Cómo hablamos importa, la manera en la que nos referimos a otras personas puede ser determinante sobre cómo los demás lo van a percibir. Por eso hay que cuidar el lenguaje y evitar ser edadistas con las palabras que decimos. Y todo empieza por entender que el envejecimiento es un proceso subjetivo en donde la visión de la persona sobre sí mismo tiene un papel clave en esa percepción. ¿Cómo podemos evitar ser edadistas en nuestro día a día con el lenguaje?
Vivimos en una sociedad en la que la esperanza de vida es cada vez mayor, lo que no quiere decir que estemos en una sociedad envejecida, sino más longeva, que son dos cosas diferentes con connotaciones distintas que pueden afectar al comportamiento de las personas a las que nos referimos.
La ‘Guía para una Comunicación Libre de Edadismo hacia las Personas Mayores’, iniciativa del Observatorio del Edadismo, señala diferentes aspectos que deben empezar a corregirse para ser responsables con el lenguaje y así no amplificar estereotipos o falsos mitos sobre los adultos mayores.
Por eso mismo, para dirigirse a este grupo de población con la menor carga de valoración de ningún tipo, proponen hacerlo simplemente como personas, adultos mayores o simplemente mayores, intentando evitar otros términos que puedan tener una connotación negativa y que reduzcan a las personas a un solo modo de vida, como puede ser ‘viejo’, ‘jubilado’, ‘tercera edad’, ‘abuelo’ o ‘anciano’. Esto no quiere decir que no sean términos que puntualmente se puedan utilizar en casos concretos y específicos, pero no para generalizar a un grupo de población entero lleno de diversidad.
Más allá de las palabras, el tono que utilizamos, a veces infantilizado y excesivamente paternalista, tampoco es lo correcto, ya que continúa amplificando estereotipos negativos. De ahí que se deban evitar determinadas formas de expresión:
A todo lo anteriormente mencionado, hay que señalar que las personas mayores son completamente capaces de entender cualquier conversación, por eso hablarles más despacio o más alto es una falta de respeto hacia ellos que los infantiliza y los sobreprotege. Por eso mismo la recomendación principal es referirse a ellos por su nombre y charlar en un tono normal, sin el uso de diminutivos o de expresiones de cariño cuando no existe una relación de cercanía con ellos.
En definitiva, se debe tomar consciencia de que el lenguaje que utilizamos va a influir en las creencias sociales y en las conductas, y si empleamos mal las palabras se puede acabar desarrollando un tipo de discriminación. Así, ha llegado el momento de cambiar conductas que tenemos interiorizadas para no ser edadista y utilizar los términos correctos y no estereotipados para referirse a las personas mayores.