Las peluquerías han adquirido un poder simbólico en esta crisis. Si cuando se declaraba el estado de alarma la idea de que a priori estas pudieran permanecer abiertas para seguir atendiendo a mayores y personas con movilidad reducida se antojaba confusa y finalmente no fue; su reapertura ahora las ha vuelto a poner en el centro de la conversación. Con higiene y precaución extrema, cita previa y priorizando la atención individual a cada cliente, son una parte representativa de esos primeros locales que ya han abierto sus puertas dentro de la fase 0 de desescalada. Y lo hacen acercando algo de cotidianidad a esta situación excepcional.
¿Cómo está siendo su reincorporación al trabajo? El fotógrafo Luis de las Alas recorre las calles del centro de Madrid para acercarnos las primeras imágenes de la reapertura de las peluquerías, donde guantes, mascarillas y pantallas conviven con la tijera y maquinilla.
La expectación estaba clara: memes, tutoriales para cortar o teñir el pelo en casa y datos (durante este periodo de confinamiento la ventas de tinte para acabar con las raíces han aumentado en un 36%, según Nielsen). Las ganas de verse bien y de recuperar los ratos de reunión, charla y repaso al revistero pesan, pero como ocurre con todo dentro de esta "nueva normalidad", la necesidad de adaptarse a los cambios y la incertidumbre lo tiñe todo.
No habrá revistas ni esperas distentidas en compañía café en mano. Una experiencia diferente y profiláctica cuyo efecto permanece: las peluquerías y barberías seguirán siendo el lugar al que acudir para recuperar la imagen con la que nos identificamos o para cortar por lo sano y marcar un cambio de etapa cuando lo necesitamos también en cuestión capilar; principio y final.