Con la arruga al cuello: cómo ha pasado de ser un problema a un símbolo de experiencia
La falta de colágeno se suple con el orgullo por el tiempo vivido
Ha sido el gran enemigo a batir por la industria cosmética y estética. El gran rebelde. Casi nada de lo que pudieses hacer, iba a tener el efecto deseado. El cuello, concretamente sus arrugas, están sufriendo un cambio social de perspectiva: algo así como un 'si no puedes luchar, únete a él'. Analizamos cómo se está pasando de intentar erradicar cualquier línea de expresión a convertirse en un símbolo de empoderamiento de la experiencia.
Esto lo han tenido claro desde siempre los 'añuu', uno de los pueblos aborígenes de Venezuela, para quienes la palabra 'apururu' (arruga) está llena de simbolismo. Lejos de ser visto como signo de fealdad o de pérdida, el cuello que es la marca de la experiencia y la señal de que nos acercamos a la sabiduría. Cuanto más profundas y numerosas son las arrugas, mayor es la intensidad del tiempo vivido.
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No hay mejor lifting que la seguridad en uno mismo
Pero el S.XXI iba en otra dirección y los cambios de perspectiva son lentos. "No queda más remedio que amarlas como lo que son, el premio de envejecer. Horizontales, estáticas, delicadas y más marcadas cuanto más se ausenta el colágeno, rebosan vida, sentimientos, acontecimientos y mil batallas. Desvelan que somos individuos marcados por el tiempo", explica Esther Sánchez Gutiérrez, psicóloga sanitaria con amplia experiencia con mayores como ex directora de residencia.
Contra la presión de la eterna juventud... ¡empoderemos la arruga del cuello!
El empoderamiento del cuello en toda su autenticidad es un alivio y, además, el repertorio es increíblemente extenso. La escritora Nora Ephron, célebre guionista de 'Cuando Harry encontró a Sally', ha hecho una buena clasificación. Dice que los hay de pollo, de pavo, de elefante, con barbas, pliegues o bandas. Otros envejecen escuálidos, gruesos, sueltos, rizados, fibrosos, arrugados, caídos, flácidos y moteados. "Finalmente, hay cuellos que son una combinación increíble de todo lo anterior", concluye con ironía.
Por una extraña propensión familiar a desarrollar cuello canino, reconoce que el suyo es, irremediablemente, de shar pei. Eso y su costumbre de caminar desgarbada le hace parecer que llevase siempre una soga al cuello. Lo cuenta en su libro 'I Feel Bad About My Neck' (El cuello no engaña), un hilarante relato que escribió a punto de cumplir los 50 revelando una gran verdad: con respecto al cuello no hay mucho más que podamos hacer, aparte de quererlas.
A partir del medio siglo, la piel del cuello, más delgada que la del rostro y con músculos más delicados, apenas es capaz de desafiar el tiempo. Ephron probó de todo, desde cosméticos de última generación hasta inyecciones de colágeno y bótox. Por fin se dio cuenta de que todo había resultado tan inútil como su decisión de cambiar la fecha de nacimiento en su perfil social por la de su graduación.
"El empoderamiento del cuello podría ser el último bastión frente a la presión de la eterna juventud", recalca Sánchez. El cuello es tan franco con la edad como los anillos que aparecen en el tronco del árbol cuando se hace un corte transversal. No hay tintes, tratamientos ni ninguna otra práctica punitiva que consiga doblegar a un cuello añoso. "Todos nos vemos bien para nuestra edad -dice Ephron refiriéndose a su grupo de amigos-, ¡excepto por los cuellos!".
Meryl Streep, embajadora de la arruga
La escritora dice que no soporta a la gente o autores que pregonan que es genial hacerse mayor. "¿Acaso no tienen cuello?" Para contrarrestar su lamento, Sánchez invita a ver en cada arruga, como los 'añuu', "la expresión de la sabiduría, la experiencia y la naturalidad”. Empiezan a asomar en el cuello hacia los 40 años debido a la pérdida de colágeno. Es solo un signo más del paso del tiempo, pero muy evidente. En su progresión influye la disposición genética, los malos hábitos y también el uso del móvil. La medicina estética no deja de lanzar opciones cada vez más revolucionarias y productos específicos que forman un frente para tratar, prevenir y retrasar el temido e inevitable descolgamiento.
En vertical o transversal a modo de anillos de Venus, son delatoras. Sobre todo si has estado demasiadas horas al sol. El tabaco, las dietas desastrosas, el abuso del móvil y las malas posturas tampoco ayudan. En fin, la rutina de una larga vida. ¿Nos van a obligar a renunciar a ellas? Sería tanto como tratar de privarnos de la sonrisa que también acaba haciendo mella en nuestro rostro.
En ello coincide la actriz Meryl Street cuando reivindica la madurez: "Que nadie me arrebate las arrugas de mi frente, conseguidas a través del asombro ante la belleza de la vida; o las de mi boca, que demuestran cuánto he reído y cuánto he besado; y tampoco las bolsas de mis ojos: en ellas está el recuerdo de cuánto he llorado. Son mías y son bellas."
Las redes sociales y la democratización de la arruga
Son muchas las celebrities que deciden no esconder la vejez y dejar que el tiempo siga su curso natural, reivindicando la arruga del cuello como un gesto personal y también profesional. Tenemos también el ejemplo de la artista japonesa Mariko Kumon, que aplica al arte la sinuosidad de las arrugas. "Lo bonito de la irregularidad es que identifica el valor de lo que es desigual, diferente y distinto", señala en la presentación de su obra.
Las redes sociales son las últimas en apuntarse a esta reivindicación con esos selfies en los que los usuarios añaden deformidad a su cuello, viralizando la normalización de la arruga. Hombres y mujeres exhiben orgullosos sus papadas y gestos imposibles, al tiempo que descubren lo elástica que puede llegar a ser una boca. "No hay mejor lifting que la seguridad en uno mismo, ni mejor antídoto contra la presión por cumplir un estereotipo que la sonrisa", insiste la psicóloga Sánchez Gutierrez.
Es tan fácil como sonreír y aguantar el tipo. El fenómeno es similar al movimiento #nomakeupchallenge, que invita a lucir las arrugas sin complejos y sin efectos secundarios. "Mientras el mercado de la belleza no ofrezca un cosmético para contrarrestar nuestros miedos e inseguridades -argumenta Sánchez-, la alegría es el verdadero tratamiento que regenera el alma y crea efecto de piel nueva, pero de verdad. Con irregularidades e imperfecciones, pero con el ánimo firme, elástico, hidratado y redensificado".