Hoy es bien sabido que el consumo moderado de vino tinto tiene efectos beneficiosos sobre la salud. Los polifenoles y el resveratrol, sus potentes antioxidantes, nos alejan del riesgo cardiovascular, mejoran la función cognitiva, protegen nuestra boca de la enfermedad de las encías y cuidan la próstata, entre otras cosas. Su consumo es además un placer para los sentidos, y son muchos los que intentan mejorar sus conocimientos sobre esta “bebida de dioses” mediante cursos de cata, lectura de libros y visitas a bodegas o turismo enológico.
La tendencia por buscar productos más naturales, con menos procesos y químicos, ha llegado a la mesa. Pero no solamente para comer, también para beber. La ola de vinos orgánicos y naturales ha llegado con fuerza, por lo que cada vez será más común ver estas opciones en tiendas y restaurantes.
Sin embargo, suele haber un poco de confusión respecto a lo que hace que un vino sea orgánico o no, así que te aclaramos las principales diferencias para que la próxima vez que salgas a cenar y te ofrezcan alguna de estas opciones te conviertas en la persona más interesante de la mesa.
La primera es que el vino orgánico recibe este título por sus ingredientes. Lo que le da el nombre de orgánico a un vino es que sus uvas son cultivadas sin fertilizantes ni pesticidas con químicos artificiales, pero una vez recolectadas las uvas, el vino se produce de la misma forma que el resto. El grado de cuidado en el proceso del vino cambia dependiendo el país. Por ejemplo, hay lugares en los que no pueden agregar sulfitos (compuestos del azufre que ayudan a conservar los productos por más tiempo), pero otros en lo que sí.
A pesar de que para muchos expertos no existe una diferencia entre este tipo de vinos con aquellos de producción convencional, la verdadera relevancia que poseen se relaciona más bien con la conciencia ecológica. Entendemos que recoge un sentido más profundo de su relación con los procesos ancestrales de producción y posee una característica especial que para muchos, da un valor inapreciable a este tipo de vinos.
El sabor de los vinos orgánicos es bastante similar a los vinos tradicionales; generalmente se asocian a productos de mejor calidad, pero básicamente difieren en el proceso productivo que resulta más limpio y privilegia el cuidado del medioambiente. Para que los vinos tengan la denominación de vinos orgánicos, la producción de las uvas como el proceso de vinificación deben estar certificadas mediante organismos privados, estos organismos garantizan la trazabilidad y la condición de orgánicos de los vinos.
Se puede reconocer un vino ecológico según su etiqueta, ya que ésta suele llevar en la parte trasera el logotipo de la producción agraria ecológica (un sol y una luna sobre un fondo azul con tres líneas diagonales) de la comunidad autónoma en que se elaboran, así como la hoja verde con el ribete de estrellas que certifica los productos ecológicos a nivel europeo. Estos sellos garantizan que todo el proceso de elaboración del vino se ha producido según normas ecológicas y las bodegas se ven sometidas a inspecciones anuales para comprobar que así sea.