Una cosa es hacer un huevo frito y otra cosa es hacer un huevo frito perfecto. Entendemos por huevo frito perfecto aquel que tiene su clara completamente cuajada, su yema perfectamente líquida y una preciosa puntilla a su alrededor.
Hacer un huevo frito perfecto no tiene ningún misterio ni requiere de trucos especiales ni utensilios específicos para su preparación. Solamente es necesario controlar dos aspectos: la cantidad de aceite a utilizar y su temperatura.
En cuanto a los huevos, lo mejor es optar siempre por huevos de gallinas criadas en libertad y, cuanto más frescos sean estos, más sencillo resultará freírlos, ya que los huevos frescos tienden a esparcirse menos por la sartén.
El tipo de aceite a utilizar va a depender de la disponibilidad, costumbres y gustos particulares. En principio cualquier aceite adecuado para freír va a ser válido, el de oliva aporta más sabor y el de girasol es más neutro. Sea cual sea el aceite elegido, es importante utilizarlo siempre lo suficientemente caliente, aunque por debajo de su punto de humo para evitar que se queme.
Muchos son los chefs que se mojan con el tema del huevo frito. Y aunque hoy nos remontamos a una receta que el chef José Andrés compartió con sus seguidores hace unos años, hoy está de actualidad. Y es que los huevos fritos siempre son actualidad.
En una publicación en su cuenta de Instagram, el cocinero muestra la manera de perfecta de freír un huevo. Fácil y sencillo. Toma nota y así también conseguirás cocinar unos huevos fritos perfectos y deliciosos.
Según el prestigioso y solidario cocinero español, lo primero es cascar el huevo en un plato antes de echarlo en la sartén para evitar contraer enfermedades como la salmonela. Una vez hayamos cascado el huevo, lo salamos sobre ese plato mientras se caliente el aceite de la sartén.
Antes de echar el huevo a la sartén debemos conseguir que esté a una temperatura aproximada de 185ºC. El siguiente paso consiste en calentar la espumadera con el aceite antes de echar el huevo para evitar que con el cambio de temperatura la clara se nos quede pegada a la espumadera.
Ha llegado el momento de echar el huevo a la sartén, inclinando esta para crear una pequeña piscina de aceite sobre la que echar el huevo. Cuando hayamos echado el huevo, lo envolvemos con la clara para que esta se quede crujiente y la yema de dentro, cruda, perfecta para poder coger nuestro trocito de pan y mojar.
El mejor cubierto para comerse unos huevos fritos es un buen trozo de pan con el que romper la yema y mezclarlo con la clara. Un manjar que se remonta a los fenicios o a los romanos y que, por fortuna, podemos seguir degustando por un módico precio.
Sea como fuere, no hay quien se resista a comerse uno de esos hijos de la gallina de cuando en cuando, pero jamás de los jamases hay que utilizar cubiertos para degustar el plato. Lo que hay que utilizar, y no hay resistencia que valga, es un buen pan.
Es muy difícil saberlo con precisión, pero se puede deducir que esta costumbre nacería al tiempo que se domesticó la gallina, primero en la India y después en Egipto, donde se descubrió la incubación artificial.
La avicultura llegaría a España con los romanos, y sería desarrollada por los musulmanes. Aunque, si se tiene en cuenta que los fenicios fueron los primeros en comercializar el aceite de oliva, puede pensarse en un primer huevo frito peninsular allá por el año 1000 a.C.
Este doméstico manjar aparece por primera vez mencionado en un texto en que el filósofo andalusí Averroes consideraba que para hacer unos buenos huevos fritos había que usar abundante aceite de oliva, reciente y con poca acidez. La representación de este sencillo y delicioso plato de cocina la hizo Velázquez en su Vieja friendo huevos, que pintó en 1618, aunque hay quien discute si la anciana está friendo o escalfando los huevos.