En casa siempre hay alguna que otra botella de vino preparada para la llegada de cualquier comensal inesperado o por esas visitas que no esperabas a media tarde y a las que, aún así, quieres sorprender con un aperitivo de lo más top. Pero tener una botella de vino no significa que esté preparada, porque claro, la temperatura a la que está el caldo es de lo más importante para poder disfrutarlo al máximo. Por eso mismo seguro que has intentado enfriarla de golpe en el congelador o con algún otro truco que se te ha pasado por la mente en ese instante. Pero, ¿realmente cuál es la mejor forma para tener de manera rápida la botella lista para descorcharla?
Primero que todo hay que tener clara cuál es la temperatura ideal para cada tipo de vino. Los espumosos, como el cava, deben servirse a 7 grados, según las recomendaciones de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU). Por su parte, los vinos blancos, dependiendo del tipo, rondan entre los 8 y los 12 grados, mientras que los tintos deben estar entre los 15 y los 17 grados, a excepción del tinto joven que se aconseja beber más frío, a unos 9 grados.
La temperatura correcta en cada vino es importantísima por un motivo muy básico: afecta directamente a su sabor. Por ejemplo, según establece la OCU, cuando el vino se toma demasiado frío se pierden prácticamente todos sus aromas, además de que los sabores ácidos se ven mucho más acentuados en el paladar. En cambio, si se toma demasiado caliente, por encima de los 20 grados, se van a potenciar los sabores dulces, aunque también la percepción del alcohol.
El primer impulso para enfriar rápidamente la botella suele ser meterla en el congelador, grave error. Tampoco echándole unas piedras de hielo a la copa, ya que por lo general cualquier cambio brusco de temperatura va a estropear la calidad del caldo que estás a punto de degustar.
Si una visita inesperada ha llegado a casa y quieres presumir de vino pero, por cosas de destino, no tenías la botella en la nevera, aún te quedan posibilidades de revolucionar el paladar de tus comensales. Sacar el vino blanco de la nevera 20 minutos antes de servirlo y meter el vino tinto en ella 20 minutos antes de probarlo es lo ideal. ¿El problema? No tenemos 20 minutos, así que veamos cómo se puede solucionar.
La forma más adecuada, recomendada por la OCU, para estas ocasiones inesperadas es una que te sonará por haberla visto en hostelería. Un cubo metálico o cualquier caldero de ese material puede serte de gran ayuda si lo llenas de agua fría acompañado de cubitos de hielo y unas pocas cucharadas de sal. Un tinto gran reserva podría estar listo para tomar en solo cinco minutos con esta técnica, mientras que un espumoso sería el que más tarda. Aún así en solo 15 minutos estaría preparado para descorcharlo.
Las bolsas con forma redondeada que se meten en el congelador y que están adaptadas para la forma de una botella de vino o un saco de gel también pueden ser aliados para enfriar de manera más rápida la botella y así poder catar el caldo con tus amigos, aunque la primera opción siempre es más eficaz.
El congelador puede ser un gran enemigo para intentar enfriar lo más rápido posible una botella de vino, estropeando gran parte de sus propiedades. Por eso mismo un cubo con agua fría, hielo y unas cucharadas de sal es la mejor opción. Entre 5 y 15 minutos cualquier vino estará listo para servirlo y degustarlo en buena compañía.