Orgullo a cualquier edad: Madrid tendrá la primera residencia pública del mundo para mayores LGTBI
Está prevista que abra sus puertas durante 2020, aunque advierten del gran trabajo que queda por hacer
"Los mayores LGTBI tenían miedo. La homofobia la teníamos interiorizada. Nos han educado a ser homófobos"
En el barrio madrileño de Villaverde, lejos del bullicio del centro y del lujo de las principales calles de la capital, en la modesta calle Arroyo Bueno, se erige un antiguo edificio propiedad de la Comunidad de Madrid que, hasta hace bien poco, se caía a trozos por su estado de abandono permanente. Después de servir como residencia y Centro de Día para Mayores en Villaverde, ahora tiene nuevos inquilinos.
Dicen que los sueños están hechos para los soñadores, para los que creen firmemente en sus ideas y apuestan por ellas, para los que dedican su vida a ayudar a los demás. Federico Armenteros es uno de ellos. El presidente de la Fundación 26 de Diciembre, enfocada al cuidado de las personas mayores LGTBI, es el alma máter de un proyecto que pretende ser revolucionario en nuestro país: la creación de la primera residencia especializada para mayores LGTBI en Madrid.
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La primera piedra de esta idea, de este sueño, se coloca en 2008. En plena crisis económica en España, Armenteros es despedido como director del centro de menores en el que trabajaba. Primero llegó el paro a los 50 años y, después, el subsidio de 426 euros mensuales. Nada sencillo para una persona con sueldo directivo y homosexual, por tener que sufrir en sus propias carnes el discurso de 'los gays son todos ricos'.
"Parece que los gays somos siempre jóvenes y vivimos siempre de la eterna juventud, que es lo que nos venden, pero empecé a observar a los mayores de mi entorno y me di cuenta de que no estaban donde tenían que estar. Estaban en las saunas, en los baños de las estaciones de autobuses, en sitios descuidados, y eso no podía ser". reflexiona Armenteros. Además, la gran mayoría de aquellas personas estaban solas, no tenían a nadie, habían sido rechazadas.
En el interior de la residencia, con mucho trabajo por hacer aún
Sin embargo, lo que más impacto le produjo no era aquella soledad, sino que muchos de ellos ya tenían pensado que, en el momento de ser dependientes de alguien, se suicidarían.
En aquel contexto, surgió la Fundación 26 de Diciembre. Una fecha simbólica, porque ese día del año 78 se derogó la Ley de Peligrosidad Social. "Dejamos de ser peligrosos, pero nos detenían por escándalo público hasta el 88, y hasta el 90 no nos descatalogan como enfermos mentales. Aún hoy en día somos pecadores para la iglesia católica", se lamenta Armenteros.
Con la Fundación creada, el siguiente paso era dotarla de una estructura, basada en voluntarios del colectivo LGTBI, y en funciones concretas. En un primer momento, lo más urgente fue ayudar a los más necesitados. En contra del estereotipo instaurado, Armenteros y su gente se encuentran "gente del colectivo malviviendo en la calle, pasando hambre, con pensiones pírricas, viviendo sin luz o sin calefacción, pidiendo para comer", y ahí centran sus esfuerzos iniciales.
El nacimiento de la residencia para mayores LGTBI
Con el foco puesto en la primera ayuda asistencial, desde la Fundación llega el momento de plantearse ir más allá y solventar otro de los problemas: que las personas mayores del colectivo LGTBI no quieren ir a residencias de mayores.
"Tenían miedo. La homofobia la teníamos interiorizada. Nos han educado a ser homófobos. No crees que tienes valor, que tienes derecho. Eso es una presión por la que mucha gente acaba con la cabeza hecha polvo, porque no has podido decir en tu vida tus afectos, siempre escondidos, cuando en tu familia las presentaciones eran normales y tú eras el raro. El quitar todo eso, el hacerles ver que tenían que ir a un comedor social igual que otra persona fue un reto muy importante", cuenta Armenteros.
Así, comienzan a trabajar en la idea de dar una solución residencial a esta parte del colectivo y, aunque en un primer momento plantean construir un residencial en un espacio de 9000 m(2) en Rivas-Vaciamadrid, lo descartan por su alto coste, 14 millones de euros, y porque nadie se atrevía a financiarlo. Acuden entonces a la Comunidad de Madrid, presidida por Cristina Cifuentes, y logran la cesión de un local público en el barrio de Villaverde.
La casa, por el tejado
Si lo habitual para la construcción de cualquier edificio es empezar por los cimientos, en el caso de esta residencia hubo que empezar por el tejado. "Cuando entramos, la cubierta estaba que se caía, igual que la fachada, así que eso fue lo primero que tuvimos que abordar. Ahora estamos pendientes de pasar la Inspección Técnica de Edificios y que el Ayuntamiento de Madrid nos dé el permiso de obra para comenzar a reformar el interior", explica Armenteros. Por eso se ha retrasado todo. Aunque en un primer momento estaba previsto que la residencia estuviera abierta para el 26 de diciembre de 2019, la hazaña parece imposible. No por ganas ni por esfuerzos, sino por la siempre enrevesada burocracia.
Por eso, las fotos del interior de la residencia aún no son nada atractivas visualmente, aunque rezuman ilusión de todo un colectivo que verá mejorada su calidad de vida en edades avanzadas.
Mucho trabajo por hacer en el interior del edificio
"Es un triunfo del colectivo, porque cuando nos necesiten vamos a estar allí. Para que cada uno, en la medida que pueda, diga que la residencia ha sido con el esfuerzo de todas las asociaciones LGTBI", concluye Armenteros. En este sentido, algunos empresarios, como Kike Sarasola, dueño de la cadena hotelera Room Mate, ya ha puesto a disposición de la residencia mobiliario como camas o menaje.
Desde la Fundación también están trabajando para que no solo sea la Comunidad de Madrid quien aporte fondos, sino que el Ayuntamiento de Madrid "también se pringue haciendo un convenio para mantener el Centro de Día que tendrá la Residencia", dice Armenteros, quien se muestra más contento con el actual ejecutivo municipal que con el anterior. "Ahora llamo y me atienden. Con la anterior han sido cuatro años muy duros. Parece que el colectivo LGTBI somos propiedad de la izquierda, y no es así. A nosotros Manuela no nos recibió, y eso que la llamamos bastante, pero no lo entendíamos", aclara Armenteros.
Ahora, con las 62 plazas de la residencia ya reservadas a pesar del arduo camino por recorrer aún, desde la Fundación 26D ya están pensando en nuevas metas, en nuevos retos para llevar este modelo a otras ciudades de España y completar la oferta residencial que, hoy por hoy, también cuenta con seis pisos residenciales a disposición de los más necesitados del colectivo.
Por el momento, toca seguir soñando fuerte y canalizar esfuerzos para que nada ni nadie les impida cumplir sus sueños de poder vivir mejor y de manera decente con una edad avanzada.