 entre guitarras y derivó hacia el tecno y los sonidos independientes centroeuropeos, discotecas llenas con jornadas ininterrumpidas y que, antes de llegar a Madrid o Barcelona, hizo parada en el interior valenciano. Spook, Chocolate, Barraca, Espiral o The Face eran algunos de esos templos conectados por la carretera entre Valencia y Cullera que los veteranos de la movida valenciana siguen venerando. Es el caso de Bernardino Solís (73), cofundador y director de la sala Spook Factory, abierta desde 1984, que se sienta a hablar con Uppers por videollamada el mismo día en que se reúne con algunos de los nombres clave de entonces, como el disc jokey Fran Lenaers o su antiguo socio Félix Gabaldón, para grabar un documental.
"Hay una segunda vida de la ruta del bakalao. La gente quiere saber cómo se vivía, qué ocurrió, qué hacía la juventud de entonces", cuenta Solís. Creo que hay en marcha varios guiones de película para contarlo. Ahora la sociedad es más permisible y no hay la demonización que había entonces". Se refiere con estas palabras a las consecuencias que dejaron la amplificación del fenómeno y el trato mediático que se le dio a comienzos de los 90; el principio del fin de la ruta.
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"En los años 85, 86, 87... Esta movida se llevaba más en petit comité, no había trascendido a los medios ni al resto de España", explica Bernardino. Entonces las discotecas no empezaban a llenarse hasta las dos de la mañana. Aunque ya entonces aprovechaban que el vacío legal de la normativa que decía que tenían que cerrar a las seis, pero les permitía volver a abrir una vez limpiaban. "Luego, a partir del año 93, con 'el caso de las niñas de Alcàsser' los medios se dieron cuenta del filón que tenían con este movimiento y empezaron a llegar televisiones".
Esto hizo que, por un lado, llegara más gente de todas partes del mundo en busca de esas fiestas infinitas en las que las drogas de diseño hacían de fuelle. "Que llegue una corriente inmensa de gente trae problemas de todo tipo: de orden público, de comportamiento, de tráfico, y eso fue afectando negativa y progresivamente hasta que las autoridades empezaron a tomar medidas". Por otro, el relato del terror sexual derivado del caso de violación y asesinato de Miriam, Toñi y Desirée en Alcàsser -que desaparecieron haciendo autoestop de camino a una discoteca- se sumó, según cuenta el empresario valenciano, a periodistas y medios ávidos de sensacionalismo que arrimaban cámaras y micrófonos a conciencia allá donde había broncas o accidentes de tráfico. Con sus consecuentes controles y campañas de la DGT.
"La droga fue un actor importante de toda la movida. Pero han formado parte de la sociedad siempre, en aquel momento y en este. Lógicamente, se han usado más para el ocio. Pero han sido un elemento que, cuando se ha querido demonizar la ruta, ha favorecido mucho", dice Bernardino. "La gente que empalmaba 24 o 48 horas de fiesta era una minoría. Yo, por ejemplo, abría Spook a las 12 de la mañana, a las 4 de la madrugada me iba a mi casa a dormir y, al día siguiente, a las 9 o 10 de la mañana, volvía desayunado y ya me quedaba hasta cerrar la discoteca".
El eco de esos excesos amplificados por los medios es lo que ha quedado en el imaginario colectivo junto con el "exta-sí" de los temas de Chimo Bayo. Pero nada más lejos de la realidad. El creador de 'Así me gusta a mí' entró en escena en los últimos coletazos de la movida, con letras pegadizas y ritmos más comerciales. "En el fondo lo que había era una cultura musical nueva, una nueva forma de expresión de la gente. Esto ocurre en cada generación y, en la nuestra, la administración nos lo puso difícil. Había controles con GRS con pinchos, con metralletas... Nosotros intentamos defendernos creando una asociación de empresarios", recuerda Solís.
Estos empresarios no solo siguen en contacto hoy, sino que se reúne mínimo una vez al año. "Empresarios de los 80 es una reunión que hacemos todos los fundadores del ocio de aquella década", cuenta Solís. También celebran anualmente una fiesta en Spook en la que convocan a todos sus "fieles murciélagos". "Este 2021 sería la número 37". Mismas caras aunque "un poco más mayores".
En estas fiestas remember. Una congregación intergeneracional bajo techo y con tecno de fondo que, recuerda Bernardino, es algo que "en los 80 y los 90 no ocurría lógicamente porque las discotecas no habían existisdo 20 años antes. Pero ahora sí ocurre que gente con 60 o 70 años vamos a las discotecas a hacer una sesión de bakalao".
De momento, la pandemia les ha hecho mantener la reunión de este año en pausa y reinventarse. "Ahora la idea es que Spook sea una sala multiespacio en el que hayan diferentes actividades culturales", explica Solís. "¡También ha cambiado la tendencia. Donde antes había 'parquineo' y días de empalde, "ha llegado el tardeo para quedarse, se anticipan horarios y las fiestas ya no son tan largas".