Los peligros para la salud de las siestas largas, ¿cuánto debe durar?

Dormir se ha convertido, poco a poco, en uno de los grandes problemas de la población. En parte, por nuestro modo de vida en el que cenamos más tarde que en otros países, lo que nos lleva a irnos a la cama bien entrada la noche. Un mal descanso que se va notando en nuestro día a día y que puede desembocar en problemas de salud. Para intentar recuperar horas de sueño en España somos mucho de echarnos la siesta, que no nos hace recuperarlas tanto como esperamos y, tal y como se viene estudiando desde hace años, cuanto más corta, mejor.

¿Por qué es mejor que no sean largas?

Un nuevo estudio español elaborado por un equipo liderado por el doctor Jesús Diaz Gutiérrez del Hospital Universitario Juan Ramón Jiménez de Huelva ha expuesto en un congreso en Málaga celebrado por la Sociedad Europea de Cardiología que las siestas que pasan de más de 30 minutos están relacionadas con un mayor riesgo de tener un latido irregular que afecta a la capacidad del corazón para bombear la sangre necesaria para el organismo y que, de prolongarse, puede acabar desencadenando una insuficiencia cardíaca.

Díaz Gutiérrez expone que “las siestas deben durar menos de media hora y las personas con problemas para descansar por la noche deberían evitar confiar en la siesta como modo de compensación”. Entre otro de los aspectos que destacan es que las personas que hacen siestas largas tienen un 90% más de riesgo de desarrollar fibrilación auricular, una arritmia que puede provocar coágulos en la sangre. Un problema que afecta a unos 40 millones de personas en todo el mundo.

¿De cuánto deben ser las siestas?

El estudio hizo un seguimiento de más de 20.000 personas durante casi 14 años, donde 131 personas fueron diagnosticadas con fibrilación auricular, que tenían el doble de riesgo que quienes dormían siestas más cortas.

También compararon a tres grupos, los que dormían menos de 15 minutos, los que hacían siestas de entre 15 y 30 minutos, y los que superaban la media hora. Así, los que se echaban siestas de 15 minutos tenían un 42% menos de riesgo que con los que se pasan la tarde durmiendo, mientras que con quienes hacían entre 15 y 30 minutos el riesgo es un 56% menor.

“Estos resultados sugieren que la duración óptima de una siesta oscila entre los 15 y los 30 minutos”, explica el médico. “Unas siestas diurnas largas podrían alterar al reloj interno del cuerpo, lo que conduce a un sueño nocturno más corto, más despertares nocturnos y una reducción en la actividad física. Al contrario, unas siestas diurnas cortas podrían mejorar el ritmo circadiano, reducir los niveles de presión arterial y reducir el estrés”, concluye.