Siempre se ha dicho que del amor al odio hay un paso. Lo cierto es que cuando una pareja convive durante demasiado tiempo con problemas, peleas o incomunicación, es frecuente que los sentimientos positivos se transformen en infelicidad. Llegamos así al síndrome de burnout amoroso, una afección muy común en relaciones que están expuestas a situaciones altamente estresantes, sobre todo cuando tienen que conciliar el cuidado de su familia con las obligaciones laborales, el cuidado de otras personas o las tareas domésticas.
Este término surge como referencia a una forma de estrés laboral. Trasladado a la pareja, supone un desgaste extremo prolongado, un síndrome muy común que sufren muchas relaciones.
Los síntomas de fatiga y agotamiento son solo algunas de las manifestaciones de este burnout. Además, las personas que lo sufren no logran conciliar el sueño, se sienten frustrados, culpan a las personas de su alrededor, prefieren aislarse y renunciar a la vida social, se sienten solos, sufren ataques de ansiedad… E incluso, pueden experimentar dolores musculares, cefaleas, problemas gastrointestinales, insomnio y cansancio extremo.
Los profesionales asocian como principal causa del burnt out amoroso la falta de autoestima y confianza en uno mismo. La sensación de fracaso en la pareja puede llevar a que cada uno se cuestione su capacidad de amar y ser amado. De manera inconsciente, tendemos a atribuirnos una responsabilidad excesiva ante los problemas. Esto hace que, además de desconfiar de nosotros mismos, lo hagamos con la gente que nos rodea, incluida la pareja.
La evolución de cada persona puede no ser coincidente. Cuando una relación comienza lo hace con las expectativas de ambos flotando sobre la pareja; pero la vida siempre tiene otros planes. Esas expectativas pueden cambiar con el tiempo e ir en direcciones opuestas.
Se trata de algo natural, ya que estamos en continua evolución y no se puede evitar. Ante este escenario, solo se puede ser honesto y preguntarse si la pareja que tenemos puede ser realmente nuestro compañero de viaje.
En los últimos años, la sociedad ha experimentado un cambio relevante en cuanto a las maneras de ver la vida y los valores de cada individuo. Y como consecuencia de ello, el modelo de pareja también ha ido cambiando. La falta de compromiso y la constante búsqueda de placer son agentes que hacen que una relación se deteriore. Aunque estemos enamorados, las relaciones requieren de cierta esfuerzo compartido: dedicar tiempo a la intimidad, compartir el trabajo doméstico más tedioso o buscar actividades placenteras, de manera conjunta o individual, son algunos de los 'deberes' que cada pareja tiene que llevar al día.
La falta de comunicación es la principal razón por la que una pareja acude a terapia. En muchos casos, los miembros de la pareja no solo sienten que no hablan lo suficiente, sino que cuando lo hacen el mensaje no expresa lo que cada uno quiere decir.
A veces falta escucha atenta y activa; otras veces, puede que no seamos capaces de expresar nuestras necesidades. Ambas opciones también pueden confluir, haciendo que la pareja, en su conjunto, sea responsable.
Cuando se vive en pareja, cada uno sabe cuándo ha llegado a un punto sin retorno en el que los recursos ya descritos no funcionan. Al llegar a ese punto, no está todo perdido. Ir a la consulta del psicólogo puede ser el empujón que la pareja necesita para empezar a poner remedio. El profesional ayudará a identificar a la pareja cuáles son las áreas que deben mejorar. El objetivo es darse una nueva oportunidad, apoyados por un terapeuta de pareja.