2020 ya está aquí y nuestra cuenta corriente ya nos tiene cogidos por las solapas. Si ponemos los bolsillos del revés, no caen ni las migajas de turrón. "Año nuevo, vida nueva", nos consolamos. Más por inercia que por auténtico compromiso, empezamos a tirar del diario de Bridget Jones y su mítica lista de propósitos: perder diez kilos, echar siempre las bragas de la noche anterior en el cesto de la ropa sucia, encontrar un novio sensato y no acabar el siguiente año como una cuba, purgar la casa de trastos inútiles… ¡Y ahorrar!
Seamos sensatos. Si lo que pedimos son recetas milagrosas que exijan poco sacrificio, nuestras buenas intenciones comenzarán a caer en las primeras horas. A mediados de enero el 75% las habrá olvidado y en junio solo un 5% las recordará. Apenas un 0,2% conseguirá mantenerlas en pie de aquí a un año, según las investigaciones realizadas por el psicólogo británico Richard Wiseman en la Universidad de Hertfordshire.
El viejo método de gestión japonés dice que la mayoría de las personas llevan fracasando al menos diez años seguidos en sus propósitos para el nuevo año. Fallamos por una razón muy simple: mordemos más de lo que podemos masticar. Se nos llena la boca igual que a Bridget Jones, pero llegada la hora de la verdad, el cerebro se hace el remolón, se vuelve complaciente.
Esta vez dejaremos los kilos aparte y prepararemos nuestras mentes para dar una alegría a nuestra economía. Hemos contado con el asesoramiento de Álex Caballero, CEO y planificador financiero de la empresa G&A, quien ha diseñado un programa para los lectores de Uppers basado en cinco pasos y un único objetivo: que, por fin, 2020 sea el año en el que aprendimos a gestionar nuestro dinero.
Lo que él nos propone son pequeños pasos, pero firmes y persistentes. Antes, daremos un dato más que deberíamos tomar como sugerencia: necesitaremos entre cuatro y ocho semanas para crear el hábito. ¿Seremos capaces?
Antes de empezar a pensar en aquello que deseamos, hay que saber cuál es nuestro punto de partida. Dedicaremos un tiempo a hacer un presupuesto mensual real con una premisa fundamental: "Sé pesimista en los ingresos y realista en los gastos. En ese presupuesto incluirás todos tus ingresos (sueldo, alquileres o actividades económicas) y tus gastos. En esto últimos no solo irá la comida y la hipoteca/alquiler, sino también tus hobbies, los gastos de fin de semana, el café diario que tomas fuera de casa... Una vez que tengas los ingresos y los gastos, réstalos y obtendrás tu capacidad de ahorro.
El objetivo debería ser la regla del 10%. Es decir, habría que intentar ahorrar al menos el 10% de los ingresos totales. A partir de ahí, cualquier cifra será válida.
Hablar de ahorro implica algo más que guardar ese dinero que hemos conseguido mantener intacto durante un tiempo. Para poder conseguir tus metas financieras debes ponerlas en el calendario y, según estén fijadas a corto, medio o largo plazo tendrás que utilizar una estrategia u otra.
Normalmente en finanzas, hablamos de corto plazo hasta 3 años; de medio plazo entre 3 y 8-9 años; y largo plazo son 10 años o más. Pero si nos referimos a un año, el corto plazo lo dejaremos en 3 meses; el medio, en unos 6 meses; y el largo, hasta final de año. Los propósitos de año nuevo pueden combinar metas de varios plazos. Por ejemplo, empezar a ahorrar para casarme el año que viene o ir guardando dinero para mi jubilación.
¡No caigas en el error de venirte arriba y empezar a poner metas a diestro y siniestro! Es preferible, como mucho, una meta por plazo. Así no te distraerás ni diluirás demasiado tu esfuerzo financiero, por lo que conseguirás sí o sí tus metas.
No te dejes sorprender por las características de un producto financiero porque puede ser que no sea el adecuado para tu planificación. No puedes ahorrar pensando en las herramientas, sino en los objetivos a alcanzar. Es decir, tú no tienes una hipoteca porque quieras una hipoteca, sino como herramienta para tener una casa.
Si tu objetivo está situado a corto plazo, debes buscar total disponibilidad del dinero y si obtienes algo de rentabilidad. Si el objetivo se encuentra a largo plazo, tienes que utilizar herramientas que maximicen la rentabilidad y que no tengan tanta liquidez. Por ejemplo, los PAS (planes individuales de ahorro sistemático). Y si es a medio plazo donde está tu objetivo, ahí tienes que valorar si está más cerca del corto o del largo para elegir la solución financiera adecuada.
El ahorro se utiliza para guardar dinero a corto plazo y tenerlo disponible para imprevistos. La inversión se usa cuando queremos generar más rentabilidad con lo que nos sobra y se utiliza a medio y largo plazo.
No puedes invertir sin tener un colchón para imprevistos o emergencias. Es posible que en caso de que necesites tener que utilizar el dinero invertido en un momento puntual, puedes tener pérdidas porque no sea el momento adecuado. El consejo es tener acumulado como mínimo tres meses de ingresos como colchón de seguridad. A partir de ahí, puedes invertir lo que te vaya sobrando para hacer crecer tu patrimonio sabiendo que tienes un ahorro que te cubre las espaldas en caso de necesidad.
Tan importante es fijar tus propósitos y tu estrategia para conseguirlos como revisar si estás consiguiendo lo que te propusiste o no. Porque tu plan puede ser buenísimo a principios de año, que si te cambian las circunstancias (te han subido o bajado el sueldo, has tenido un hijo, vas a montar un negocio…) no va a ayudarte a conseguir tus metas.
Por eso, mínimo a mitad de año (los más aplicados los revisan trimestralmente) debes comprobar cómo van tus propósitos y si estás más cerca de conseguirlos con tu plan de acción. Si es así, enhorabuena; y si no, pues habrá que modificarlo para encauzarlo de nuevo hacia la dirección correcta.
Caballero remata su plan financiero para 2020 con un último consejo: "escribe tus propósitos de año nuevo en un papel y llévalo siempre en tu cartera. Te lo recomiendo porque si los escribes, tu cerebro ya da el primer paso de pensar que estás más cerca de hacerlos realidad".
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