No hay nada más asturiano que un buen culín de sidra. Ácida, burbujeante, refrescante, de un trago. Una de las maravillas del norte que, fuera de sus fronteras, no parece haber calado tanto con el vino o la cerveza. Quizá sea el poso o la falta de conocimiento a la hora de escanciarla. Desde 2019, el consumo de sidra ha aumentado exponencialmente, ¿Qué ha cambiado en el mercado?, te preguntarás.
Han aparecido bebidas que se engloban dentro de esta categoría pero que no son puramente sidra, hablamos de la ‘ciders’. Están elaboradas a partir de la mezcla de sidra natural con zumo de frutas y un toque carbónico para que mejore su textura. Se beben directamente en botellín, muy fresquitas, sin necesidad de escanciarlas y tiene un toque ligeramente (o muy, en algunos casos) dulce.
Podemos decir que se trata de una bebida versátil, que tiene una graduación menor al vino, rondan entre los 4,5 y 5,5º, y poseen mucho menos gas que una cerveza. Su implantación en el mercado es tal, que incluso algunos renombrados chefs la utilizan de maridaje en sus menús de degustación e, incluso, la incorporan a sus platos.
Como ocurre con todas las bebidas que se ponen de moda y esta es claramente una de ellas, las opciones en el mercado son muchas y variadas. Aunque definitivamente conviene distinguir entre dos, las que tienen una elaboración artesanal, que se hacen 100% a partir de mosto de manzanas, ya que es lo necesario para que en España se considere sidra, y las que se hacen de forma industrial con un toque ligeramente más dulce.
Entre las primeras destacan dos. Por un lado, Exner, que embotellan una sidra gourmet con el concepto de ‘lowxury’, es decir, producto de lujo a precio low cost. “Es una sidra envolvente, elaborada a partir de diez tipos de manzana. Seca, equilibrada, con burbujas muy finas. En nariz se pueden descubrir intensos aromas con predominio de los herbáceos y recuerdos balsámicos. En boca es ligera, con equilibrio entre el dulce y el ácido de la variedad de manzana. Es ideal para beber en copa, también directa del botellín o incluso mezclada en cóctel”, nos explica Jose Ignacio Exner, uno de los fundadores de la empresa.
Por otro, encontramos a Campple, que es dulce y refrescante. Solo con sabor a manzana, ya que también se elabora 100% a partir de su mosto, tiene más azúcar que la anterior y el toque ácido se pierde por completo. “Recogemos nuestras manzanas en octubre, en su estado perfecto de maduración, para extraer su zumo y dejar que fermente espontáneamente, sin empleo de concentrados de frutas, adición de levaduras ni otros componentes”, apuntan desde Campple.
Mientras que en las anteriores el sabor es siempre el original, el de manzana, en estas podemos encontrar una variedad mayor, ya que les añaden zumos de diferentes frutas para conseguir un toque diferente. La prohibida, del grupo Mahou San Miguel, es mucho más dulce que las anteriores, está elaborada a partir de manzanas rojas y verdes, tiene aromas de fruta compotada y levaduras añadidas para favorecer una fermentación más rápida.
Por último (y siendo la más conocida) está Ladrón de Manzanas, elaborada con una combinación de siete variedades tanto dulces como ácidas. El jugo que se extrae se mezcla con agua y se pasteuriza para almacenarla con una cepa de levadura entre siete y 10 días, transformando el agua en alcohol. Ahí se le añaden diferentes zumos de frutas frescas que son los que le aportan el sabor frutal.