El sexo tiene algo de paradoja. Estamos rodeados de sexo. Todo lo que sugiera ese momento salvaje nos atrae irremisiblemente. Sin embargo, en la dinámica de las parejas estables, no hay tanto sexo como parecería. A veces no hay tiempo. A veces no hay ganas. A veces hay demasiado conflicto abierto. Lo que siempre hay es una mecánica cerebral propia de los humanos que nos hace minusvalorar lo que tenemos por seguro. A nuestro cerebro le gusta el reto; por ejemplo, tener que conquistar a una pareja para vivir una experiencia sexual. Pero si esa experiencia está garantizada por un vínculo, pierde su interés. Nos mueve el riesgo de la pérdida o la ganancia. Pero hay muchas otras razones que explican por qué, cada vez más, parejas aparentemente bien avenidas van orillando el sexo de su vida diaria.
"Puede haber razones físicas, problemas cardiacos u hormonales. Las personas que toman antidepresivos acusan una bajada de líbido o las personas que tienen mucho estrés. Esto inhibe el deseo sexual, o bien al revés", afirma la psicóloga y terapeuta de pareja Lara Ferreiro.
La experta alude a otro tipo de razones: "También hay factores psicológicos, cuando hay una baja autoestima, sobre todo ocurre más con las mujeres que sienten cierta vergüenza de su cuerpo. Cuando hay depresión o ansiedad también se inhibe el deseo sexual. Pero, por supuesto, el gran inhibidor son los cambios hormonales: la menopausia y la andropausia. La testosterona es más constante en el hombre. En la mujer, los niveles se acentúan en picos en algunas fases de la vida, por ejemplo, cuando se quiere ser madre".
Las razones aportadas por la psicóloga dan cuenta de una falta de sexo por causas fisiológicas, pero no son las únicas. A veces hay cuestiones más que físicas. "Que tu marido o tu pareja no provoque un buen orgasmo es una razón importante. El 63% de las mujeres españolas, según datos de Ashley Madison, fingen el orgasmo. ¿Por qué? Muchos hombres no hacen preliminares y, por otra parte, el 80% de las mujeres son clitorianas, hay que estimular el clítoris. Solo el 20% de las mujeres alcanza el orgasmo por la penetración. Si a eso le añadimos que el coito medio dura en España cinco minutos y cuatro segundos, pero la mujer llega al clímax entre 15 y 30 minutos. Ellos han acabado y las mujeres estamos a dos velas", sostiene la psicóloga.
El estado de la relación tiene mucho que decir en las cosas de cama. "Si ya no quieres a tu pareja, no te apetece nada. El aburrimiento también es importante. Pero la gran causa que nos hace olvidarnos del sexo es la infidelidad. No nos olvidemos de que hay ocho millones de infieles en todo el mundo", explica la experta, que se basa en datos de la plataforma de citas Ashley Madison.
Además, Ferreiro explica que el sexo puede ser diferente según el tipo de relación. No hay una medida estándar. "Hay tres tipos de parejas: las fogosas, con un gran apetito sexual; las asexuales, en las que ninguno quiere y no hay nigún problema; y las discordantes, en las que a uno le apetece mucho y al otro nada. Ahí, en esa diferencia de expectativas, sí hay un problema". Como curiosidad, la psicóloga indica que los españoles hacen el amor una media de dos veces al mes, aunque lo deseable sería una o dos veces a la semana, mejor como algo programado. "Yo lo llamo las horas rojas: un par de horas agendadas con tu pareja de masajes, música, velas... y lo que surja...", sugiere Ferreiro.
Aunque los años no son determinantes en muchas cosas, en el sexo sí son importantes. "Cuando estás al principio de la relación, en pleno enamoramiento, la líbido es muy alta. Sube la testosterona en el hombre y en la mujer. Después del enamoramiento, a las mujeres les baja un poco esta hormona, mientras que a los hombres les suele bajar la vasopresina, la conocida como hormona de la fidelidad u hormona del apego en los hombres", señala la experta.
La convivencia también tiene mucho que decir en el campo sexual. Si hay muchas discusiones o conflictos, el deseo sexual disminuye, sobre todo en el caso de la mujer. "Las mujeres, en su mayoría, necesitan tener una conexión emocional para tener sexo, mientras que el hombre puede tener sexo y sentir luego esa conexión mental y emocional", asegura Ferreiro. Para el hombre puede ser, incluso, una manera de reparación después de un conflicto.
Por su parte, las mujeres pueden ver reverdecer su deseo en torno a los 50, después de un divorcio, cuando ya conocen su cuerpo. Pero aquí hay sorpresas: "A las mujeres les cuesta más decir que les gusta el sexo y, además, se les juzga de manera más dura. Pasan a ser ninfómanas o cualquier calificativo despectivo".
La falta de sexo puede ser percibida como un problema, aunque suele ser la punta del iceberg de otros conflictos de pareja. "Los hombres vienen a terapia cuando no hay sexo. Pero para las mujeres, el problema no es la falta de sexo, sino la falta de otras cosas: de compromiso familiar, de enamoramiento... En algunas parejas, las mujeres son muy críticas. Se convierten en una especie de madres y eso repercute en la relación, en la manera de comunicar lo que se quiere, por ejemplo, en la cama".
Pero la falta de sexo, que puede ser coyuntural, por ejemplo cuando los hijos son pequeños o hay puntas de trabajo, sí puede convertirse en un cáncer para la relación cuando, en vez de gestionar el problema, se opta por la incomunicación, con una derivada mala: la infidelidad. "Es frustante cuando ves que algunas personas, en vez de animar a su pareja a trabajar esa falta de sexo, deciden ser infieles", señala Ferreiro.
Otra opción frecuente es 'clausurar' la vida sexual, una mala noticia para nuestro cuerpo y nuestras emociones: "El sexo es un anestésico natural. Sin sexo estamos más ansiosos y tenemos más estrés. Durante las relaciones sexuales se rebaja el cortisol, la hormona de la agresividad. También hay personas que se machacan con problemas de autoestima. La experiencia sexual también está presente en la neurogénesis, la creación de neuronas nuevas en adultos se estimula durante el sexo", explica la psicóloga.
La consecuencia más importante para una pareja que ha orillado el sexo de su relación es la falta de apego en esa pareja, una carencia que puede desembocar en una crisis quizá irresoluble. "La gente viene a terapia cuatro o cinco años más tarde de lo que debería. Pero no hay que dejar pasar el tiempo, no más de un mes desde que deja de haber actividad sexual, y nunca más de cuatro meses sin buscar ayuda profesional. La terapia de pareja funciona muy bien en estos casos", asegura esta experta