El rey Carlos III habría corregido su remilgada relación con la estilográfica si hubiese conocido al bueno de Camilo José Cela, que usaba la estilográfica al estilo de las plumas de ave de los recados de escribir de los de antes, mojándola en el tintero y limpiándose después los dedos en los pantalones, para desesperación de su primera esposa, Rosario Conde. A pesar de lo extremo de los ejemplos, el deleite de la escritura en pluma y su coleccionismo está sufriendo un interesante revival, un sector que sigue moviendo sin hacer ruido mucho dinero. Alfonso Mur, directivo de Deloitte e impulsor de la feria Madrid Pen Show, nos enseña en el vídeo una de las plumas más icónicas de su colección (en el vídeo de arriba) y nos ayuda a conocer mejor este arte.
Los actos de sucesión al trono británico han tenido como protagonista inesperada la pluma estilográfica de Carlos III. Dos momentos, dos berrinches monumentales. El primero fue en el Palacio de St. James de Londres con una pieza Montblanc Meisterstück 146 Solitaire LeGrand en plata esterlina. El nuevo rey pidió con cajas destempladas que le retirasen el tintero para firmar el juramento de la seguridad de la Iglesia en Escocia. Pocas horas después, durante la ceremonia de firma en el castillo de Hillsborough, en Irlanda del Norte, además de confundir la fecha, se manchó las manos con la pluma, que estaba perdiendo tinta. "¡No puedo soportar esta maldita cosa!", dice visiblemente enfadado.
Sus plumas pasarán a los anales igual que las que se usaron en la firma de convenios, tratados y leyes que marcan nuestra historia. Boris Yeltsin selló la entrega de poder a Vladímir Putin con la tinta de pigmentos naturales de una pluma de la firma italiana Montegrappa, de su edición Dragón, valoradora en ese momento en 100.000 dólares. Artur Mas firmó la convocatoria del 9N con un ejemplar de la española Inoxcrom.
Donald Trump, según observa Patrycia Centeno, asesora de imagen política, busca que su pluma tenga el tamaño de su ego o, más, bien, "proporcional al complejo de inferioridad que uno padece".
También las grandes obras literarias se han escrito con estilográfica. Simone de Beauvoir tenía una colección de Sheaffer. Herman Hesse escribía con la alemana Osmia Supra. Hemingway tenía varias Montegrappa, una Parker 51 y más de una Esterbook, su marca preferida. La Parker 51 ha sido muy demandada por los escritores. Es el caso de Antoine de Saint-Exupéry.
Camilo José Cela Conde contó en una conferencia que aún conserva la pluma con la que su padre escribió 'La familia de Pascual Duarte'. "Una Parker, tal vez –la marca ha desaparecido del plumín, borrada por el óxido-, de cuerpo jaspeado en tonos de nácar que tiran a verde. La pluma está deformada en su parte trasera, y él decía que era a causa del calor de la mano, pero el testimonio de un escritor puede ser puesto en duda cuando resulta tan literario. Las demás plumas de mi padre fueron ya las MontBlanc de toda la vida, las de cuerpo grueso y negro y mucho más grandes".
Así nos lo cuenta Alfonso Mur, directivo de Deloitte e impulsor de la feria Madrid Pen Show, un evento que reúne cada año a cientos de amantes de este artículo considerado como uno de los mayores objetos de deseo por coleccionistas, compradores y vendedores de todo el mundo. Reconoce que la escritura manual es un placer: "Te ayuda a ordenar las ideas, te permite pensar y expresar sentimientos.
Si es con estilográfica, todas estas características crecen más. Es una maravilla deslizar una pluma con un plumín bien ajustado por un papel japonés y una tinta del color de tu estado de ánimo. El olor de la tinta, el deslizamiento sobre el papel, el sonido de la escritura es toda una sinfonía para mis sentidos".
En el caso de Mur, el vínculo le viene de lejos. "Desde muy pequeño, mis padres se empeñaron en que tuviera una buena letra, así que me hinché a hacer cuadernillos de Rubio de caligrafía. En mi comunión me regalaron varios juegos de estilográficas y desde entonces escribo con ellas". Cuando empezó a trabajar, le enviaron a Estados Unidos y allí se topó con su primera pluma antigua de la marca Conklin. "Ahí empezó mi tara coleccionista. Ese afán me llevo a viajar a ferias de estilográficas (Penshows) por Europa y Estados Unidos para hacer crecer mi afición y mi colección".
Después de más de 25 años coleccionando, confiesa que ha acumulado un volumen ingente de estilográficas, probablemente más de 4.500 piezas. Tiene diversificada la colección en varias marcas y períodos de fabricación. "Destaca mi colección de Conklin, con más de 1.500 piezas de esta marca fabricadas entre 1898 y 1955". Nos cuenta que esta colección está documentada en 'El Legado de Conklin', un tratado de más de 300 páginas sobre la historia de esta marca.
Pero Mur no escatima elogios con ninguna y habla con el mismo orgullo de su colección de plumas japonesas decoradas con MAki-e. Con los años, ha centrado su colección y su elección en plumas antiguas. "En especial las fabricadas en Japón, por su belleza en las decoraciones que presentan y la calidad y flexibilidad de sus plumines", dice.
En 2000 decidió organizar la primera feria de estilográficas de España en Madrid, el Madrid Pen Show, un punto de encuentro de coleccionistas de todo el mundo. Quedamos citados para los días 18, 19 y 20 de noviembre, la próxima edición. Además de encontrar todo tipo de piezas de todos los periodos de producción, es la ocasión de relacionarse y aprender de los mejores expositores y coleccionistas de todo el mundo.
Es difícil resistir la tentación cuando se tiene al lado a alguien que escribe con pluma. Luis Sanz, empresario del sector, observa que hay una vuelta creciente a la escritura con estilográfica. Es propietario de un negocio familiar en la madrileña calle de Carranza que abrieron en 1985 sus padres, Luis y María, como librería y acabó derivando, por imperativo de la clientela, en venta exclusiva de estilográficas. Por él pasan coleccionistas, clientes que quieren regalar, usuarios habituales o padres que compran a sus hijos su primera pluma. La elección se hace después de un buen rato de charla.
Sanz asegura que la compra es un asunto estrictamente personal y está muy vinculado a la personalidad y el estado de ánimo del comprador. Los coleccionistas, sin embargo, siguen un criterio. Puede ser el fabricante, la época, el patrón, el sistema de carga, por el país de origen o el modelo. Por ejemplo, la Parker 51 y la Parker 75 son objeto de culto. La mayoría de los fabricantes ofrecen periódicamente ediciones limitadas.
Él lleva más de 20 año en el oficio y se considera un autodidacta. Ha aprendido la excelencia de la pluma y su preferida es, igual que en el caso de Mur, la japonesa. Delicada, de trazo fino y muy exigente en cuanto a su limpieza. Su precio puede variar entre 150 y 88.000 euros. Le gustan también las alemanas Faber, Pelikan y Castel. No es una cuestión de dinero, sino de gusto. Nos dice también que no cree que exista un mercado negro, pero sí de segunda mano y en él se pueden encontrar marcas emblemáticas, japonesas o piezas muy antiguas que en internet son conocidas como las "yayas". "Si se cuidan, envejecen muy bien", advierte Sanz.
En su opinión, en este revival de la pluma influye la amplia gama de colores y de texturas. "La pluma te da un toque de distinción, pero también mejoras la escritura y te ahorras dolor de muñeca porque exige menos presión de la mano". Con semejantes elogios, a la irritabilidad que causa la pluma en el rey Carlos III habrá que buscarle la causa en otra fuente.