Cualquiera podría pensar que el culebrón latinoamericano es el formato más representativo del exceso melodramático y probablemente tendría razón. Pero el culebrón norteamericano llevaba el mismo ímpetu lacrimógeno a niveles tan bizarros que rayaban en lo paranormal. Si en América Latina los protas descubrían que eran hermanos, en EE UU los protas descubrían que eran hermanos y uno había sido abducido por extraterrestres. Cosas así. Pero en el díptico por excelencia de las teleseries ochenteras sobre intrigas familiares de millonarios, es decir, 'Dallas' (1978-1991) y 'Dinastía' (1981-1989), esta última se llevaba holgadamente el primer lugar en la categoría 'friki'.
En efecto, ríete tu de giros clásicos como la 'pérdida de memoria'. Aquí hablamos de peleas con tu doble, cirugías plásticas delirantes (forzadas para cambiar de actores), ataques terroristas en Moldavia (ríete tú de la 'boda roja'), tesoros nazis escondidos en el jardín, lavadas de cerebro en clínicas suizas o cameos de Henry Kissinger. Curiosamente, en el centro de semejantes estridencias 'soapoperas' de plot twists imposibles, habitaba una mujer dulce, de ojos azules como un mar que se abría ante su largo flequillo rubio, eterna middle aged de vestidos con hombreras y collares de perlas que tenía la particularidad de ser buena durante toda la serie... Nos referimos, claro, a Linda Evans. O Krystle Carrington. O la que no era Joan Collins.
Evans reinó en la tele durante ochos años, junto a Collins y el zorro plateado de Blake Carrington (John Forsythe), como uno de los triángulos de amor bizarros más legendarios de que se tenga memoria. Los guionistas la ponían a sollozar cada dos por tres ante los ataques de la malvada Alexis (Collins), ex esposa de su marido, que llegó a producirle un aborto cuando disparó un rifle para que el caballo en el que iba montada se espantara y la arrastrara durante un tramo considerable de su propia mansión. La rivalidad entre la angelical rubia y la pérfida morena era tal que en un capítulo escenificaban una tremenda 'pelea de gatas' en un estanque de nenúfares.
Con el paso del tiempo, y desgastada ya la fórmula, 'Dinastía' murió de causas naturales antes del fin de la década prodigiosa, y Evans pasó (casi) al retiro, con apariciones esporádicas en alguna serie de poco calado o en películas aún menos trascendentes. Para bien o para mal, su nombre siempre quedará asociado al de los Carrington.
Por eso este año ha sorprendido a sus fans (que los tiene y son legión) que publicara en sus redes sociales tras años de alejamiento. Ha sido solo un saludo de fin de año ("que este sea el año en que descubras la belleza y la maravilla de quién eres realmente", nos dice), pero ha derretido corazones tanto por su belleza de mujer de 81 años extraordinariamente bien llevados, como por su dulzura habitual, tan asociada a su personaje. "Estás mejor que nunca", "Eres una de las mujeres más hermosas de todos los tiempos" "¿Cómo es posible tanta belleza?" o incluso "Linda significa 'hermosa' en español".
Esta nueva aparición de la musa ochentera ha despertado toda serie de especulaciones sobre un posible retorno a las pantallas, aunque de momento ella se ha limitado a asegurar que "espero pasar más tiempo con todos vosotros este año". Cruzamos los dedos, Linda.