"Sin lugar a dudas, el mejor libro sobre inversión jamás escrito". Con estas palabras describió el multimillonario Warren Buffet la obra 'El inversor inteligente', el manual que Benjamin Graham, considerado el padre del análisis de valores y del llamado 'value investing', publicó en 1949. Y si lo dice Buffett, que es una de las personalidades más importantes del mundo económico, hay que hacerle caso. En las páginas de ese libro encontró mucha de la inspiración que aplicó a sus propios negocios, así que no es de extrañar que para muchos sea considerado la biblia de la inversión.
A Graham se le atribuye que se empezara a hacer una distinción entre las operaciones de inversión y las de especulación. Graham perdió muchas de sus inversiones en el crack de 1929, y a partir de ahí empezó a investigar sobre cómo minimizar los riesgos. Definió el secreto de una buena inversión entres palabras: "Margen de seguridad", o lo que es lo mismo, el principio de comprar un valor con un descuento significativo respecto a su valor intrínseco. 'El inversor inteligente' es un caudal de sabiduría inagotable, pero sus enseñanzas se pueden destilar en diez claves servidas por el usuario de X @pobremillenial:
La primera regla de un inversor es establecer un marco normativo para tomar decisiones y evitar que las emociones entren en juego a la hora de invertir. La estrategia a seguir debe cumplir tus objetivos, tu margen de riesgo y tu horizonte temporal. Cíñete a esa hora de ruta siempre, y si ves que incumples alguno de esos puntos, simplemente no inviertas. Si un movimiento no encaja ahí no lo hagas. Vuelve siempre a tu estrategia.
Graham decía que "Mister Market es un esquizofrénico en el corto plazo que recupera su cordura en el largo plazo”. Cuanto más volátil y bajista sea el comportamiento del mercado, mejor para el inversor disciplinado. La volatilidad a corto plazo es el precio que se paga para mejores retornos a largo plazo. Echando la vista atrás, muchas de las acciones que mejor se han comportado históricamente cayeron mucho a corto plazo en algún momento. Por ejemplo, Amazon. Así que compra con convicción y aguanta.
El valor futuro de cualquier inversión depende en gran medida su precio actual. Si pagas un precio muy alto, el retorno será menor. Lo ideal es encontrar el equilibrio entre comprar una gran empresa a un buen precio o pagar un precio extra por una buena empresa. El mercado es como un péndulo que siempre oscila entre el optimismo insostenible y el pesimismo injustificado. "El inversor inteligente es una persona realista, que vende a optimistas y compra a pesimistas”, decía Graham.
Por muy cuidadoso y disciplinado que seas, siempre va a haber algún riesgo de equivocarte. Hay un peligro que nunca va a eliminar del todo. Por eso, nunca te permitas pagar más de lo necesario por una acción. Ese será tu margen de seguridad. “Cualquier compra de un título debe poder justificarse, tanto cualitativa como cuantitativamente”.
Hay que insistir siempre en esto. Las personas que no pueden controlar sus emociones no son aptas para obtener beneficios mediante la inversión. Tomar decisiones emocionales suele conducir a perder dinero. Marcarse esto a fuego es una lección esencial para cualquier inversor inteligente.
Las valoraciones matemáticas que dependen de la anticipación del futuro son más vulnerables a posibles errores de cálculo y errores graves que las que se basan en una cifra demostrada por los resultados pasados. "Tenga cuidado con las proyecciones, es absurdo pensar que el público en general puede ganar dinero con las proyecciones de mercado", alertaba Graham.
Hay acciones que valen más del precio por el que se venden. Encuentra suficientes para formar un grupo diversificado y no pierdas la paciencia si no avanzan rápidamente.
El inversor inteligente sabe que las acciones cada vez son más arriesgadas a medida que su cotización aumenta y menos arriesgadas a medida que las cotizaciones descienden. Debes temer los mercados alcistas y amar los mercados bajistas. Y disponer de cash para comprar en el momento adecuado.
Las acciones subirán o bajarán en el futuro en función de que las empresas que las respaldan vayan bien o mal. Así que por muy desesperado que estés por obtener ingresos, no compres solo basándote en la rentabilidad por dividendo.
Son dos los motivos por los que el mercado puede infravalorar una acción: porque tiene unos resultados decepcionantes en la actualidad o porque arrastran una impopularidad prolongada en el tiempo.