Estás tranquilamente de vacaciones sentado con tu cerveza de media mañana. De repente, te llega una notificación al móvil o recibes una llamada de algún vecino: acaban de entrar en tu chalé o en tu casa de la playa.
El verano es la época preferida para los amigos de lo ajeno, sea una banda de albanokosovares interesados por tu jarrón de la dinastía Ming o un par de pelagatos que han decidido que quieren disfrutar de tu sofá por tiempo indefinido (y cómo les pagas la luz y el agua de gratis, ya que cortársela es delito de coacción...).
Los medios tienden a exagerar el número de ocupaciones de viviendas y asaltos que se producen en estas fechas. Así y todo, es importante tomar ciertas precauciones para no encontrarnos con sorpresas desagradables.
Te contamos algunas precauciones que puedes tomar para evitar un robo o una ocupación.
Pues sí, puede pasar, con mucha más probabilidad en tiempos de pandemia, caída del PIB y población en situación de vulnerabilidad sin acceso a un techo caliente. A los bancos, con su parqué de viviendas vacías, les afecta en mucho menor medida que a un particular.
Contra los ladrones no se puede hacer mucho: los robos suceden parejos a la rabia e impotencia. La 'okupación' es peor, un momento violento que deja a los particulares desamparados. La ley permite un margen de maniobra muy pequeño. Si la ocupación dura más de 48 horas, empieza para el particular una travesía por el desierto hasta que un juez dicte que ‘los bichos’, el apodo de los okupas para los portales inmobiliarios (que ya venden incluso pisos así y lo reflejan en sus ofertas), deben abandonar la vivienda. La ley es un desastre, y los okupas saben que tienen las de ganar. Las sanciones que reciben son ridículas, y suelen declararse insolventes.
La primera solución para mantener una valla de seguridad metafórica en tu segunda vivienda, tanto para robos como para okupaciones, es evitar cualquier señal externa o publicación en algún portal inmobiliario donde indiques que la tienes en alquiler. Tampoco deberías anunciar a los cuatro vientos en redes sociales que te largas de vacaciones a una playa de Bora Bora.
Tanto los ladrones como los okupas tienen a mano una información muy valiosa para saber cómo y cuando reventarte la puerta, cambiar la cerradura y, en el caso de estos últimos, amusgarse (como el musgo) hasta que lo saquen a tirones. Cosas como tener las luces apagadas de forma permanente no ayudan nada. Hay que conseguir tener algunas plantas bien regadas en los balcones y nunca bajar las persianas del todo. Una casa vacía se acaba notando.
La segunda protección que tienes es la contraria: alquilar tu segunda residencia, sobre todo si no la usas mucho. Es más eficaz esta segunda opción, ya que si la casa está alquilada y hay trasiego diario es mucho más difícil que sea ocupada y se pierdan las 48 horas de margen para que la policía expulse a los inquilinos indeseados. Además, los ladrones se lo pensarán dos veces si solo tienen una hora o dos para arrasar con todo.
No todo el mundo entabla relación con sus vecinos para pedirles sal en estos tiempos tan individualistas, pero otro buen consejo es aprovecharte de la vida en comunidad y los lazos que hayas podido establecer con la gente que viva alrededor de tu segunda residencia.
Si tienes buena relación, puedes pedir que, de vez en cuando, te recojan las cartas (los buzones llenos le indican a los amigos de lo ajeno que nunca estás por ahí); y si el vecino dispone de un juego llaves, puedes pactar con él ciertas visitas a casa para que deje encendida alguna luz de cuando en cuando y así parezca habitada. Ser amigo de tu vecino también sirve para que puedan avisarte si detectan algún movimiento sospechoso.
Nunca está de más invertir un buen dinero en asegurar puertas y ventanas con un sistema de protección extra: doble cristal en las ventanas y rejas para las del piso de abajo, para empezar. Desviar las llamadas a tu fijo a tu móvil evitará que los ladrones llamen, nadie lo coja nunca y sepan que no se te ve el pelo por allí.
En segundo lugar, acorazar la puerta puede parecer exagerado, y a veces ni siquiera sirve de nada con las bandas organizadas y sus métodos, pero es la calidad de los materiales, la robustez y la ‘inviolabilidad’ lo que retrasa la ocupación o el robo el tiempo suficiente para tener margen de maniobra. Una puerta blindada básica puede costar unos 300 euros, mientras que una de alta calidad ronda los 600-800, más los 300 de la instalación. Sale carísimo que no te desvalijen. Esa es la mala noticia.
Para mayor seguridad, añade un sistema de alarma antirrobo y videovigilancia y tendrás casi todo el trabajo hecho.