A pesar de que diversos estudios realizados durante los últimos años intentan desmontar el tópico -un 60% de españoles, aseguran, declara no hacer siesta nunca (no lo sé Rick, parece falso)- para bien o para mal, la siesta, sea mito o realidad, es parte de nuestra identidad. Algo que se entiende, sobre todo en verano. La siesta veraniega no es ni siquiera un placer: a 42 grados a las cuatro de la tarde casi no nos queda otra que encerrarnos a cal y canto... y dormir. Eso sí, nunca más de media hora, lo suficiente como para atender a las señales de nuestro propio organismo. ¿Cuáles son esas señales?
Experimentar somnolencia después de comer en verano puede estar relacionado con varios factores. Uno de los principales es el propio aumento de la temperatura, que influye en el funcionamiento de nuestro cuerpo al provocar una sensación de lentitud y cansancio. Además, las comidas abundantes y ricas en carbohidratos pueden desencadenar la liberación de insulina, lo que a su vez puede causar una sensación de somnolencia. También es posible que el cuerpo redirija más flujo sanguíneo hacia el sistema digestivo para ayudar en la digestión, lo que puede restar energía y causar fatiga.
Otra razón podría ser la liberación de serotonina, un neurotransmisor relacionado con el estado de ánimo y la regulación del sueño. Algunos alimentos, como los ricos en triptófano (un aminoácido), pueden aumentar la producción de serotonina, lo que a su vez puede causar una sensación de relajación y somnolencia. Además, durante el verano, es común realizar comidas más largas y relajadas, lo que puede contribuir a que el cuerpo entre en un estado de reposo después de comer.
Un primer beneficio obvio puede ser compensar la falta de sueño nocturno: en verano solemos desvelarnos bastante, ya sea por las actividades de ocio o por que el propio calor (no hay noche que baje de 25º) nos impide dormir. Y al hacer siesta recuperamos un poco de ese sueño. Otro beneficio indudable: la siesta, si dura lo justo, reduce el estrés y estimula el buen humor. Por eso es importante nunca pasarse y caer en sueño profundo, porque el efecto puede ser el contrario.
Por otro lado, aunque al resto de europeos les resulte poco fiable, los españoles sabemos (y la ciencia lo avala), la siesta aumenta la productividad, aumenta nuestros reflejos y potencia nuestra memoria.
Finalmente, en nuestro clima, con cada vez más frecuentes olas de calor, protegernos del sol en sus horas más agresivas es también imprescindible.