Ferrovial anunció hace unos días el cambio de su sede fiscal a los Países Bajos y el malestar se instaló entre los miembros del gobierno de Pedro Sánchez, muy críticos con la decisión de la multinacional. Ignacio Madridejos, CEO de Ferrovial, se ha apresurado a señalar que "el plan es mantener el empleo, la actividad, las inversiones y seguiremos contribuyendo fiscalmente como siempre hemos hecho".
Sin embargo, la polémica continúa. Tratando de justificar la decisión, los directivos de la compañía esgrimen como detonantes de la mudanza, las infraestructuras en Estados Unidos y el ahorro de unos 40 millones de euros al año, cantidad descomunal para un ciudadano de la calle, pero casi irrelevante para una empresa con unos ingresos de 6.800 millones anuales. Los expertos insisten en otro hecho: Ámsterdam, y no el Londres post-Brexit, es ya el centro financiero de Europa. Allí es más fácil encontrar inversores y la presión fiscal es menor que en España, al no existir impuesto de patrimonio. Según parece, la decisión ha partido del propio Rafael del Pino, máximo responsable de la compañía y una de las mayores fortunas de España; en concreto, la tercera, después de Amancio y Sandra Ortega, con un patrimonio que supera los 3.800 millones de euros.
Desde hace más de 20 años Rafael del Pino Calvo-Sotelo es el presidente de Ferrovial, una empresa de origen familiar fundada por su padre en 1952. Nació en Madrid, en 1958, dentro del matrimonio formado por el empresario Rafael del Pino y Moreno y Ana María Calvo-Sotelo, hermana de Leopoldo Calvo-Sotelo, presidente del gobierno entre 1981 y 1982. La familia está compuesta, además, por otros cuatro hijos: María, Joaquín, Leopoldo y Fernando. Entre los hermanos, no todos en la empresa familiar, hay respeto, pero no un gran cariño, según se deduce por las declaraciones en medios del círculo del empresario. María, la primogénita, ejerce de mediadora en un entorno no siempre apacible.
Como habían sido su abuelo y su padre, Rafael del Pino estudió Ingeniería de Caminos, Canales y Puertos. Acabada la carrera, empieza a trabajar a las órdenes de su padre, que había creado ya una importante empresa desde una pequeña oficina ubicada en un desván del barrio de Los Jerónimos, en Madrid, allá por los años 50.
En el momento en que el primogénito se incorpora, la compañía ya había prosperado en paralelo al desarrollo económico y social de España. Ferrovial creció más allá del ferrocarril con la construcción de obras hidráulicas, edificaciones y carreteras tanto dentro como fuera de nuestro país. Tras esta exitosa trayectoria, el patriarca cedió el testigo en el año 2000 a su hijo Rafael, que ya ejercía como consejero delegado del grupo desde 1992.
Quienes conocen bien a del Pino afirman que es un hombre excepcionalmente dotado para la gestión y el mando. Es un líder nato: ante cualquier circunstancia adversa sería el primer en sobrevivir. Y con nota. Una especie de rey de la jungla, según su entorno íntimo. Exitoso, pero implacable, advierten otras fuentes de su entorno. A diferencia de otros empresarios volcados con causas sociales, el talante de Del Pino es mucho menos empático. Su lema podría ser no hacer suyos los problemas de los demás.
Ese espíritu ganador le permitió sobreponerse a una situación desgraciada: la muerte de Cristina Fernández-Fontecha, con quien se casó en primeras nupcias en 1984. Cristina Fernández-Fontecha falleció trágicamente en 1998 en un accidente de barco mientras navegaba por aguas de las Baleares. Con ella tuvo tres hijos: Rafa (36), el primogénito que trabaja en la empresa familiar; Ignacio (34), el elegido para seguir sus pasos en Ferrovial, donde ya es director financiero corporativo, y el pequeño, Juan (30), el más creativo, que se dedica al diseño de barcos.
En 2006 Rafael del Pino contrae matrimonio por segunda vez con la economista Astrid Gil-Casares, también escritora y guionista. La pareja se casó en una multitudinaria boda en la iglesia de la Asunción, en la localidad madrileña de Chinchón, la que asistieron invitados de la talla de Miguel Boyer e Isabel Preysler, Kyril de Bulgaria y Rosario Nadal, el presidente de Iberdrola, Ignacio Sánchez Galán, el ex ministro del PP Alberto Ruiz Gallardón, Eugenia Martínez de Irujo, Isabel Sartorius y Mar Flores con su entonces esposo Javier Merino, entre otros.
El matrimonio acabó 12 años más tarde, después de haber tenido tres hijas, Tadea, Alec y Cleo, aún menores de edad. Gil-Casares, miembro de la alta sociedad, se casó muy enamorada del empresario: "Es una especie de James Bond. Todo lo hace bien", dijo entonces. Pero la unión comenzó a hacer aguas por el fuerte carácter de Del Pino, heredado de su padre. El divorcio le costó a Gil Casares una depresión de la que solo pudo salir después de mucha terapia y 15 tatuajes que muestran, según ha explicado, cada momento doloroso vivido en el matrimonio y divorcio, una experiencia que plasmó en el libro 'Nadie me contó'. En declaraciones a Vanity Fair, afirmó que "Enfrentarse a Rafa no es fácil; es como entrar en guerra con Estados Unidos".
Parece que Rafael del Pino no tiene suerte con los matrimonios. Sea como fuere, no se ha vuelto a casar. En estos años solo ha mantenido dos relaciones estables que ha presentado a sus más allegados: la primera con la interiorista española Sonia Pastega Milans del Bosch, hija de Sisita Milans del Bosch, amiga y musa de Umbral, quien la sacaba en sus famosas crónicas en los años 80.
La segunda, con Jacaranda Caracciolo, de 51 años, heredera de una de las grandes fortunas de Italia, hija del fundador de L’Espresso y del diario 'La Repubblica' y emparentada con los Agnelli, los dueños de Fiat. Con ella podría estar viviendo una nueva historia de amor de la que, si es cierta, dará abundante cuenta la crónica más rosa.