Entre 'nueva Ambición Rubia' y 'nueva Dama de Hierro'. Liz Truss, la política que presumiblemente sustituirá a Boris Johnson al frente del gobierno de Gran Bretaña, aún no tiene apodo propio. Pero lo tendrá. Su trayectoria es la de una mujer empoderada a la que le sobran las comparaciones con otras mujeres.
Un simple vistazo a sus redes y a lo que se ha publicado sobre ella demuestra que Truss ama la palabra 'libertad' ("Freedom lover", dice su IG), el manual republicano estadounidense y la acción. Le gusta hacer, ejecutar, gestionar, ignorando muchas veces el sesgo masculino de la política inglesa. Sabe que su público no son los compañeros de partido, a quienes le da igual complacer o no, sino los que votan. Es extremadamente diligente con las redes sociales y supone la vuelta a la pureza ideológica de libre mercado sin apenas intervención estatal.
Hasta aquí, lo político. En el campo personal, tampoco encaja en los cánones. No hay nada típico del 'establishment' inglés su curriculum. ¿Quién es Liz Truss? ¿Cuál es su entorno?
Truss nació en Leeds hace 47 años en una familia de clase media. Sus padres eran de izquierdas, pero Liz rompió el molde y empezó su carrera como economista en el Partido Conservador. Poco a poco, fue subiendo dentro del escalafón político. En 2006 fue elegida concejal por Greenwich; más tarde, en 2010, fue miembro del Parlamento por el distrito de South West Norfolk. Dos años más tarde, en 2012, entró en el gobierno, donde ha sido ministra de Educación, secretaria de estado de Medioambiente -donde se la recuerda por su encendida defensa del queso británico-, y Ministra de Igualdad.
Sin embargo, empezó a ganar popularidad cuando tuvo que negociar algunos de los aspectos más complejos del Brexit como secretaria de Estado de Comercio Internacional y, ahora, como ministra de Asuntos Exteriores.
La madre de Truss, enfermera, la llevaba de niña a manifestaciones contra Thatcher y la proliferación nuclear. Su padre, profesor de matemáticas, no supo que se había afiliado al partido Conservador hasta que descubrió "horrorizado" una carta del partido en el buzón, según ella misma ha relatado.
Liz Truss se casó hace 22 años con Hugh O'Leary, un economista al que conoció en un mitin del Partido Conservador. Puede decirse que la historia no empezó con buen pie, ya que O'Leary se hizo un esguince de tobillo en su primera cita. "Literalmente, me he caído por ti", le dijo entonces el contable a su posible novia haciendo un juego de palabras con 'fall in love' ('enamorarse' y también 'caer').
El matrimonio tiene dos hijas y ha establecido su residencia en Norfolk, pero el suyo no ha sido un matrimonio tranquilo. En 2006 salió a la luz el romance de la política con el parlamentario conservador Mark Field. Su historia duró 18 meses y cuando se hizo pública supuso el fin del matrimonio para Field. El marido de Truss, sin embargo, logró perdonarla y hoy mantienen su relación.
Durante su trabajo como concejal en Greenwich, Tross demostró su implicación en los temas de educación. Su obsesión era apoyar el aprendizaje de las STEM (acrónimo de Sciences, Technology, Engineering y Mathematics).
Quizá animada por la profesión de su padre, decidió empezar por lo más básico - el estudio de las matemáticas- y para ello destinó gran parte de su presupuesto en la formación y contratación de más profesores de matemáticas , otorgando financiación extraordinaria a las escuelas que reforzaran este área.
Si algo no puede negársele a Truss es su olfato para el marketing. Tiene claro que la identidad digital es básica para alcanzar el éxito en cualquier negocio, incluida la política. Se emplea a fondo en las redes sociales, donde despliega una mezcla de originalidad, humor y algunas frases más propias de un libro de auto-ayuda, sin olvidarse de lo institucional.
El uso de las redes ha despertado inquietud no solo entre sus adversarios políticos, sino también entre sus propios compañeros de escaño, que renombraron las siglas en inglés de su cartera, DIT (Department for International Trade), como Departamento de Instagram de Truss.
La política no tiene ningún problema en expresar lo que piensa, por muy 'políticamente incorrecto' que suene. Su credo es el de un liberalismo extremo que le acerca a Margaret Thatcher, de ahí el inevitable apodo relativo a la antigua premier, algo que personalmente no le agrada. Sin embargo, al igual que Thatcher, cree firmemente que hay que apoyar el emprendimiento sin las limitaciones de las políticas públicas.
Han sido legendarias sus confrontaciones (eufemismo por 'peleas') con Jeremy Corbyn, líder del Partido Laborista y acérrimo defensor de las grandes políticas de estado. En la lucha política, muchos la han comparado con un rottweiler, con una sola diferencia: el rottweiler suelta a su presa; Truss, no.