El término 'reinvención' está ya totalmente interiorizado en nuestra sociedad, aunque hay que reconocer que aún tiene ciertas connotaciones de crisis o dificultad. Lo que no se suele decir es que para quienes lo hemos vivido en primera persona significa también una época que fue un regalo de la vida. Un tiempo de inflexión que supuso un antes y un después a muchos niveles. Y que trajo consigo un cambio: ahora nos sentimos más seguros ante cualquier evento o necesidad futura. Por ello, en lugar de 'problemas', hablaremos en este artículo de 'retos' y 'oportunidades'.
La reinvención parece algo moderno y excepcional, pero lo cierto es que la mayoría de las personas tendrán que enfrentarse tarde o temprano al proceso de rehacerse personal y/o profesionalmente. Ya lo dijo Bruce Springsteen en su libro 'Born to Run': "Hacerse mayor asusta, pero al mismo tiempo es fascinante".
Fue justo lo que me sucedió a mí. En 2012 me enfrenté a la experiencia de tener que reinventarme pasados con creces los 40, coincidiendo además con uno de los momentos de mayor desempleo en nuestra historia. La organización para la que estaba trabajando consideró, que después de diez años y mucho esfuerzo y dedicación, mi etapa había concluido con ellos.
Mi primera reacción fue sentir miedo. Miedo por tener que exponerme a situaciones nuevas u otras que tenía casi olvidadas, como por ejemplo la de buscar de trabajo, algo que no experimentaba desde hacía más de dos décadas.
Miedo también a lo desconocido. Incluso miedo a la idea de no tener valor para un mercado que empezaba a transformarse a gran velocidad. Y lo peor es que tardó en irse: los cambios suelen ser complicados y solemos ser más resistentes a ellos de lo que creemos.
Mi caso no es el único. Como yo, son muchos los que pasan por esta situación, sobre todo cuando se van adentrando en la década de los 50. Y la idea es que, cuanto más preparados estemos, más fácil será la transformación.
Lo primero de lo que tenemos que ser conscientes es que a esa edad, y dada la longevidad actual, estaremos solo en la mitad de nuestra carrera profesional, ya que tendremos por delante unos 20 años más de vida laboral.
También hay que estar preparado para un mercado flexible, mucho más de lo que era cuando empezamos en el primer trabajo. Posiblemente demos con un modelo, tal y como sucede ya en Estados Unidos, donde "el 50% de los trabajadores serán freelance en los próximos diez años" según indica un estudio realizado por 'The Freelancers Union' y la compañía 'Upwork'.
Encuentra tu valorEsta será otra de las claves: encontrar tu valor profesional, el área en el que puedes ayudar a otras persona o empresas. Probablemente muchos de nosotros lo venderemos además por horas, por días o por proyectos, pero sin pertenecer a ninguna organización: YO MISMO S.L será tu nueva empresa.
Pasado un tiempo desde el shock inicial, darme cuenta de que tenía que adaptarme a la nueva situación hizo que se obrase un cambio en mi actitud. Es decir, primero acepté la nueva realidad y luego asumí mi responsabilidad individual para salir del pesimismo. Como bien dice el profesor de liderazgo de Harvard John Kotter en su teoría del locus de control interno, "hay que luchar y no aceptar lo que la vida nos depara, sino dirigir e influir en nuestro futuro".
Y así fue como, poco a poco, fui dándole a la situación que tenía ante mí un enfoque más optimista, sin perder de vista el realismo, y empecé a desarrollar también una cierta exigencia de acción proactiva.
El siguiente paso fue definir por escrito (¡lo que no se escribe no existe!, siempre les digo a las personas a las que aconsejo profesionalmente) mi propósito personal y profesional. Napoleon Hill, escritor estadounidense de 'Piense y hágase rico', ya dijo hace décadas que "no existe nada peor que dejarse llevar por la inercia de la vida sin un propósito claro".
Pero, ¿qué es exactamente ese propósito del que todo el mundo habla? Digamos que es tu misión, tu razón de ser y lo que realmente te movilizará en momentos donde la acción coherente será muy necesaria.
En mi caso personal, todo apuntaba a un cambio bastante profundo: tuve que pasar de posiciones ejecutivas a dedicarme a la docencia y a la consultoría. Es decir, mi objetivo era intentar aportar valor a otros.
Recuperando el espíritu de Springsteen, y pensando en todos aquellos que antes o después se enfrentarán a estas circunstancias, me gustaría decir por último que van a adentrarse en un proceso fascinante, donde no tenerle miedo al miedo será determinante.
Será una oportunidad de relanzar sus vidas y disfrutar de los muchos años que les quedan, de cumplir objetivos gracias a la sabiduría de las primeras etapas y, por encima de todo, una época en la que la actitud moverá casi todo. Os lo dice alguien que no deja de sorprenderse de las muchas oportunidades que se le han ido presentando y además disfruta de la nueva vida. Para mí, todos los días son viernes.