Seamos sinceros: a todos se nos ha ido la sal en algún momento, ya sea por un despiste o por un mal cálculo de las cantidades. Este condimento es un ingrediente fundamental en el mundo de la cocina, ya que permite potenciar y acentuar el sabor de los platos, pero cuando se utiliza en exceso puede arruinar hasta las elaboraciones más complejas e incluso afectar a nuestra salud.
Según la Organización Mundial de la Salud, la cantidad de sal recomendada que debe tomar una persona al día es de tan solo cinco gramos, pero la gran mayoría de las veces acabamos superando esta cifra. En algunos casos, estos excesos son consecuencia del consumo de alimentos procesados y envasados, que suelen llevar considerables cantidades de sal. Pero en otros, este problema nace directamente en nuestra propia cocina, y no solo por un pequeño despiste.
Aunque en la cocina siempre cabe la posibilidad de que nos vayamos de la mano con la sal, a veces el sabor salado que tienen nuestros platos aparece como consecuencia de las salsas e ingredientes que utilizamos durante el cocinado. Un ejemplo: la salsa de soja. Este producto tiene un claro componente salado que debemos tener en cuenta a la hora de utilizarlo en nuestras elaboraciones, ya que de lo contrario acabaremos pasándonos con la sal. Lo mismo ocurre, entre otros, con el jamón serrano o con la mantequilla: ambos tienen un toque salado. Por eso, es importante que seamos precavidos a la hora de sazonar los platos que lleven este tipo de ingredientes y que midamos correctamente las cantidades antes de ponernos a cocinar.
Además de calcular correctamente las cantidades, para evitar excesos con la sal también es recomendable que echemos este condimento en pequeñas cantidades, a medida que vayamos incorporando nuevos ingredientes, y que vayamos catando el plato para calcular si vamos por buen o mal camino. No obstante, si finalmente el plato nos queda salado, no desesperes, porque hay varios trucos con los que podemos arreglar una comida demasiado salada de manera muy sencilla.
Para combatir la sobredosis de sal de nuestros platos, un remedio bastante efectivo es añadir agua al plato. Esta solución es bastante eficaz en el caso de las sopas, los guisos, caldos y salsas, aunque también se puede utilizar en la pasta y el arroz. En el caso de las sopas, guisos y salsas, bastará con que añadamos un poco de agua en la olla en la que hemos preparado el plato para que el sabor de la sal se reduzca. En caso de la pasta y el arroz, en cambio, lo que tendremos que hacer es pasar estos ingredientes por agua una vez estén cocidos.
Otro ingrediente que puede ayudarnos a combatir el sabor salado de nuestros platos es la patata, un ingrediente que absorbe la sal gracias a su almidón. Este truco sirve tanto para salsas como para guisos y verduras. En este caso, lo que tendremos que hacer es pelar la patata, cortarla en pedazos y añadirla a nuestro plato, donde deberemos dejarla durante unos diez minutos. Tras esto, la retiraremos.
Esta solución puede aplicarse también con un pedazo de pan. En estos casos, bastará con que cortemos una pieza de pan por la mitad y que la sumerjamos en nuestro plato durante un par de minutos. Eso sí: como el pan se deshace, es probable que nos cueste quitarlo, así que piensa bien qué ingrediente decides usar.
Para rebajar el sabor salado de nuestros platos, también podemos verter un poco de maicena reducida en agua o añadir un par de gotas de vinagre o zumo de limón. Otra opción es añadir un poco de azúcar para contrarrestar el sabor, aunque en este caso debemos ser muy precavidos para que nuestro plato no se vuelva dulce. Además, si estamos preparando alguna salsa o guiso, también podemos añadir un poco de queso, leche o nata líquida para mitigar el sabor de la sal.
Finalmente, para reducir los excesos de sal también podemos incrementar la cantidad de ingredientes de nuestro plato, ya sea carne, fideos, verduras o arroz. De este modo, compensaremos la cantidad de sal, aunque, eso sí, el tamaño de plato aumentará considerablemente.