Uno de los platos más comunes en España es la croqueta. Da igual comerla en casa o en el bar, una croqueta pocos la rechazan. Según datos de 2020, se ve que el confinamiento animó ponerse manos a la obra en la cocina, porque el consumo de croquetas, consumiendo en los hogares españoles casi 15.000 toneladas de este manjar. Pero cuando las hacemos en casa, ya sean caseras o congeladas, a veces nos encontramos con un problema, mientras están en el aceite friéndose, se abren y, pese a que de sabor siguen estando buenísimas, no es lo mismo. ¿Qué puedes hacer para que no se rompan en el cocinado?
De bacalao, jamón, espinacas, cocido, pulpo, plátano… La variedad de croquetas ya es tan amplia que difícilmente hay persona en la faz de La Tierra a la que no le guste esa bola empanada. No cabe duda de que hacerlas caseras no es tarea fácil, pues hay que cogerle el punto a la bechamel para que queden exquisitas, un sabor espectacular que puede verse empañado porque al freírlas se rompan.
El principal problema suele venir con el aceite. Además de ser un buen aceite y de buena calidad, de oliva por ejemplo, su temperatura al echar la croqueta es clave, debe estar al menos a 175 grados. Antes de introducir la croqueta en la sartén o en la freidora debemos asegurarnos de que el aceite ya está bien caliente, cuando salen burbujas, puedes probar introduciendo un palillo de madera para ver si estas afloran. De esta manera, el empanado se dora perfectamente sellándose y no permitiendo la entrada del aceite al interior, que provoca que termine rompiéndose.
Otro de los factores que también intervienen es la temperatura de la croqueta, ya sea casera o congelada, por lo que se aconseja dejarlas a temperatura ambiente alrededor de una media hora antes de freírlas para que, al contacto con el aceite, el cambio de temperatura no sea tan brusco. Además, lo ideal es no freír demasiadas a la vez, ya que podrían hacer bajar la temperatura del aceite y afectar al empanado y el resultado final.
En caso de que hagamos croquetas caseras, el preparado tiene también mucho que decir sobre lo que vamos a comer. Lo primero, debemos conseguir una bechamel cremosa, consistente y sin grumos, más o menos espesa, dependiendo de qué las hemos hecho, pero nunca debería estar líquida.
Lo ideal sería que formadas las croquetas, las mantengamos en la nevera antes de empanarlas, rebozándolas primero en harina para luego pasarlas por huevo y posteriormente por el pan rallado, asegurándonos de que queda bien cubierta. Si las vas a freír en el momento, deja que reposen unos 15 o 20 minutos para que queden bien compactas.
No obstante, también es importante que las croquetas que vas a freír tengan, más o menos, el mismo tamaño para que se cocinen al mismo tiempo. Si sus formas son diferentes podrían recibir más cocinado del que realmente necesitan y esto puede provocar que se rompan. Y otra recomendación, sécalas bien al sacarlas para evitar que quede un sabor excesivamente aceitoso.
En resumen, croquetas uniformes, con una bechamel y empanado consistente, junto al aceite bien caliente intentando dejar espacio entre ellas mientras se cocinan, son las principales claves para que sirvamos en la mesa la croqueta perfecta.