¿Hasta dónde estaríamos dispuestos a llegar para conseguir el puesto de nuestro sueño? ¿Cuánta astucia hemos desplegado en una entrevista de trabajo para aparentar ser el mejor? ¿Cuánto humor para levantar el ánimo del entrevistador? ¿Cuántas veces nos hemos vuelto con la sensación de no haber tenido nuestro mejor día? Si hay alguien que ha vivido todas las anécdotas posibles en primera persona es Honorio Jorge. Este profesional canario lleva casi 30 años trabajando en la selección de personal y tiene en su memoria el inventario más disparatado e ingenioso que uno pueda imaginar.
Reconoce que hay un montón de situaciones que preferiría olvidar y otras que, vistas con perspectiva, toman un tono más humorístico que en el momento que se produjeron. Su testimonio, además de entretenido, resulta muy curioso para observar cómo ha cambiado el panorama desde que los mayores de 50 intentábamos acceder al mundo laboral. Entonces sí que nos sometían a auténticas cabriolas psicológicas.
A nuestro protagonista no se le va de la cabeza el tipo que llegó con chanclas y la toalla al hombro. "Al principio -dice- pensé que era una broma, pero enseguida supe que real. Además de venir con chanclas, bañador y toalla, se presentó con retraso. Le saludé y le pregunté si iba a la playa. Con absoluta naturalidad respondió que sí, que se directamente, pero sobre la marcha había decidido no faltar a la entrevista y darle una oportunidad a la empresa".
No debe de ser nada fácil ponerse al frente de los Recursos Humanos de una empresa. Es decir, ser quien se ocupa de reclutar, seleccionar, contratar, dar la bienvenida y también decir adiós, si llega el caso. Jorge lleva casi tres décadas en el cargo y, afortunadamente, nunca ha tenido que enfrentarse a alguien armado, como ocurrió hace unos meses en Paterna (Valencia), cuando un trabajador despedido, armado con un cuchillo, tomó por el cuello a la responsable de este departamento.
Después de pasar por diferentes empresas, Jorge creó su propia consultoría de desarrollo de Recursos Humanos, Taleenta, en 2015, con presencia en España y Latinoamérica. Está feliz de dedicarse a un oficio en el que la constante ha sido siempre la persona y la búsqueda del mejor talento "para que la empresa alcance los mejores resultados, pero también como una forma de conocer sus expectativas y de ofrecerle apoyo para que alcance su potencial".
No podemos quedarnos con las ganas de saber cómo gestionó el caso del bañador. "Me resistí -cuenta- a no dejarme dominar por los sesgos del entrevistador. Así que fui profesional y llevé a cabo mi entrevista estructurada por competencias. Es decir, con un listado de preguntas, cada una sobre una habilidad específica exigida para el puesto. Y resultó que cumplía el perfil. Le cité unos días más tarde para unas pruebas de selección, pero ya no vino. Seguramente se fue a la playa. Lo peor de todo es que el candidato venía recomendado por un VIP de la empresa. Lamentable".
¿Todavía hay que guardar las formas? "Se ha perdido esa idea de que la entrevista es un evento ceremonioso. Es una situación en la que se juegan mucho el candidato y la empresa, pero no hay que añadir mayor tensión que la que por su propia naturaleza ya posee. Las formas de la empresa y del entrevistador también son importantes. Yo creo que en general las empresas están cuidando su marca de empleador", responde.
A propósito de las maneras, una de las historias más recordadas ocurrió en 2003, cuando una periodista encontró en una papelera las fichas de las aspirantes a cajera para una cadena de supermercados en las que se podía leer calificativos como "gorda, tetuda, voz de pito o moraca". Aquello inspiró al dramaturgo Jordi Galcerán 'El método Grönholm', una obra hilarante que conectó con el público precisamente por la posibilidad de haberse visto en alguna ocasión en una situación similar.
El responsable de la selección en aquel caso fue un encargado del establecimiento y no un profesional de los Recursos Humanos. Este hecho marca, en opinión de Jorge, la gran diferencia en este proceso. "Hoy ya no suele ocurrir, pero en los noventa, por ejemplo, las entrevistas solían ir orientadas a buscar una afinidad ente jefe y candidato. Generalmente eran grupales y no las hacía un técnico de selección. Poco a poco, el sector se fue profesionalizando y se impuso la entrevista mediante una batería de preguntas sobre el historial profesional, valorando las respuestas de acuerdo con sus actuaciones pasadas". Todavía imperaba una relación asimétrica entre el empresario, desde su posición de poder, y el solicitante de empleo.
Ahora la selección es totalmente diferente. "Los trabajadores -explica- comparten, comentan y publican en redes sociales profesionales, como LinkedIn, sobre su sector y profesión. Se hace mucha selección de tipo headhunting (cazatalentos) y se descubren posibles candidatos en esta red haciendo seguimiento de publicaciones que aportan valor y permiten la visualización de su talento". Esto significa que la primera entrevista, casi siempre vídeo entrevista, se centra en validar su disponibilidad e interés. "Casi son los candidatos los que entrevistan a la empresa", advierte Jorge.
Pero ni siquiera esta evolución ha conseguido rebajar el nivel de las ocurrencias que pueden vivirse en la entrevista. "Hay candidatos enchufados o tan sobrados que solo les falta preguntar por la puerta de su despacho. Otros, en lugar de ser entrevistados, se proponen ser ellos los entrevistadores", indica. No faltan quienes, por querer destacar, se exceden de graciosos u originales. Aspirantes que aprovechan para ir al baño durante la reunión telemática o que ni se molestan en quitarse el pijama. Gente como uno que aspiraba a una vacante de gran responsabilidad y no reparó en confesar que su trabajo ideal sería monitor de submarinismo en Bahamas. Algunos advierten de antemano que nunca se pondrían el uniforme reglamentario. Y hay quien planta sus talismanes sobre la mesa, realiza determinados rituales o acaba relatando su historial amoroso.
Y como cabría esperar, abundan los aspirantes que inflan su currículum. "Si son aspectos relevantes, son descalificados. Cuando son mentiras piadosas sobre fechas o conocimientos que no son esenciales para el puesto al que opta, se puede dejar pasar, aunque siempre quedará la sombra de la duda", razona Jorge. ¿Tan común es cambiar la fecha de nacimiento para quitarse años? "Lo que puedo decir -contesta- es nunca aceptaría el proceso de selección para una empresa que descalifica a las personas por su edad u otro sesgo. Siempre que tengo ocasión, lucho contra el edadismo. Una persona de 60 puede tener las mismas cualidades y habilidades que uno de 30, pero con 30 años más de experiencia y conocimientos".
En estos momentos, un 54% de los españoles se está planteando cambiar de trabajo, según una encuesta realizada por LinkedIn. A partir de los 55 años, el porcentaje se queda en el 30%. Generalmente, buscan un puesto que les permita un trabajo significativo y son más exigentes en cuanto a condiciones, retos nuevos y beneficios económicos.
Jorge comparte algunas recomendaciones muy prácticas: