Lo más probable es que recuerdes las participaciones en preferentes como una situación ya bastante lejana, pero lo cierto es que apenas han pasado unos años desde que ese problema azotó la economía española y afectó a miles de ciudadanos. Durante los años previos a la crisis económica mundial, muchas personas decidieron apostar, en muchas ocasiones con un gran desconocimiento sobre ello, por productos financieros que quizá no eran tan seguros como creían, y ahí estaban las participaciones en preferentes, un caso que afectó a más de 700.000 personas en España.
Las participaciones en preferentes son valores emitidos por una sociedad sin otorgar ninguna cuota en su capital y en la que tampoco hay derecho de voto. Su emisión comenzó de forma algo tímida durante los años 90 para estabilizarse a principio de los 2000. Pero sin duda, su punto álgido comenzó a partir del 2007, cuando el mundo entero, incluida España, se adentraba en una de las crisis económicas más graves de la historia. El problema de la venta de este producto financiero vino por su alto riesgo de inversión, pues no tienen vencimiento y su rentabilidad no está garantizada, por eso siempre ha sido un producto más destinado a los grandes inversores que a los particulares, que fueron quienes sufrieron la pérdida de sus ahorros.
Pero, si su riesgo es tan alto, ¿cómo particulares se arriesgaron a adquirirlos? Por lo general, uno de sus inconvenientes es que no tenían un plazo determinado de duración, aunque su gran atractivo era el alto porcentaje de interés que se ofrecía, pudiendo obtener grandes beneficios, pero también perder todo el capital que se invertía. A lo largo de un tiempo, muchas entidades vendieron a pequeños inversores este producto del cual muchos desconocían verdaderamente su funcionamiento y de los que la mayoría eran jubilados, según la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU), que fueron convencidos para invertir sus ahorros.
Otro de los grandes problemas fue adquirir este producto pensando que era de rentabilidad fija, por lo tanto una inversión segura, cuando realmente eran variables por el alto riesgo que suponía por su principal atractivo: las altas rentabilidades que podían conseguirse. Los contratos de las acciones preferentes requerían de muchas páginas y mucha letra pequeña, por lo que gran parte de los afectados confió en la entidad para adquirirlo sin saber que el beneficio no estaba garantizado y su inversión tampoco iba a estar protegida por el Fondo de Garantías de Depósitos como sí lo están otros productos financieros. Además, la disponibilidad en gran parte de los casos era imposible al ser un producto a largo plazo que no se podría recuperar antes de 20 años, según la OCU.
Dada la complejidad de las preferentes, es normal que muchos particulares no entendiesen correctamente cómo funcionaba este instrumento financiero que, por sus riesgos, nunca ha sido recomendado para pequeños inversores como así se hizo en la época. Al no poder recuperar su dinero y ver como su precio comenzaba a caer, los ahorradores que habían confiado en las entidades para la inversión quisieron recuperarlo cuando era imposible.
A pesar de que han sido muchas las causas que han recurrido a un tribunal en el que los jueces han dado la razón a los afectados, son muchos los que aún no han podido recuperar su inversión. Por eso mismo, y tras el general malestar de la población ante las entidades bancarias, muchas han optado por un cambio en su forma de operar con la introducción de códigos éticos para la comercialización de los distintos productos financieros así como destacando la que hasta hace unos años era la letra pequeña de los contratos y que escondía algunas cláusulas que podían pasarse por alto.
Todavía con ello, una de las principales reglas que mantienen los expertos es el no firmar nada sin entenderlo, que fue lo que le ocurrió a la mayoría de los afectados, que sin llegar a comprender del todo el mecanismo de las acciones preferentes, decidieron confiar en su sucursal alentados por el gran beneficio que podían obtener pero con el total desconocimiento de los altos riesgos a los que se enfrentaban contratándolo.
Son todavía muchos los ciudadanos que desconocen qué son exactamente las preferentes, en parte por su gran complejidad. Por eso mismo durante muchos años las entidades bancarias han sufrido cierta desconfianza por parte de la ciudadanía. Aún así, este episodio dejo algo claro a la población: estudiar bien las cláusulas y entender a la perfección el funcionamiento antes de contratar nada, ya que la sorpresa, como en este caso, puede ser más que desagradable.