Parece que en este caso las segundas partes sí van a ser buenas. Precedido de un acuerdo prematrimonial exhaustivo (hasta se cuantifican el número de relaciones sexuales a la semana), Jennifer López y Ben Affleck se han casado finalmente en Las Vegas.
Así culmina una historia de amor cuanto menos curiosa. Los dos se conocieron en 2001, en el rodaje de la película 'Gigli', que rodaron juntos mientras la diva seguía casada con Chris Judd, su segundo marido. Tras su separación en junio de 2002 los dos empezaron a salir. En noviembre, Affleck le propuso matrimonio, pero los dos decidieron cancelar su boda en septiembre de 2003 debido a la "excesiva atención por parte de los medios". Rompieron su relación oficialmente en enero del año siguiente. A pesar de que ambos se han casado y divorciado de otras personas en estos 20 años, volvieron a recuperar el contacto a principios de 2021. En marzo se compraron una mansión de 50 millones de euros y se comprometieron en abril de 2022. Ahora ya tienen su licencia matrimonial. Y parece que han empezado con buen pie, a juzgar por el resplandeciente rostro de Jennifer Affleck -al parecer, ha tomado el apellido de su esposo- en Instagram.
La boda de los Bennifer es el ejemplo perfecto de una segunda oportunidad, una tentación habitual, aunque no siempre por razones románticas, sino por eso de "más vale lo malo conocido...".
Antes de iniciar la segunda vuelta, hay que plantearse si es o no una buena idea. Sebastián Girona, psicólogo especializado en vínculos y autor de los libros 'No te aguanto más' y 'Cada cual por su lado', comparte las principales claves. Girona sabe de lo que habla: en consulta recibe a numerosas parejas en busca de la estabilidad sentimental y, además, realiza una importante actividad divulgadora desde su cuenta de Instagram (@sebastiangirona).
Que las segundas oportunidades sean o no una buena idea dependerá de ciertas circunstancias y de ciertos factores que tienen que ver con las dos personas involucradas. Para el experto, son una buena idea cuando se deja pasar un tiempo, necesario para comprender la responsabilidad que tuvo cada uno en la etapa anterior.
Para Girona, son una mala idea cuando las cosas que sucedieron en la relación, en la etapa anterior, fueron complejas, o cuando las vueltas forman parte de una relación adictiva, ya que muchas parejas terminan y vuelven, y vuelven a terminar, y vuelven a volver. ¿Cómo diferenciar si estamos en una relación adictiva o hay que darle una oportunidad a esa segunda oportunidad?
Básicamente, hay tres pistas que nos permiten saber de qué tipo de relación estamos hablando. La primera es el tiempo. Cuánto más tiempo pueda pasar entre la primera ruptura y el inicio de la actual relación, mayor espacio voy a tener para revisarla. En ese sentido, el factor tiempo será clave: si yo vuelvo con mi ex dentro de dos semanas, nada va a haber cambiado, sino que va a estar todo más o menos parecido.
Si el primer factor tiene que ver con la cantidad de tiempo, este tiene que ver con la calidad de ese tiempo. Es el momento de ver qué cosas pasaron en la relación anterior, en qué cosas me equivoqué y en qué cosas acerté.
Cuando revisamos la relación, puede ser interesante acudir a terapia si vemos que algo de aquella historia permanece enquistado.
A veces, precisamente porque la pareja ya se conoce, se queman etapas a demasiada velocidad. Cuando ha pasado mucho tiempo, es probable que las personas hayan cambiado. En las segundas oportunidades, hay que fluir, progresar y disfrutar de cada etapa.
Además, ir despacio también hará que si hay una nueva ruptura podamos gestionarla mejor. El hecho de volver no debe ser un punto de partida, sino de llegada. Y si todo esto no sirve, hay otras diez claves que nos pueden ayudar a decidir si merece o no la pena esa segunda oportunidad y lograr que funcione.
La psicóloga Lara Ferreiro, psicóloga y terapeuta de pareja, comparte las diez pautas que, en su experiencia, hacen posible que a la segunda va la vencida.