Decía un humorista norteamericano que la cerveza era mejor invento que la rueda porque la rueda no iba tan bien con la pizza. Los españoles, al parecer, están bastante de acuerdo. Según el Informe Socioeconómico del Sector de la Cerveza en España en 2022, publicado conjuntamente por Cerveceros de España y el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, acabamos de batir el récord de consumo, 58 litros por persona al año; y ya somos el segundo productor de Europa, aunque aún estamos lejos de alemania, que casi nos duplica en hectolitros. Para los más puristas, sin embargo, la cerveza no es solo el líquido dorado (el que más consumimos en España) que refresca y acompaña cualquier comida: para ellos el disfrute de la cerveza es un asunto serio. Y las grandes marcas, por supuesto, ya están más que listas para satisfacer esa demanda.
Aunque el origen de la cerveza se pierde en la noche de los tiempos, se cree que las primeras 'fábricas' de cerveza datan de unos 3.000 años a.C., en esa época el proceso era muy simple: una masa de pan, trigo y cebada, remojados y enriquecidos con el azúcar procedente de los dátiles comenzaba a fermentar, el líquido resultante se vertía en recipientes donde se sellaba para su consumo. Cerveza.
Mucho ha llovido, y mucho se ha bebido, desde entonces y sin duda tras la revolución industrial los procesos de elaboración de cerveza cambiaron radicalmente. Uno de los aspectos más relevantes de la cerveza 'contemporánea' comercializada de manera industrial es el filtrado realizado después de la fermentación, lo que la convierte en un líquido más claro y estable. La cerveza sin filtrar suele tener una vida útil más corta y requerir una mejor refrigeración y su apariencia.
Todo esto además tiene que ver con otra parte de la elaboración de la cerveza industrial: la pasteurización, que estabiliza la cerveza eliminando cualquier ser vivo dentro de ella. Por ello la cerveza artesanal se considera 'viva'.
Pero si bien es cierto en la última década se ha dado una especie de boom de la cerveza sin filtrar, en realidad la cerveza producida de manera artesanal siempre ha estado allí. Su auge actual se debe a una tendencia, signo de los tiempos a recuperar procesos menos industrializados en todo los sentidos, en la creencia de que son procesos menos contaminantes, cuando no es necesariamente así.
Lo que sí tiene de positivo la cerveza sin filtrar es que posee un mayor sabor y carácter, ya que retiene más compuestos y sedimentos naturales. También conserva más aceites esenciales, proteínas y levaduras. Todo eso hace que su textura sea más rica, densa y cremosa que la cerveza filtrada.
Pero si hasta hace poco tenías que acudir a sitios especializados en cervezas artesanales, desde 2019 marcas como Damm empezaron a ofrecer sus propias birras sin filtrar, con su serie Oro, a la que le siguieron Águila (en botellines más chatos y gordos), o Mahou, con su serie Cinco Estrellas sin filtrar. Ya sean filtradas o sin filtrar pues, la cerveza goza de la misma salud que siempre.