Decir que el ocio ha cambiado con el paso de los años es una afirmación casi obvia a estas alturas. Si bien el disfrute de la calle y los amigos nunca se ha ido, también es cierto que, desde hace años, los niños y adolescentes han integrado nuevas formas de entretenimiento muy vinculadas al entorno digital. La generalización de los smartphones, sumado al crecimiento imparable de la industria de los videojuegos (15,9 millones de españoles entre 6 y 64 años son afines a esta tendencia, según datos del informe La Industria del Videojuego 2020, realizado por la Asociación Española de Videojuegos) ponen de manifiesto una realidad marcada por la progresiva virtualización de las relaciones sociales y, en efecto, por el cambio de paradigma del entretenimiento.
Las consolas han venido para quedarse. Según el mismo informe, el 55 % de los niños entre 6 y 10 años juegan a la consola; la cifra crece hasta el 62 % en la franja entre los 11 y los 14 y llega hasta el 44 % entre los 15 y los 24 años. La frecuencia de juego es también alta: 11,77 millones de jugadores (lo que supone un 74,2 % del total) disfrutan de esta forma de entretenimiento todas las semanas, mientras que la media de tiempo jugado llega hasta las 7,51 horas semanales.
¿Son demasiadas? ¿Hay que regular el tiempo de uso por ley? ¿Se debe disuadir a los chavales del uso de esta forma de ocio? El sentido común y la época en la que vivimos -capitalizada por el uso de las nuevas tecnologías- nos dice que no necesariamente. Esta misma semana, sin embargo, conocimos que China limitará por ley el tiempo de uso de los videojuegos a los menores de 18 años. El espacio de ocio será de una hora al día los viernes, sábados, domingos y festivos, tal y como recogió la agencia estatal Xinghua, las horas serán de 20:00 a 21:00 y una hora extra en los días festivos.
Conscientes de las dudas que genera esta decisión a nivel moral y sabedores de que la prohibición absoluta nunca es el camino a seguir, acudimos a la psicóloga Josselyn Sevilla, del Instituto Psicológico Cláritas, para que nos comunique dónde se encuentra el equilibrio para la convergencia de las nuevas y las viejas formas de entretenimiento y cuántas horas de uso de pantallas y consolas son recomendables según edades.
La respuesta es clara: una restricción tan abrupta no es positiva para su salud mental. "Las prohibiciones repentinas y bruscas nunca son una buena forma de gestionar el uso de cualquier elemento o la práctica de cualquier actividad", advierte Sevilla a Uppers. Habiendo crecido en un entorno de libre uso, los jóvenes podrían experimentar desde frustración hasta enfados o incertidumbre. Es por ello que no se recomiendan regulaciones tan severas, a menos que esta haya sido la norma desde que son muy pequeños.
Los expertos recomiendan un baremo adaptado a las diferentes edades que, según la psicóloga, quedaría de la siguiente forma. Hablamos de todas las pantallas en general, por lo que la utilización de consolas y ordenadores va incluida.
Hasta 3 años: no usar ningún tipo de pantalla
Hasta los 6 años: media hora diaria
Hasta los 12 años: una hora diaria
Entre los 12 y los 16: una hora y media
A partir de 16: entre 2 y 2 horas y media
Como comentamos anteriormente, eliminar las pantallas y el mundo virtual sería como ponerse una venda en los ojos y darle la espalda a la realidad de su época. Ahora bien: ¿Cómo hay que educar a los hijos a este respecto? Parece que lo mejor es ser, más que un profesor, un guía. "Lo más adecuado es que sean ellos los que elijan, dentro del tiempo para el uso de las pantallas, qué quieren hacer. (...) Escoger entre jugar a videojuegos, ver vídeos en Youtube, ver series o una película", expone Sevilla. Así, además de gestionar el uso de los videojuegos, "estaremos enseñándoles a que administren su propio tiempo, a tomar decisiones, a planificar y a organizarse" de forma autónoma, una línea educativa al más puro estilo Montessori.
Es la conversación más temida, pero también la más necesaria. De la misma forma que no podemos juzgar ni restringir las formas de entretenimiento que nuestro hijo ha elegido, también debemos garantizar que no se crucen extremos que podrían ser nocivos para él mismo. "Muchas veces cometemos el error de marcarlo de manera autoritaria, como si les estuviéramos regañando, lo cual genera en ellos un sentimiento de rechazo y rebeldía si hablamos con un adolescente".
¿Algún truco en particular? "Lo mejor es ir comentando pequeñas anécdotas, reales o inventadas, delante de nuestros hijos mientras comemos o cenamos, de manera que puedan escucharlas desde que son pequeños y puedan ver que lo que pasa en el mundo virtual muchas veces no se corresponde con la realidad", aduce la psicóloga.
Aunque no es el escenario deseable, hay algunos indicadores que pueden hacernos ver que la relación de nuestro hijo con las pantallas o videojuegos no es la más idónea en términos de salud. A este respecto, podemos detectar patrones de comportamiento que deben hacer saltar las alarmas:
A este respecto, es importante, según la psicóloga, que acudamos a un profesional para realizar una evaluación del problema.