Pasó con Isabel II sus últimas horas y la ha acompañado en su viaje final. La princesa Ana de Inglaterra ha dado muestras de fortaleza y de ejemplaridad en uno de los momentos más difíciles de su vida. Quizá es la menos conocida de los Windsor, lo que no quiere decir la menos interesante ni la más apocada. Ha sido la primera mujer en hacer la vigilia fúnebre que hasta ahora solo hacían los 'royals' varones y no ha dudado en usar las redes sociales para compartir públicamente sus emociones en un momento histórico.
Su historial amoroso no es tan conocido como el de sus hermanos, pero no deja de ser, como mínimo, azaroso. Con apenas 18 años, Ana conoció al jinete y capitán del ejército Mark Phillips. Se casaron cinco años después, en una gran boda con 2.000 invitados. Como no podía ser menos, el enlace fue retransmitido por la televisión y tuvo una audiencia de 500 millones de espectadores, cifra que quedó pulverizada con la siguiente 'boda del siglo', la de Carlos y Diana: 750 millones de espectadores.
Pero la 'gran boda inglesa' de Ana de Windsor escondía algunos desengaños. La crónica rosa cuenta que la princesa contrajo matrimonio por despecho. ¿El culpable? Andrew Parker Bowles, compañero del equipo de polo del príncipe Carlos, el mismo que terminó casándose con Camila Shand, futura duquesa de Cornualles y hoy reina consorte, que en aquel tiempo ya era conocida por su estrecha amistad con el Príncipe de Gales.
Según la biógrafa de Carlos de Inglaterra, la razón por la que Ana y Andrew no pudieron culminar su historia fue religiosa. Parker Bowles era católico, lo que le alejaba de la posibilidad de formar parte de la familia real. Los reyes de Inglaterra son también cabeza de la iglesia anglicana y no es posible realizar uniones de diferentes confesiones entre sus miembros. Con todo, Parker Bowles continúa hoy siendo un amigo querido de Ana, además de concuñado.
Su afición al campo, a la hípica y a la vida activa va pareja a un temperamento cargado de aplomo. Muchas anécdotas refuerzan esta imagen, pero quizá la más impresionante tiene que ver con su intento de secuestro.
Un año después de contraer matrimonio con Mark Philips, vivió un momento dramático. Un hombre llamado Ian Ball, enfermo de esquizofrenia, paró el coche en el que viajaba junto a Phillips y un grupo de amigos. Ball había trazado un plan para secuestrar a la hija de Isabel II y pedir dos millones de libras por su liberación. El intento de secuestro comenzó cuando abrió fuego contra el chófer de la princesa, su guardaespaldas y otros dos viandantes que trataron de impedir el rapto.
El criminal llegó a apuntar a Ana, que con solo 23 años y su aplomo habitual se negó a salir del coche. “Estuve cerca de perder los nervios pero sabía que si lo hacía, le pegaría y entonces él me dispararía", confesó después en The Telegraph. Finalmente, Ron Russell, un exboxeador que paseaba cerca de la escena, pudo capturar al secuestrador.
El matrimonio entre la princesa y Mark Phillips empezó pronto a deteriorarse. Tras el nacimiento de su hija Zara en 1981, el capitán había comenzado a vivir fuera del hogar familiar y apenas aparecía en los actos oficiales. Phillips tampoco gozaba de las simpatías de los Windsor -Carlos lo llamaba 'foggy Mark', algo así como Mark 'el espeso'- lo que acrecentó las diferencias entre la pareja.
Los tabloides comenzaron a hacerse eco de los affaires del matrimonio y a escudriñar todos sus pasos. Se supo así que en los viajes oficiales dormían en distintos hoteles, mientras comenzaban a filtrarse los supuestos amantes de ambos. Por parte de la princesa, su escolta personal, Peter Cross, o el actor Anthony Andrews. La realidad, sin embargo, era muy distinta.
En 1989 Isabel II se enfrentó al que por entonces resultó su mayor escándalo familiar. Aún quedaban lejos el famoso "quiero ser tu támpax" de Carlos a Camila o el "matrimonio a tres" denunciado públicamente por Diana de Gales.
Ese año, el diario sensacionalista The Sun publicó unas cartas románticas robadas del despacho de la princesa. El autor era Timothy Laurence, capitán de fragata de 34 años que por entonces trabajaba como caballerizo de la reina. El matrimonio de Ana y Mark Philips acabó a los pocos meses con un inesperado giro de guion: Heather Tonkin, una profesora de arte de Nueva Zelanda, atribuyó al capitán la paternidad de su hija, algo que pudo comprobarse fácilmente con una prueba de ADN. La niña había nacido en 1985, cuatro años antes de la separación de Ana y Mark.
Ana y Laurence llevan feliz y discretamente casados 30 años. Ana, la más activa de los cuatro hijos de Isabel II, la más parecida al duque de Edimburgo, es uno de los miembros que genera más confianza de la familia real. Cada año preside más de 500 eventos y su posicionamiento público es intachable. Al margen de los azares sentimentales, ha tenido la habilidad para no meterse en los líos que en los últimos tiempos han salpicado a la casa real británica. Ni comisiones ni infidelidades ni escándalos sexuales. Mucho menos, desavenencias familiares aireadas en público. Y siempre está allí donde se la necesita. En los últimos días, junto al féretro de su madre, la reina.