No es joven, ni tampoco chef profesional. Tiene 65 años, de los que presume orgulloso, y se ha convertido en toda una estrella en las redes sociales. Es Rafa Antonín, más conocido en las redes como Rafuel. Sus vídeos de recetas de 30 segundos son todo un fenómeno viral y es que nadie puede resistirse a su tortilla de croissant, sus bikinis o sus arroces para principiantes. Está ya en el 'top ten' de influencers gastronómicos y, pese a que su profesión es vender crudo (de ahí el nombre de su cuenta: fuel), reconoce que desde los 14 años la cocina le ha atraído muchísimo. Es el mayor de nueve hermanos y, junto con su madre, acudía al mercado de La Boquería desde pequeño. De ahí viene que él siempre quiera "comer bien en casa" y que lo prefiera antes que salir a un restaurante. Tras el éxito rotundo que ha tenido durante el confinamiento, se ha lanzado a la piscina editorial y ha publicado el libro 'Mis mejores rectas'. Entre vídeo y vídeo nos saca un hueco para contarnos cómo comenzó en el mundo de las redes sociales, cómo dio el salto a Instagram o si realmente se preparada cada día esos platos tan apetitosos.
¿De dónde viene tu relación con los fogones?
Empecé cocinando en casa, veía a mi madre y me despertó mucha curiosidad. Mi madre me llevaba al mercado para que le llevase las bolsas y a los 14 cogí una sartén por primera vez. He hecho cursos, pero lo mío es vocacional, nunca me lo he planteado como una profesión. Ni he tenido ni he querido un restaurante, lo hago por placer.
¿Cuándo comenzaste con las redes sociales?
Cuando me separé. Era el año 2000 y estaba en casa de mi hermana con mis hijas y las suyas. Las llamé a cenar y no me hicieron ni caso. Siempre pegadas al teléfono. En ese momento decidí hacerlo a través de redes sociales y aparecieron al instante, contándome que sus amigas les habían hecho todo tipo de comentarios. Ellas estaban muy sorprendidas y vi que ahí estaba el futuro de la comunicación.
Con mis hijas adolescentes, oía a muchos padres que se metían en las redes para controlar, pero yo nunca fui así. Yo generaba mi contenido, las incluía en él, nunca quise observarlas y, por eso, nunca me echaron. Empecé publicando fotos de los restaurantes a los que iba, cada vez hacía fotos mejores y, en 2012, di el salto a Instagram, que era la primera app que dejaba retocar las imágenes online. A partir de ahí, me he subido a la ola de todo lo que ha dejado hacer y ahora los vídeos es lo que mejor me funciona.
¿La elección de las recetas tiene alguna lógica?
Claro que sí. En función del día que haga preparo una u otra, si hace frío es mejor un plato caliente o, por ejemplo, si es final de mes, uno más económico. También elijo la hora en función de la elaboración. Si es jueves, puedo poner una bravas a las 13.00h – que es lo que apetece a esa hora con una cervecita-. Simplemente es buscar la lógica, lo que a mi me apetece y a la hora que me apetece. Una fondue si hace frío, receta con gambones a principios de mes cuando hemos cobrado, un gazpacho si estamos a 40 grados o algo ligero un lunes después de los excesos del finde.
¿Para quién están pensadas?
Elijo recetas fáciles, con cosas que tenemos todos en casa y económicas, para todos los bolsillos. Lo máximo que vas a necesitar para hacerlas es una sartén y un procesador de alimentos. Eso sí, hago hincapié en que todo tenga muy buena pinta, hasta una ensalada. Están pensadas para personas que viven solas, como yo, que están solteras o divorciadas. Me baso en mi experiencia al separarme, en lo que apetece cada día comer. ¡Pero, de repente, tengo también muchos jóvenes que me siguen! Quiero que los que las hagan paren un segundo para pensar en ellos, que no coman cualquier cosa delante del ordenador. Un día vi una película de un divorciado que acumulaba pizza de semanas bajo el sofá y pensé que eso no podía ser.
¿Cuál es tu consejo para la gente que no sabe cocinar?
Que compren un producto bueno y que no lo estropeen. A las ocho de la mañana es fácil ver a grandes chefs, aquí en la Boquería, comprar la materia prima para sus restaurantes de estrella Michelin. Si ellos van a buscar el mejor producto, es lo mismo que tenemos que hacer los que no sabemos cocinar. Hay que quitarse la idea de que para comer bien tenemos que salir. El 50% de los platos de gambas se comen en restaurante, en los que te cobran la mano de obra, la presentación, el servicio... todo. En casa los comemos por la mitad. Eso que aprendimos en el confinamiento, tenemos que seguir aplicándolo. Cocinar más en casa, eso sí, hay que estar atento y concentrarse, no dedicarse a otras tareas domésticas mientras se cocina, es la única manera de triunfar.
¿En qué momento decidiste tirarte a la piscina y publicar un libro?
Después del éxito que he tenido en pandemia, tenía escritas todas mis recetas y esa parte ya la tenía hecha. Fue un proceso muy divertido, hubo que recrearlas para fotografiarlas y después, nos comíamos todas. Los viernes salíamos del estudio a cuatro patas. A i no me gusta escribir, pero eso ya lo tenía listo, cocinar es vocacional y ha sido un gusto poder hacerlo para que la gente lo tenga en casa. Son más de 60 recetas. Es un primer libro, la gente ya me pide que haga uno de tortillas, es lo que más gusta y, la verdad, me lo estoy planteando.