La Encuesta europea de salud en España, publicada por el Instituto Nacional de Estadística (INE) arroja que un 16,5 % de hombres y un 15,5 % de mujeres mayores de 18 años sufren obesidad; es decir, un índice de masa corporal superior al 25%.
Si solo hablamos de sobrepeso (índice de masa corporal entre 19 y 25%), esta cifra se eleva a un 44,9 % y un 30,6 %. El peso, en definitiva, importa y mucho. No solo por una cuestión de salud o por estética, también por su incidencia en nuestro estado emocional. Una persona con kilos de más corre el peligro de "sentirse menos válida y, por tanto, menos merecedora de afecto, oportunidades o respeto", explica Amalia Gordóvil Merino, profesora colaboradora de los Estudios de Psicología y Ciencias de la Educación de la Universitat Oberta de Catalunya (UOC).
Existe. Por 'gordofobia' se entiende el sesgo que se aplica a las personas que no entran en los estándares sociales de normatividad corporal. El término se acuñó en 1984 a raíz de un estudio llevado a cabo en Estados Unidos en el que se explicaban los principales rasgos de este prejuicio, cada vez más generalizado.
Como en cualquier sesgo, bajo las formas de rechazo más evidentes, se encuentra el caldo de cultivo que sustenta la gordofobia con prácticas socialmente legitimadas: las microgordofobias.
Existe un acoso y derribo constante hacia las personas obesas. En la primera línea, encontramos los insultos y el acoso por una parte, y la dificultad para relacionarse o los problemas mentales derivados del estigma que conlleva el sobrepeso, por parte de los acosados.
Pero, además, las personas con sobrepeso se enfrentan también a sutiles signos de gordofobia, lo que podríamos llamar 'microgordofobias' que cristalizan en frases que seguramente hemos oído más de una vez en cualquier ámbito y, especialmente, en la playa o la piscina, los lugares donde los cuerpos están más expuestos.
Seguramente, hay tantas como personas, pero hay algunos conceptos microgordofóbicos que se repiten de manera habitual. Entre las más escuchadas:
A estas frases, se unen las clásicas de toda la vida, esas que se oyen desde que el mundo es mundo. La más típica "¿Has engordado?" o la que no quiere hacer daño: "Te veo más llenita". Se dice menos "Te veo más llenito". No es una anécdota. La percepción de los kilos de más entre hombres y mujeres es distinta.
La propia palabra gordo o gorda tiene una connotación peyorativo. Pero lo llamativo es que el sentido es distinto, dependiendo de si aplicamos el adjetivo a hombres o a mujeres. En los hombres, ser gordo se asocia a ser gracioso; en las mujeres, sin embargo, está relacionado con cualidades negativas: perezosa, vaga, sin voluntad, descuidada... Son algunos de los epítetos más asociados.
La mirada colectiva también es distinta. Si una mujer aparece en redes sociales con sus kilos de más, está fomentando la obesidad. Pero si lo hace un hombre, se trata de alguien con la suficiente autoestima como para desafiar los estándares de belleza. Aunque empieza a haber movimientos de concienciación social, aún vivimos bajo la tiranía de lo que se considera un cuerpo normativo.