El crimen financiero no deja de crecer y evolucionar. Abarca desde el simple robo cometido por personas malintencionadas hasta operaciones a gran escala orquestadas por grupos delictivos organizados. Su impacto en la economía mundial es de 3,2 billones de euros, según cálculos de la consultora EY, y lo peor es que todos somos potenciales víctimas.
Una de sus más recientes manifestaciones es la estafa de de las conocidas como cuentas mula. Consiste en que los delincuentes abren cuentas corrientes a nombre de terceros para blanquear el beneficio de sus actividades ilícitas. Así, estas cuentas son empleadas para recoger dinero de origen fraudulento y canalizarlo hacia otros destinos, es decir actúan como intermediarios esenciales en operaciones de blanqueo de capitales cada vez más sofisticadas y ambiciosas, según advierte el propio Banco de España.
El origen de esta denominación es una analogía con las personas reclutadas en sus países de origen que transportan droga en sus equipajes, muchas veces incluso sin saberlo. Porque ese es el gran riesgo de este tipo de operaciones, que uno puede tomar parte en la comisión de un delito sin ser siquiera consciente.
Los delincuentes utilizan una amplia variedad de técnicas para reclutar a aquellos que terminan como titulares de estas cuentas. En algunos casos utilizan métodos como el smishing y el phishing para obtener datos personales y abrir cuentas a nombre de personas sin su conocimiento. En otras ocasiones esta información personal la obtienen mediante estrategias de ingeniería social, como ofertas de empleo engañosas o anuncios falsos de alquileres.
De esta forma, los estafadores contratan y operan con esas cuentas para sus fines ilícitos, sin que las personas que aparecen como titulares sean en ningún momento conscientes del robo de sus datos ni de su operativa. Pero la situación puede ser más complicada, ya que cada vez hay más individuos que se prestan a estas prácticas y entregan sus datos de forma voluntaria a los delincuentes a cambio de una compensación económica. Incluso se han dado casos de personas que operan en sus propias cuentas personales siguiendo instrucciones de los criminales.
Y este fenómeno es peligroso porque quienes participan de él, especialmente jóvenes y personas con escasa formación, a menudo ignoran las repercusiones legales que puede acarrear. La cesión de datos personas o cuentas para operaciones ilícitas es considerada una grave infracción delictiva. La responsabilidad recae tanto en los organizadores del delito como en aquellos que participan, aunque sea de manera indirecta. Así que los cómplices no solo arriesgan su libertad, sino que también pueden ser obligados a indemnizar a las víctimas de los delitos cometidos.
Ante este panorama, y principalmente para evitar caer en estas trampas, el Banco de España conmina a seguir una serie de recomendaciones prácticas: