Dice un mantra budista que nada de lo que ocurre sobra. Algo parecido tuvo que pensar Pati Galatas cuando la vida le enfrentó al reto de despedir al amor de su vida. Tras la muerte de su marido en 2011, cerró su negocio y dejó atrás su vida en Madrid para formarse como profesora de yoga. Lo que parecía una terapia puntual para superar una adversidad se convirtió en un camino de autoconocimiento y superación. Y también en un modo de vida: a sus 54 años, Galatas es ya un referente dentro del yoga, y sus clases, muy apreciadas por celebridades como Tamara Falcó o Samantha Vallejo-Nágera. Hoy, cuando se celebra el Día Internacional de esta disciplina milenaria, habla con Uppers sobre su experiencia vital y sobre el libro que acaba de escribir, una obra destinada a fortalecer el cuerpo, liberar la mente y transformar nuestro interior.
Tu libro se titula 'Yoga para cambiar tu vida' (Lunwerg Editores). ¿Cómo cambió la tuya?
Cuando murió mi marido dejé de entender mi vida, la vida. Estaba desorientada y destrozada. Perdí el rumbo y me perdí a mí misma, dejé de sentirme parte de mi historia y tuve que empezar desde cero. Ya practicaba yoga antes, incluso había hecho una formación, pero fue cuando mi vida se dio la vuelta cuando entendí el verdadero poder de esta práctica milenaria y lo que podía hacer por mí.
¿Qué sentías en esos días?
Mi esterilla era como un laboratorio donde nunca sabía lo que iba a pasar. Lloraba y sudaba hasta caer rendida y podía sentir la lucha que se estaba librando en mi interior. Casi podía tocar la ira, el dolor, la tristeza y muchas emociones más que no me atrevía a mirar de otra manera. Acabó siendo el lugar seguro donde volvía para curarme, una forma de terapia. El yoga me enseñó a abrazar el proceso, me abrió un camino, dio estructura a mi vida y me enseñó disciplina y compasión. El yoga me ayudó a salir de un lugar muy complicado y me trajo hasta aquí. Puedo decir que el yoga me cambió la vida.
¿Asistir al final de esa vida te transformó?
Absolutamente. La muerte te transforma porque es la experiencia más intensa, dura y reveladora a la que nos enfrentamos como seres humanos. Aprendí mucho de ella, y también de todo lo que me enseñó mi marido sobre aceptación y valentía antes de irse. Podía percibir claramente cómo iba ganando sabiduría a medida que el final se acercaba. Me hablaba de temas transcendentales que nunca habíamos tocado antes, como a qué venimos a este mundo y muchas cosas más. Me preparó para el final. Era como si vivir con un pie aquí y otro allí le dotara de un conocimiento superior. Tenía la paz de quien comprende y acepta lo que espera. Me impresionó mucho cómo ocurrió todo. A la larga no solo me ayudó a entender la muerte, sino a percibir la vida de otra manera. Acompañar a alguien hasta su último suspiro es durísimo y una lección de vida que te cambia por completo.
¿Ha cambiado tu visión de la muerte y de cómo tenemos que prepararnos?
Si. Antes tenía miedo a la muerte; creo que sentía pavor cuando Fernando se puso enfermo y los médicos nos la mencionaban como el final inevitable a su enfermedad. Nadie nunca me había hablado de la muerte y mucho menos estaba preparada para aceptarla o comprenderla. Compré todos los libros que encontré en el mercado relacionados con el tema, escritos por personas que sabían de lo que hablaban, bien porque habían estado clínicamente muertas y habían tenido algún tipo de experiencia como Anita Moorjani y otros muchas, o que eran expertas en la materia como la psiquiatra Elisabeth Kübler Rose. Había un denominador común en lo que decían: hablaban de la muerte como un proceso natural, como un paso a otra vida.
¿Qué encontraste de revelador?
Eran mensajes de esperanza. Somos almas que vivimos en un cuerpo, y cuando morimos el alma se libera. Cuando el tema es tratado como un tabú por la sociedad, estamos perdidos. Si todos vamos a pasar por lo mismo, ¿por qué no nos lo enseñan como en otras culturas? Lo que me enseñó el proceso es que los que más sufrimos somos los que nos quedamos. Cuando entendemos el significado de la muerte, hay dolor por la pérdida, pero ya hay sufrimiento.
Dices en tu libro que el yoga siempre lleva al momento presente. ¿Por qué es tan importante enfocarnos en el ahora?
Porque es lo único que existe realmente. El pasado es un lugar abstracto al que no se puede volver ni tampoco cambiar. El futuro tampoco es real, pero lo estamos creando a cada momento, con cada paso que damos con cada elección hacemos, con cada decisión que tomamos. Por eso es tan importante vivir en el ahora. Si estamos presentes, podemos ver lo que la vida nos pone delante y aprovecharlo. Es fácil perdérselo si estamos instalados en el pasado u obsesionados con el futuro. Vivir así solo trae ansiedad y depresión. La vida es un momento, el que está ocurriendo ahora, y es ahí, en el presente donde se concentra todo el poder de la vida.
Hay muchas clases de yoga, pero casi todas pueden considerarse un tipo de meditación en movimiento. ¿Qué te aporta a ti la meditación?
La meditación es la herramienta de autoconocimiento más poderosa que hay porque nos da la oportunidad de entablar una relación con nosotros mismos. Todo lo que nos ayuda a conocernos eleva nuestras vidas. Y es que cuando conectas con tu esencia, con lo que eres, empiezas a vivir desde tu verdad y tu vida cambia por completo. El problema es que no nos damos esta oportunidad y acabamos viviendo en una inercia, como un ratón en una rueda, corriendo sin cesar para no llegar a ninguna parte. La meditación me hace estar más presente, más atenta y conectada con lo que pasa dentro y fuera de mí. Después de meditar tengo más claridad y así tomo mejores decisiones, me relaciono mejor conmigo y con los demás, estoy más tranquila y tengo más sentido del propósito. Voy con más seguridad por la vida. Es como conectar un enchufe a tu sabiduría y a la sabiduría universal.
Uno de los objetivos del yoga es fluir. ¿Qué ocurre cuando lo logramos?
Que nos metemos directamente en el flujo de la vida, y al fluir con ella dejamos de resistirnos, de nadar contracorriente. Fluir es soltar lo que creías que debería ser para aceptar lo que es. Cuando fluyes no luchas, disfrutas del viaje. No es que las dificultades desparezcan, seguirá habiendo obstáculos, pero menos, y los verás como oportunidades que te enseñan algo para seguir tu camino y llegar a tu destino. Creo que fluir es la única manera de vivir en paz, y plenamente porque te alineas con la vida. Y ella sabe el camino.
Imagina que todos practicáramos yoga diariamente, cada uno a nuestra escala y medida. ¿Cómo y cuánto cambiaría el mundo?
Si todos practicáramos yoga, viviríamos en una sociedad más despierta y compasiva. Sin guerras ni tanta lucha de poder. No porque el mundo entero fuera a cambiar, pero sí una gran mayoría. Desde luego, cuidaríamos el planeta y los océanos, como lo que son: fuentes de vida. Pasamos por aquí, un tiempo muy corto, pero nos creemos dueños de la tierra que pisamos y destruimos en lugar de construir.
Cuidaríamos más de nosotros mismos y de los demás, cambiaríamos nuestra prioridades, haríamos del mundo un lugar más dócil… En fin, tantas cosas... Parecen utopías, pero el yoga despierta conciencias y desde lugares elevados de conciencia, el ego, en su peor versión, no tiene cabida.