El coste de los pisos en España sigue sin atisbar un techo. Aunque el número de compraventas y de hipotecas contratadas han caído en 2023 con respecto a 2022, el precio de la vivienda no ha dejado de subir en los últimos 37 trimestres. Su precio medio se situó en agosto en 2.004 euros el metro cuadrado, un 7,2% más que el año anterior. La falta de oferta inmobiliaria es el principal motivo de que la tendencia a la baja que están viviendo países europeos como Reino Unido o Alemania no se replique aquí. Pero, con una economía a merced de la inflación y los tipos de interés disparados, ¿podría darse un fenómeno como el que está ocurriendo en Portugal con decenas de ciudadanos con trabajo viviendo literalmente en la calle?
La crisis de vivienda que atraviesa el país vecino es muy aguda, especialmente en la capital, Lisboa. En Portugal, el precio de la vivienda creció un 94% entre 2015 y 2022, según un estudio coordinado por el exministro luso de Economía, Carlos Tavares. Entre la proliferación de pisos turísticos y la llegada de extranjeros, atraídos por visados especiales para inversores y nómadas digitales, el precio de las casas cada vez es más alto. Tanto que el incremento del alquiler llega a un punto que triplica el salario mínimo.
Por eso ya empiezan a verse asentamientos en tiendas de campaña de personas que tienen trabajos estables y remunerados, pero insuficientes para afrontar los alquileres que pagaban hasta ahora, según informa RTVE. En el interior de estas tiendas apenas suele haber unas colchonetas, algo de ropa y alguna cocina portátil de gas. Algunos pueden permitirse comprar una caravana y vivir dentro del vehículo.
Entre estas personas instaladas en la Quinta de los Ingleses está Danielle, una camarera portuguesa que explicó al citado medio su situación tras irse del piso en el que vivía por 800 euros y cobrando menos de 1.000 euros. "Al no tener dinero para el alquiler, decidimos con mi marido comprar una tienda de campaña. Hay personas que tienen que pagar por una habitación 600 o 700 euros, y eso es imposible. Lo más difícil ha sido dejar a mis hijos con los servicios sociales", explica.
El de la Quinta de los Ingleses es solo uno de los campamentos de trabajadores que están surgiendo por toda la ciudad. Están presentes en lugares tan céntricos como la avenida Almirante Reis, la estación de trenes de Oriente o en el mismo Carcavelos, a pocos kilómetros del campamento de Marcia y Andreia.
¿Podríamos ver algo así en Madrid o Barcelona? A día de hoy no lo parece, porque las condiciones del mercado inmobiliario en Lisboa son más extremas. Según el índice internacional de alquileres de House Anywhere, la capital lusa es ya la ciudad más cara de Europa a la hora de alquilar un piso. Con una media de 2.500 euros por una vivienda de una habitación, supera a destinos más turísticos -y con mayor nivel de renta- como París, Ámsterdam o Milán. También lidera las subidas de precio durante el año pasado, con una exagerada repreciación de los alquileres de un 70%. En un país donde el salario mínimo está en 760 euros y el medio en 1.288 brutos, estas circunstancias son sencillamente inasumibles. E incomparables con las de cualquier ciudad española.
Otro gran problema que soporta Lisboa es la especulación. Se calcula que en la capital hay 48.000 viviendas vacías, que son la mitad de las que hay en Madrid, por ejemplo, pero con una sexta parte de su población. El ayuntamiento no dice a quién pertenecen, pero se sospecha que son propiedad de fondos de inversión extranjeros que están a la espera de vender o alquilar cuando el precio toque techo.
A esto hay que sumarle la popularidad de Lisboa entre los llamados nómadas digitales, que valoran las buenas conexiones, la movilidad y el ajustado coste de la vida, más allá de la vivienda. Pero claro, el contraste entre los ingresos de estos nómadas y los de la población local implica que suban los precios en los barrios céntricos y se endurezcan las condiciones de alquiler. Y eso por no hablar del fenómeno Airbnb, que empuja fuera a las clases populares.
Otra razón por la que en España no va a ser habitual ver acampando a ciudadanos con un puesto de trabajo es que aquí no existe cultura de vivir en tienda de campaña o autocaravana, al contrario que en países como Estados Unidos y tal y como reflejaba la oscarizada película 'Nomadland'. Antes se recurre a volver a la casa de los padres, o a pedirles ayuda, al menos para llenar la nevera. O a compartir piso. Algo que, por otra parte, también se ha encarecido. En nuestro país compartir una habitación cuesta de media 445 euros al mes, cuando hace ocho años eran 258 euros, según Fotocasa.
Vivir en una casa rodante en España es un hábito más propio de jubilados con ganas de aventura y de recorrer mundo. En nuestro país hay más de 300.000 caravanas y autocaravanas pero casi todas tienen un uso vacacional. Y en cualquier caso este modo de vida no exime de pagar también impuestos y seguros.
Soluciones distintas a un problema que en Portugal intentan paliar con la llamada ley Más Vivienda, que, entre otras medidas, incluye la prohibición de abrir nuevos pisos turísticos en las principales ciudades del país, un impuesto extraordinario a los propietarios de estos alojamientos y el fin de la concesión de los llamados visados de oro por inversiones inmobiliarias. ¿Será suficiente?