La preocupación por el cambio climático, unido al incremento que ha experimentado la factura de la luz durante los últimos dos años, ha aumentado el interés por las placas solares en nuestro país. Si bien es cierto que España aún está lejos de otros países en materia de autoconsumo, en el último año sí se ha detectado una mayor demanda en este sector, y cada vez son más quienes se plantean pasarse a esta alternativa sostenible.
A pesar de este aumento de la demanda, todavía existen ciertas dudas alrededor de las placas solares que pueden hacer que muchos se planteen su compra. Al tener una instalación relativamente cara (en el caso de las viviendas unifamiliares, el precio de instalar placas solares puede superar los 6.000 euros, mientras que en el de las comunidades de vecinos pueden superar los 10.000 euros), es habitual preguntarse si el cambio compensa o si, por el contrario, sería un desperdicio de dinero.
En este sentido, una de las dudas que más atenazan a los consumidores es si las placas solares son una buena inversión de cara a los meses de invierno o si, por el contrario, en esta época del año resultan completamente deficientes. Al enfrentarse a unas condiciones meteorológicas mucho más adversas de las que se dan en los meses de verano y primavera, muchos temen que en invierno las placas dejen de funcionar, pero aunque es normal dudar, la realidad es que las placas solares siguen siendo útiles incluso en los días más fríos.
Cuando llega el invierno, los paneles solares siguen funcionando con normalidad, exactamente igual que ocurriría en los meses de primavera y verano. A pesar de que uno puede llegar a pensar que estas placas funcionan por el calor, la realidad es que se rigen por la luz, no por las altas temperaturas, por lo que no se ven afectadas por el frío. Es más: por norma general, estos dispositivos prefieren las bajas temperaturas al calor.
Lo que sí puede ser un problema, no obstante, es la cantidad de horas de sol que puede haber en estos meses del año, ya que esta luz es el alimento de este sistema. Al ser los días más cortos que en primavera y verano, las placas solares producirán menos energía durante esta época del año que en otra más calurosa, aunque su rendimiento, en esencia, no se verá muy afectado. Es decir: con las horas de luz que hayan aprovechado del día, las placas producirán la misma energía que habrían producido en los meses de verano o primavera si tan solo hubiesen funcionado durante ese mismo periodo de tiempo.
A la hora de instalar placas solares, además, los usuarios también deben tener en cuenta que en los días nublados el rendimiento de estas placas se reducirá, aunque esto ocurrirá tanto en los meses de invierno como en los de verano. De igual manera, si hay nevadas, algo que sí es exclusivo para los meses más fríos, las placas se verán afectadas, y si se quedan cubiertas puede darse el caso de que no lleguen a producir ningún tipo de energía.
Para evitar estos problemas, se recomienda hacer un buen mantenimiento de este tipo de instalaciones. Durante los meses de invierno los usuarios deberán, por tanto, dedicar más tiempo y esfuerzo en mantener estas placas limpias, sobre todo si viven en zonas con nevadas, aunque este esfuerzo extra puede verse recompensado en la factura, ya que en estos meses el precio de la electricidad suele ser mucho más alto. Además, también puede ser aconsejable apostar por panales antireflectantes y de alta calidad que puedan aprovechar mejor las condiciones del invierno y evitar posibles disgustos.
Sea como sea, a la hora de valorar la instalación de las placas solares no se debe pensar tanto en el provecho que se sacará en los meses de invierno, sino en el provecho que se le sacará a largo plazo. Y es que esta solución puede mantenerse durante décadas en una vivienda. Por eso, debemos se recomienda pedir distintos presupuestos a los instaladores para poder asegurarnos de que la solución que contratamos podrá ser amortizada con la menor brevedad posible.