Después de descubrir que uno de cada tres ingleses cambiaba las sábanas de su casa una vez al año hablamos con expertos que nos confirmaron que no era normal, y mucho menos, higiénico. En las casas españolas lo habitual es cambiarlas cada una o dos semanas, dependiendo de las costumbres de los hogares, pero, sin embargo, hay algo que no debería pasar más de siete días en tu cama: la funda de la almohada. Piénsalo: el pelo, las pieles muertas, restos de la cara, saliva, lágrimas… un maremágnum de gérmenes y bacterias sobre el que te aseguramos que no quieres dormir. Si no te hemos convencido, sigue leyendo. Te contamos cada cuántos días, exactamente, debes cambiar la funda, cuándo debes lavar la almohada en sí y las razones de ello (te convencerán incluso si eres un escéptico).
Lo primero que debemos tener en cuenta es que no se puede seguir el mismo patrón todo el año porque las circunstancias son diferentes en cada estación. Siempre las fundas están expuestas a factores comunes que las ensucian: pelo, células muerta, cremas, caspa, restos de maquillaje en el caso de las mujeres… y pese a que, en la mayor parte de los casos, son inapreciables al ojo humano, si las miramos con telescopio, parece un vergel.
A esto debemos sumar la temperatura: no es lo mismo en el mes de agosto, con los termómetros disparados, que en enero. Y tampoco si vives en Andalucía o en Galicia. Durante las temporadas cálidas el sudor puede jugar una mala pasada y convertir nuestras fundas en focos de bacterias, por lo que la recomendación es cambiarlas cada tres noches, aunque no hagas lo mismo con el resto del juego de sábanas. En meses más fríos, se puede estirar un poco más y alargar su uso seis días, sobre todo si eres de los que se ducha antes de irte a dormir. En caso de enfermedad, que en esta época es muy habitual, las fundas deben lavarse a diario, el proceso de recuperación será mucho más rápido.
Para lavarlas, siempre ha de ser con agua caliente, ya que las altas temperaturas son las únicas que nos garantizan la eliminación de virus y bacterias y pasa secarse, al igual que recomiendan con las mascarillas, idealmente que sea al sol o, si se tiene, en la secadora, en un programa de media hora.
Incluso a todos aquellos abanderados de ser limpísimos, hay cosas que se les escapan. ¿Recuerdas cuándo fue la última vez que lavaste la almohada? Si la respuesta es negativa quizá deberías, directamente, comprar una nueva. El material con el que se fabrican, si no lo cuidas bien, se va deteriorando, y un sueño reparador solo es posible si la almohada está en perfectas condiciones.
Desde la Asociación Española de la Cama recomiendan que, a diferencia del colchón que hay que cambiarlo cada diez años, la almohada sufre un desgaste mucho más evidente, así que debe sustituirse por otra en cuanto tenga deformidades o bultos, permanezca doblada si la pliegas por la mitad, desprenda un olor desagradable o, si es de plumón, tengas que sacudirla constantemente para que quede esponjosa.
Si todavía no cumple estos requisitos, buenas noticias, con lavarla será suficiente. Para un buen mantenimiento deberás hacerlo dos veces al año para evitar que se acumulen demasiados ácaros y bacterias. Lo ideal es que estén metidas en una funda protectora con cremallera y, estas, requieren un buen lavado una vez al mes, como mínimo. En cuanto a la temperatura y condiciones del lavado, deben estar especificadas en la etiqueta. En general todas se meten en la lavadora sin problema, a excepción de las de látex ya que están hechas con un material hipoalergénico permite no tener que lavarlas.